«Cuando se sienten llamados por Cristo, los jóvenes son generosos» - Alfa y Omega

«Cuando se sienten llamados por Cristo, los jóvenes son generosos»

OMP
Fernando Domingues con formadores de un Seminario de Benín

¿Cómo ha tenido que adaptarse la Obra de San Pedro Apóstol al rápido cambio social de estos años para seguir trabajando con las vocaciones entre los jóvenes?
El cambio más importante creo que hay que relacionarlo con el gran crecimiento de la Iglesia, que sigue dándose en los últimos años, especialmente en el sur y el este del mundo.

Como fruto del gran trabajo misionero llevado a cabo, hoy contamos con numerosas Iglesias locales bien establecidas, y con gran vitalidad, que continúan necesitando de nuestro apoyo, pero que están caminando hacia un mayor protagonismo en la misión universal de la Iglesia.

La novedad más bella es el entusiasmo y la generosidad con que estas comunidades cristianas se están comprometiendo en el sostenimiento de las «vocaciones nativas» no sólo en sus países, sino también en todas las otras iglesias necesitadas.

¿Qué ha aprendido en sus visitas a los seminarios y noviciados en tierras de misión?
He sentido de nuevo la alegría de ser sacerdote misionero. Encontrando tantos jóvenes, varones y mujeres, dispuestos a ofrecer la propia vida al Señor para anunciar su Evangelio, me he confirmado en la convicción de que una vida entregada a Jesús para hacer crecer su Iglesia, sobre todo donde hay mayor necesidad, es una vida bella, aunque sea muy exigente.

Me he dado cuenta que, cuando se sienten llamados por Cristo, los jóvenes son generosos y no tienen miedo a las dificultades y a la incertidumbre del futuro.

¿Por qué hay zonas donde sigue creciendo el número de jóvenes que quieren ser sacerdotes, religiosos o religiosas, mientras en Occidente no deja de disminuir?
No hay una respuesta sencilla. Puedo solamente indicar algunos elementos que nos pueden ayudar a reflexionar sobre la situación.

En primer lugar, en las zonas de misión, la comunidad cristiana es un lugar de pertenencia y de apoyo, no tanto una «agencia que provee productos religiosos». En Kenia, y también en las visitas a otros países, me he dado cuenta que la gente tiene un fuerte sentido de pertenencia a su comunidad cristiana, algo que se nota particularmente en la alegría de la Misa dominical.

De izquierda a derecha: Fernando Domingues, un sacerdote de la Diócesis de Juba y el obispo de Rugambwa, ambos del sur de Sudán

En segundo lugar, la comunidad cristiana invierte gran parte de sus fuerzas en responder a las necesidades de los más pobres y abandonados. La figura del sacerdote es un ideal que atrae. Recuerdo que cuando visitaba las comunidades cristianas en la periferia de Nairobi, junto a una misionera comboniana, eran los mismos jóvenes, ellos y ellas, quienes me confiaban: «dan ganas de ser como vosotros».

¿Qué nota le pondría a España en su ayuda económica?
España continúa siendo uno de los grandes contribuyentes al Fondo Universal de Solidaridad de las Obras Misionales Pontificias, no obstante la crisis que está afectando a tantas familias a nivel global. No hay duda que la crisis económica generalizada de estos últimos años se deja sentir también en las colectas para sostener la actividad misionera de la Iglesia. Observo, sin embargo, que la ayuda recogida en España en el 2014 para la formación de las nuevas religiosas y de los nuevos sacerdotes ha crecido considerablemente. Esto me dice que, incluso en tiempos de crisis, la generosidad de nuestros fieles continúa siendo grande.

¿Puede hacer ya alguna previsión de cómo irán las aportaciones de este año?
Estoy seguro que la contribución será generosa. Dos son los factores que me llevan a ser optimista. Primero, el hecho de que la calidad de la formación en los seminarios y noviciados del sur del mundo está mejorando y, por ello, nuestros cristianos gustan colaborar para ayudar a aquellas iglesias en la formación de sus futuros pastores y líderes. Segundo, la insistencia del Papa Francisco que continuamente está animando a todos a vivir la alegría de ser una «iglesia en salida».

¿Cómo ha perjudicado la crisis del ébola a los jóvenes que se forman en los países afectados?
La crisis del ébola ha trastornado la vida de sociedades enteras y es normal que también los seminarios y noviciados hayan compartido el sufrimiento de su gente. No me sorprendería que hubiese habido alguna víctima, aunque hasta la fecha, no tenemos noticias. Es verdad que en Sierra Leona se cerraron los seminarios y, creo, que también algunos noviciados. Me ha conmovido recibir una carta enviada por un seminario que pedía a nuestra Obra de San Pedro Apóstol que suspendiese la ayuda económica programada para este año, porque los seminaristas se habían quedado en casa.

Naturalmente, hemos ayudado lo mismo: en una situación de crisis como esa, todo gesto de solidaridad vale un tesoro.

Entre las peticiones de ayuda que le han llegado, ¿recuerda alguna que le haya conmovido especialmente?
Durante mi visita a Myanmar, el rector del Seminario Mayor de Pyin Oo Lwin, que tiene cerca de 150 seminaristas, me preguntaba si podríamos ayudarles para sustituir el viejo microbús Toyota. Desde hace 25 años, lo usan para llevar a los seminaristas que tienen necesidad de médico o para cualquier otra urgencia. Pedían 5.000 euros para comprar otro microbús de segunda mano (ya que no podían comprar uno nuevo). Les prometí que les ayudaríamos y he invitado al rector para que presente también un proyecto urgente para arreglar la instalación eléctrica de las dos principales casas del Seminario: muchos de los cables eléctricos provocarían un desastre si no fuera porque los ángeles custodios de los seminaristas están siempre atentos y nunca duermen!