El Nuncio pide que los católicos no miren la pobreza «con ojos de sociólogo» - Alfa y Omega

El Nuncio pide que los católicos no miren la pobreza «con ojos de sociólogo»

Durante su discurso en la inauguración de la Asamblea Plenaria, monseñor Renzo Frattini, Nuncio apostólico en España, ha alentado a los obispos a trabajar «hacia un verdadero desarrollo en los aspectos económico, social, cultural y espiritual», que combata la pobreza con una «atención social y espiritual»

José Antonio Méndez

Monseñor Renzo Frattini, Nuncio apostólico en España, ha animado a los obispos españoles a que sigan trabajando para ayudar a que nuestra sociedad camine «hacia un justo bienestar» que no ignore «el verdadero desarrollo, que engloba los aspectos económico, social, cultural y espiritual». Lo ha hecho durante su discurso, en la inauguración de la Asamblea Plenaria que la Conferencia Episcopal está celebrando en Madrid desde hoy y hasta el próximo jueves.

Durante su intervención, monseñor Frattini ha señalado que la actual y extendida «mentalidad individualista, competitiva y hedonista, ha de encontrar en los creyentes en Cristo la solidaridad, la misericordia, la defensa integral de la persona humana desde el compromiso de la fe, la cual proyecta su luz sobre los bienes de este mundo y sobre las actitudes profundas del corazón humano». La fe en Cristo «enseña que Él ha querido identificarse con el pobre necesitado» y «lleva a los cristianos al compromiso en la solidaridad con los pobres», ha explicado. Por eso, «de cara a ese compromiso, signo de esperanza y testimonio de que otro mundo es posible, podría considerarse, en clave positiva, cómo en concreto se debería funcionar, desde los principios morales, para que la economía de mercado afronte una mejora de la situación».

Atención social y espiritual

No obstante, el Nuncio ha señalado que la labor asistencial de la Iglesia está indisolublemente unida a su misión espiritual y evangelizadora: «Nuestra atención social, que anhela que las personas vivan dignamente, no está separada de nuestra atención espiritual, dimensión en la cual la pobreza destaca como uno de los principales valores del Evangelio. La pobreza enseña la referencia a un despojo de todo aquello que intenta tapar la radical necesidad, que no la pueden saciar los bienes de este mundo».

De ahí que haya recordado que los católicos «no miramos la pobreza con ojos de sociólogo, o de una ideología concreta; tentación permanente como una forma de entender el mesianismo de Cristo. Miramos la pobreza también como reflejo de la realidad del hombre, que es radicalmente necesitado y que, consciente de su necesidad, es también capaz de solidarizarse y compartir, es capaz de la generosidad».

Reforzar el matrimonio

Precisamente esta virtud, la generosidad, «brilla particularmente en la defensa de la vida y de la familia como parte integrante del bien común y de los bienes fundamentales de cada persona», pues «la generosidad se vive en el espacio concreto de la familia», ha señalado Frattini.

Por eso, ha destacado la importancia de que la Plenaria vaya a trabajar sobre el próximo Sínodo de la Familia, pues «la crisis de fe ha conllevado la crisis del matrimonio y de la familia e interrumpido su trasmisión a los hijos», y por eso, es urgente «señalar la conversión misionera vinculada a estos problemas reales de la vida humana que se han secularizado tan profundamente».

Monseñor Frattini también ha destacado que, a pesar de las dificultades «existe el imborrable dato positivo del deseo de familia, que propicia la acogida del Evangelio», y ha destacado que «la trasmisión de la fe es dimensión intrínseca de la identidad cristiana y le compete a esta Iglesia doméstica». Por eso, el propósito de la Iglesia «es estar junto a las familias en situaciones extremas, estudiar aquellas estrategias que ayudan a prevenir estas situaciones, y sostener y reforzar el vínculo matrimonial abierto a la vida conforme al Evangelio de la Familia».

Texto completo de la intervención del Nuncio

Eminentísimo Señor Cardenal Presidente,
Eminentísimos Señores Cardenales,
Excelentísimos Señores Arzobispos y Obispos:

Agradeciendo la invitación que el Sr. Cardenal Presidente me ha hecho llegar con ocasión de tan señalada reunión del episcopado español, correspondo con mi presencia apreciando, en este gesto, una especial expresión de comunión con el Santo Padre a quien tengo el honor de representar en España.

Al hacerles llegar mi cordial y fraterno saludo, me alegra percibir, en cada uno de los pasos del temario, la imagen de la Iglesia que, en el ejercicio samaritano de su misión, está dirigida por aquellas virtudes que le permiten caminar en el espíritu, esto es, en la fe, en la esperanza, en la caridad. Me complace pues subrayar brevemente que, con este espíritu teologal, en estos días abordarán el examen del texto del documento «Iglesia, servidora de los pobres», la reflexión sobre las síntesis de las respuestas a los Lineamenta para la XIV Asamblea General Ordinaria del próximo Sínodo de los Obispos, el estudio del borrador del nuevo Plan Pastoral 2016-2020, expresión de un compromiso pastoral concreto, y la atención a la marcha del presente Año Teresiano, en particular, por lo que se refiere al Encuentro Europeo de Jóvenes previsto en Ávila.

El servicio a los pobres

En cuanto al servicio de la Iglesia a los pobres, les aliento en el esclarecimiento de los motivos para el compromiso y para la esperanza. La dependencia filial de Dios, fundamento y origen de todo bien, sitúa a la Iglesia en aquella disposición interior por la que el Hijo unigénito del Padre se anonadó, y «siendo rico, por nosotros se hizo pobre enriqueciéndonos con su pobreza» (2Cor 8,9). El Papa Francisco lo recordaba claramente: «La pobreza, para nosotros cristianos, no es una categoría sociológica o filosófica y cultural: no; es una categoría teologal. Diría, tal vez la primera categoría, porque aquel Dios, el Hijo de Dios, se abajó, se hizo pobre para caminar con nosotros por el camino. Y esta es nuestra pobreza: la pobreza de la carne de Cristo, la pobreza que nos ha traído el Hijo de Dios con su Encarnación. Una Iglesia pobre para los pobres empieza con ir hacia la carne de Cristo. Si vamos hacia la carne de Cristo, comenzamos a entender algo, a entender qué es esta pobreza, la pobreza del Señor» (18.5.13).

El camino hacia un justo bienestar no ignora que el verdadero desarrollo engloba los aspectos económico, social, cultural y espiritual. Una mentalidad individualista, competitiva y hedonista, ha de encontrar en los creyentes en Cristo la solidaridad, la misericordia, la defensa integral de la persona humana desde el compromiso de la fe, la cual proyecta su luz sobre los bienes de este mundo y sobre las actitudes profundas del corazón humano. La fe en Cristo, que también enseña que Él ha querido identificarse con el pobre necesitado, lleva a los cristianos al compromiso en la solidaridad con los pobres. De cara a ese compromiso, signo de esperanza y testimonio de que otro mundo es posible, podría considerarse, en clave positiva, cómo en concreto se debería funcionar, desde los principios morales, para que la economía de mercado afronte una mejora de la situación.

Al mismo tiempo nuestra atención social, que anhela que las personas vivan dignamente, no está separada de nuestra atención espiritual, dimensión en la cual la pobreza destaca como uno de los principales valores del Evangelio. La pobreza enseña la referencia a un despojo de todo aquello que intenta tapar la radical necesidad, la cual no la pueden saciar los bienes de este mundo.

No miramos la pobreza con ojos de sociólogo, o de una ideología concreta. Tentación permanente como una forma de entender el mesianismo de Cristo. Miramos la pobreza también como reflejo de la realidad del hombre, que es radicalmente necesitado y que, consciente de su necesidad, es también capaz de solidarizarse y compartir, es capaz de generosidad. Esta virtud, la generosidad, brilla particularmente en la defensa de la vida y de la familia como parte integrante del bien común y de los bienes fundamentales de cada persona. La generosidad se vive en el espacio concreto de la familia.

Familia y vida

En cuanto a los temas de la familia y la vida, la Secretaría del Sínodo de Obispos, que prepara el gran encuentro previsto el próximo mes de octubre, les invita a colaborar en la preparación del Instrumentum laboris. Al prestarla, esta Asamblea vuelve su mirada a la verdad y belleza de la familia, necesitada de misericordia cuando es herida y frágil (Lineamenta n° 23-28). Debemos dar confianza y esperanza sabiendo que en Cristo convergen verdad y misericordia (n. 11), siendo «conscientes de que la mayor misericordia es decir la verdad con amor… más allá de la compasión. El amor misericordioso…invita a la conversión» (n. 28).

La crisis de fe ha conllevado la crisis del matrimonio y de la familia e interrumpido su trasmisión a los hijos. Urge señalar la conversión misionera vinculada a estos problemas reales de la vida humana que se han secularizado tan profundamente. A pesar de ello existe el imborrable dato positivo del «deseo de familia» que propicia la acogida del Evangelio. La trasmisión de la fe es dimensión intrínseca de la identidad cristiana y le compete a esta Iglesia doméstica. Es nuestro propósito estar junto a las familias en situaciones extremas, estudiar aquellas estrategias que ayudan a prevenir estas situaciones y sostener y reforzar el vínculo matrimonial abierto a la vida conforme al Evangelio de la Familia. La Iglesia les expresa su aprecio, agradecimiento y aliento.

El nuevo Plan Pastoral 2016-2020

Esta Asamblea abordará también el estudio, para su adopción, de un nuevo proyecto de Plan Pastoral al cual se referirá el itinerario de estos próximos cuatro años (2016-2020). Las líneas guías de la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium para presentar a la Iglesia que «escucha, acoge, anuncia, celebra y sirve» podrán ayudar a asumir el carácter misionero que brota de esta pauta que ofrece el Papa Francisco. Esta orientación presupone acoger humildemente la verdad de que no es posible un significativo cambio en la acción pastoral sin espíritu y sin el aprecio de la realidad, a fin de detectar los retos de la acción pastoral en España y las soluciones que pueden dar respuesta a los desafíos.

Año Teresiano

Por último, esta Asamblea volverá a reflexionar y evaluar en torno al Año Teresiano. En particular por lo que se refiere a su incidencia en los jóvenes. Ellos, como decía Teresa, necesitan un buen acompañamiento (Cf. Vida 2, 3). Desde sus inquietudes vitales espirituales, formuladas en sus inquietas preguntas acerca del por qué y el para qué, de mano de Teresa, y con el testimonio de su compartida experiencia, pueden buscar el sentido de su vida hasta encontrarlo en el rostro humanado de Cristo. Él es el Único capaz de sacar de su soledad al joven y darle el valor del silencio interior que vivifica por el amor de Jesucristo todas las obras. Los jóvenes cristianos pueden descubrir en Teresa de Jesús dónde está el camino y dónde está verdaderamente el Amigo del alma que produce la alegría capaz de contagiar. Así, nuestros jóvenes podrán emprender, con seguridad y coherencia, un compromiso de vida que contribuya realmente al bien común de la Iglesia y de la sociedad.

Con palabras del Papa Francisco, expreso el deseo de que los trabajos de esta Asamblea Plenaria alienten a todos «a adentrarnos en nuestro castillo interior y salir fuera, a hacerse espaldas unos a otros… para ir adelante… entrar en Dios y salir con su amor a servir a los hermanos» (Carta al Obispo de Ávila; 28.3.15). Así lo encomiendo a la Santa Madre de Dios y de la Iglesia.