Las muertes de la desesperación - Alfa y Omega

No ha pasado una semana del naufragio de 400 personas frente a las costas de Italia y vuelve a repetirse la tragedia, ahora 700 personas más, cuando la cifra calculada era de 30.000 muertos para este año. Esta estremecedora cifra nos conmueve a la vez que tomamos conciencia de la impotencia y la vergüenza por la poca respuesta que hasta ahora se ha dado en la lucha contra las mafias que trafican con inmigrantes, refugiados, con gente que huye de la pobreza y de la guerra.

Parece que ya se van dando algunas manifestaciones de países de Europa ante este drama, denunciado continuamente por organizaciones humanitarias. Es evidente que África se desangra ante nuestras propias narices y que sólo cuando el problema nos salpica (recordemos los casos de ébola) parece que queremos reaccionar. ¿Son necesarias tantas muertes? ¿Tanto dolor y desesperación?

El drama de los refugiados, parece no ser noticia. Aunque siguen estando a reventar los de campos de refugiados y alguno amenazado de cerrar, dejando a miles de personas en la más absoluta desesperación, pero eso no sale a diario en las noticias. Seguimos dando vueltas y vueltas a nuestros pequeños o grandes problemas, y concentramos la mayor parte del esfuerzo en el control de fronteras. Sabemos de masacres continuas, sucesos escalofriantes que corren por los Whatsapp, pero la comunidad internacional no mira, porque eso… no es noticia. Sólo cuando ya puede afectarnos, porque el enemigo se nos mete en casa, y tememos perder nuestra paz y seguridad, empezamos a preocuparnos.

Siento decir que ha dejado de importarme tanto rollo político, tanta queja más o menos justa, cuando no se quiere mirar al «otro» al que no es de aquí, a los que para que lo mejor que se les suele decir es ¿para qué vienen? …si aquí ya no podemos ayudarles… y otras «lindeces» que me reservo.

Afortunadamente, muchos creemos desde nuestra fe, hoy tan perseguida, que por mal que estemos, hay que hacer «el hueco» para ellos, para los expulsados casi con los puesto de sus hogares, pobres o ricos, eran sus casas… y se han lanzado a la aventura para salvar sus vidas. Entre los pobres, no hay mayor pobre que el refugiado.

Pilar Abad / Delegación Diocesana de Migraciones, Ciudad Real