Pescadores de santidad - Alfa y Omega

Verano, tiempo para descansar del trabajo cotidiano; usualmente desconectamos dedicando nuestras fuerzas a la familia, amigos y a satisfacer gustos personales. Buscamos recalcular lo alcanzado en el trabajo, en muchas ocasiones hay necesidad de silencio, de un encuentro personal que incluye meditar sobre ¿cómo combatir la ausencia del espíritu cuando la fatiga rebosa?, ¿cómo hacer frente a nuestros miedos cotidianos? decimos ¡Stop! Simplemente intentamos ser más felices.

Queremos habitar nuestro yo, emplear la estación del calor para hacer un tiempo extraordinario, un plus al día a día. Este año he optado por vivir la experiencia de una convivencia familiar, tutelada por tres sacerdotes talla XXL de entrega al próximo, quienes hicieron que 170 personas formáramos una sola familia.

Haciendo el Camino de Santiago, miembros de la gran familia Parroquia Santa Teresa Benedicta de la Cruz

Este es el motivo por el que quiero compartir lo vivido con el párroco Andrés García Serrano y el equipo de sacerdotes de la parroquia Santa Teresa Benedicta de la Cruz, don Fausto Calvo y don Alberto Fernández; quienes con la fuerza de la palabra y ejemplificando el amor al prójimo, con acciones que se te meten en la piel, echan las redes para una pesca milagrosa ¡la santidad!

La santidad es el reflejo de la vida de Jesús, «se gana partido a partido» como en el fútbol. Lo extraordinario y lo perfecto son las acciones de Dios, solo tenemos que vivir en la gracia de lo cotidiano, «nos la jugamos en lo pequeño… aguante, paciencia y mansedumbre». Puede haber muchas teorías sobre la santidad, nos explican, pero «nada hay más iluminador que transmitir la verdad, transparentando lo cotidiano de nuestras vidas».

No existe ningún santo que no hay acometido pecado y que nunca haya caído. «Todos estamos llamados a la Santidad, es una vocación universal», gran lección de uno de los tres líderes de la parroquia que nos acompaña: don Fausto, un auténtico Masterchef de la santidad que nos abre la boca con las mejores recetas: «combate, vigilancia y discernimiento». Tenemos que discernir porque la voluntad de Dios no siempre es evidente.

Quizá como San Agustín, aún estoy explorando el camino de la iglesia por eso he decidido optar por esta experiencia religiosa, en especial en estos días difíciles en los que la iglesia sufre; el Papa Francisco ha denunciado y lamentado el «fracaso de las autoridades eclesiásticas a afrontar crímenes repugnantes» de abusos sexuales que causan indignación social. Así lo hizo saber en el último Encuentro Mundial de las Familias, celebrado recientemente en Dublín.

Entiendo el dolor ajeno. Hay heridas abiertas y necesidad de conocer mejor la iglesia. Antes de tirar la primera piedra para criticarla ciertamente me reconozco en una humanidad vulnerable, de flaquezas; caemos en la vida. Retumba en mi cabeza el eco de las palabras de la Madre Teresa cuando le preguntaron cuál sería, a su juicio, lo primero que se debería cambiar en la iglesia. Su respuesta fue: «usted y yo»; una lección para entender que la iglesia somos todos.

El amor se contagia

San Agustín es un buen ejemplo de encontrarse con amores equivocados antes de hallar a Dios. Es ejemplo de conversión continua, su máximo afán –según recoge el libro de los Santos– era alcanzar la verdad; pero con el paso del tiempo llegó a la conclusión de que esa búsqueda era inútil y el escepticismo se apoderó de él.

Don Andrés Serrano con las familias participantes de la Covivencia en Fragas do Eume

Otra gran lección de esta convivencia es recordar que el amor es imperfecto porque es humano. Nos cuesta, por ejemplo, perdonar y más cumplir la regla divina ¡70 veces 7!, que no obedece a poner en práctica ninguna fórmula matemática; según los hebreos significa sencillamente «perdonar perfectamente, sin guardar rencor».

Aun así, creo firmemente que el amor se contagia; que cuando vivimos rodeados de amor es imposible sentir el flagelo del fracaso, de la tristeza; el amor nos ayuda a levantarnos. «Dame lo que me pides y pídeme lo que quieras»; San Agustín resumía en esta frase la exuberancia del amor de Dios.

No hay una receta perfecta para ser felices, pero compartir con vosotros esta experiencia puede ayudar a otros a ser mejores por el camino. El Papa Francisco suele hacernos reflexionar sobre el amor que «primerea» nuestra vida, el de Dios, que siempre está primero. ¿Qué primerea tu vida?

Numerosas familias nos concentramos en Mondoñedo, uno de los puntos de peregrinación del Camino de Santiago, donde manda la inmensidad de la naturaleza que le rodea. Imposible atrapar con palabras la experiencia. Benedicto XVI dijo que «Una vela puede dar luz solamente si la llama la consume». Hemos encendido la vela para ser mejores personas con gratitud, voluntad, humildad, libertad y caridad, virtud que mide la perfección de las personas. Ahora tenemos que consumirla.

Vivimos en una sociedad liquida y consumista, queremos tenerlo todo y probarlo todo y profesamos poca caridad. Esta experiencia es el mejor regalo que puedo dar de mi verano con el firme deseo de que os despierte la necesidad de amar y ¿por qué no? conocer a los pescadores de santidad de Santa Teresa Benedicta de la Cruz y su gran familia. Para aventurarse con ellos solo es indispensable una gran dosis de alegría, humor, paciencia, generosidad hacia los demás y por supuesto, ganas de ser tentado a descubrir o conocer mejor a Dios.

«Os aseguro que volveremos felices porque habrán sido días grandes de Dios, días de «tocarle» en su Iglesia», cuanta razón en estas palabras de don Andrés García Serrano.