«Fuimos a rezar por la paz» - Alfa y Omega

«Fuimos a rezar por la paz»

Hace unos días, dos jóvenes rusas salían conmovidas de un hospital ucraniano donde los soldados se recuperan de las heridas sufridas en el frente. Las jóvenes formaban parte de la peregrinación de confianza que organizó la comunidad de Taizé a Rusia y Ucrania. El objetivo de la visita era iluminar la oscura realidad que se vive en estos países con la luz del Resucitado

María Martínez López
Un momento de la peregrinación, en Lyshnia, al oeste de Kiev

«Tengo que ir». Javier estaba en el Encuentro Europeo que la comunidad ecuménica de Taizé organizó en Praga la pasada Navidad, cuando se anunció que, en Pascua, iba a haber sendas peregrinaciones de confianza a Rusia y Ucrania. No dudó en apuntarse, porque «tengo amigos ucranianos y soy más sensible a la guerra en este país».

Javier era el único español entre los 85 jóvenes europeos que visitaron Kiev y Lviv la semana pasada. Unos días antes, otros tantos jóvenes celebraron en Moscú la Pascua ortodoxa.

«La principal motivación era rezar por la unidad entre los cristianos y por la paz», sobre todo en las celebraciones diarias en iglesias ortodoxas y católicas que se llenaban. «Me ha llamado mucho la atención la fe tan arraigada y la espiritualidad de los ucranianos», explica Javier.

En la primera oración al llegar a Ucrania, el Hermano Alois, Prior de Taizé, subrayó que, «a través de la resurrección de Jesús, la luz de Dios ilumina nuestra vida, incluso las oscuridades más grandes, incluso el sufrimiento y la muerte. Venimos con las manos vacías, pero nuestro corazón está lleno de amor».

Un momento de la peregrinación, en Moscú

También acompañaba a los peregrinos el Hermano Benoît. «En esos países –explica a Alfa y Omega–, a muchos les cuesta entender la situación» actual, definida por el Papa como «guerra entre cristianos». Por eso, era especialmente significativo que dos jóvenes ucranianos fueran a Moscú, y tres rusos a Ucrania. «Dos de las chicas rusas volvieron conmovidas del hospital» donde se recuperaban soldados ucranianos heridos en el frente. «También para los soldados fue muy emotivo».

Lo mejor, las familias

Los ucranianos que ha conocido Javier «intentan vivir con normalidad. Sólo quieren la paz, y no he visto ningún odio a los rusos. Visitamos un centro de refugiados donde hay familias huidas de Donetsk y Crimea; gente que se vio envuelta en un conflicto sin entender nada, y que ha dejado atrás su casa y su vida. Fue impresionante. No conocen otros países, y de repente ven con ellos, escuchándolos, a gente de Alemania, España, Francia… Estaban emocionados».

Tanto en Ucrania como en Rusia, los jóvenes han tenido visitas culturales y se han reunido con obispos y sacerdotes de distintas confesiones. Con todo, el Hermano Benoît subraya que la mejor experiencia para todos fue alojarse con familias locales. También ellas «estaban encantadas. Cada noche, toda la familia los esperaba para escuchar lo que habían hecho». A Javier, por ejemplo, lo acogió «una familia grecocatólica con dos hijos de mi edad, muy agradables. Se sentían muy apoyados».

Ahora que los jóvenes han regresado a casa, «hay una cosa que permanece: la alegría de un encuentro más allá de las fronteras» y límites, subraya el Hermano Benoît. «Una vez has experimentado esto, la próxima vez que surge la ocasión tienes menos miedo y te abres más» al otro.