Scicluna emplaza al encuentro de febrero con los obispos de todo el mundo para abordar en profundidad los abusos - Alfa y Omega

Scicluna emplaza al encuentro de febrero con los obispos de todo el mundo para abordar en profundidad los abusos

El arzobispo de Malta espera que el tema de los abusos en la Iglesia sea abordado en el documento final del Sínodo, pero cree que el encuentro de febrero con las Conferencias Episcopales de todo el mundo «será el momento en donde tendremos que plantear la cuestión no solo de la prevención, sino también de la responsabilización: creo que ese es el mejor lugar»

Vatican Insider
Foto: CNS

«No hay otros caminos hacia la humildad que la humillación». Según monseñor Charles Scicluna las crisis de los abusos sexuales de menores son una oportunidad para que la Iglesia responda a la «sed de justicia» de las víctimas y de todo el pueblo de Dios. Padre sinodal, el arzobispo de Malta fue promotor de justicia de la Congregación para la Doctrina de la Fe de 2002 a 2012 y se encargaba de los casos de pederastia en la Iglesia. Su presencia en la rueda de prensa cotidiana sobre el Sínodo sobre los jóvenes que se está llevando a cabo en el Vaticano (del 3 al 28 de octubre) se transformó inevitablemente en una conferencia de prensa sobre las noticias de los últimos tres meses y sobre las perspectivas para el futuro próximo. La asamblea sinodal, precisó el religioso maltés, no es lugar del que hay que esperarse «respuestas veloces» al tema «tremendamente trágico» de los abusos sexuales. Lo será el encuentro de los presidentes de las Conferencias Episcopales de todo el mundo convocados por el Papa Francisco; en esta cumbre especial se afrontarán cuestiones como una mayor responsabilización (accountability) de los obispos, la lentitud de la justicia eclesial, la cooperación necesaria con las autoridades civiles.

El Papa Francisco, que en 2015 lo nombró presidente del Colegio para examinar los recursos en la sesión ordinaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe en materia de delicta graviora, envió también a monseñor Scicluna a Chile para investigar sobre las denuncias contra el sacerdote pederasta Fernando Karadima, en el ojo del huracán, y de los fieles de la diócesis de Osorno en donde era obispo un alumno de este último, monseñor Juan Barros, que mientras tanto renunció.

El presente es «un momento muy importante porque uno de los frutos puede ser volverse más humildes, y no hay otro camino hacia la humildad que la humillación», dijo monseñor Scicluna al responder a la larga serie de preguntas de los periodistas que estaban en la Sala de Prensa vaticana. «¿Qué pienso sobre personas que dicen: “¡Ustedes hacen una cosa y dicen otra, vergüenza!”? Creo que tienen razón. Debemos avergonzarnos. Y creo que no hay otra manera que la humildad y el silencio. No tengo una receta instantánea, a veces estas cosas requieren mucho más tiempo del que uno se imagina. Pero al mismo tiempo creo que hay muchos sacerdotes santos ahí afuera. Como escribió el Papa, la santidad es el encuentro de mi debilidad con la misericordia de Dios. Y hay muchos sacerdotes que viven santamente y le cambian la vida a las personas. Este milagro sucede cada día y seguramente no conquista los títulos de los periódicos, como hacen las cartas y las contra-cartas, pero sucede todos los días. No lo creo: lo veo todos los días. Deberíamos tener este fuerte sentido de la realidad, no pensar que las cartas que nos mandamos son lo más importante en la Iglesia, porque de lo contrario vivimos en una burbuja. Cuando encuentras a personas que han cambiado sus vidas al encontrarse con un santo sacerdote lo comprendes, aunque sea más noticia un árbol que se quema que un bosque que crece».

Durante el Sínodo, dijo el religioso maltés, «un momento muy importante fue el mea culpa que pronunció el arzobispo Fischer (Anthony Fischer de Sídney, N. d. R.), creo que interpretó los sentimientos de muchos de nosotros. La cuestión de los abusos sexuales de menores está en el Instrumentum laboris, en el punto 66, entonces no es algo que haya entrado por la ventada, era ya un tema presente. Es una experiencia que algunos jóvenes han hecho de la Iglesia, viendo a hombres de Iglesia que dicen una cosa y hacen otra. Tengo la impresión de que el tema se ha afrontado también en todos los círculos lingüísticos, que es un tema general que tendrá que encontrar mayor espacio en el documento final. Sabemos que la mayor parte de las víctimas son jóvenes, hay que hablar de las heridas infringidas precisamente por quienes habrían debido cuidarlos: es mucho más que trágico, es tremendamente trágico. Y el Papa Francisco, rodeado de obispos de todo el mundo, tiene el mismo deseo de pasar de las palabras bellas a las acciones, para que la Iglesia sea un lugar más seguro y conducir a las diferentes culturas a que apliquen la carta circular que la Congregación para la Doctrina de la Fe envió a las conferencias episcopales de todo el mundo en 2011, para proponer líneas guía que después fueron revisadas por la misma congregación. Hay que ir a la raíz de los abusos, aumentar la responsabilización. Y no solo por lo que hacemos, sino también por todo lo que no hacemos, como ha aclarado el Santo padre con el motu proprio sobre los obispos negligentes, que fue un mensaje muy fuerte. Nosotros los obispos que somos responsables frente a Dios o a nuestra conciencia, pero también frente a nuestro pueblo».

«Pero el Sínodo no es sobre los abusos. Tenemos un encuentro importante en febrero, con los presidentes de las Conferencias Episcopales de todo el mundo —recordó Scicluna— y creo que ese será el momento en donde tendremos que plantear la cuestión no solo de la prevención, sino también de la responsabilización: creo que ese es el mejor lugar. No espero respuestas veloces en este Sínodo, hay muchas otras cuestiones en discusión, pero el encuentro de febrero es el encuentro justo para estas cuestiones».

En la Iglesia, específicamente, «se espera una mayor responsabilización de los obispos» y «creo que debemos confiar en el Papa Francisco para que se realice un sistema en donde haya mayor responsabilización». En el encuentro de febrero, del cual «por fortuna no soy el responsable», «como obispo, presidente de la pequeña Conferencia Episcopal maltesa, creo que debemos darnos cuenta, antes que nada, a pesar de provenir de países y de culturas diferentes, de que el de los abusos sexuales no es un problema vinculado a una cultura determinada o a una determinada parte geográfica del mundo, como alguno dijo en el pasado. Luego, claro, diferentes culturas tienen diferentes maneras de afrontar el problema en el campo, hay culturas en las cuales la vergüenza es el mayor obstáculo para descubrir el abuso. Pero debemos también ir a la raíz del problema. El Papa Francisco lo llama clericalismo y debemos ser más concretos para decir qué significa este caldo de cultivo, esta perversión del ministerio, debemos contrarrestar la tendencia a tratar el ministerio como una fuente de poder. Y después está la cuestión de la formación del clero, de la selección. Y también el tema de la cooperación con las autoridades civiles. Es fundamental dar respuestas a nuestras comunidades, porque el problema tiene que ver con todos nosotros». Con respecto a los jóvenes, muchos de los cuales no van a la Iglesia, «el punto no es la Iglesia o los obispos, sino Jesús: si encuentras a Jesús, quieres estar allí. Las familias no están hechas de santos, muchos so pecadores (join the club!), pero las personas siguen creando familias. A los jóvenes diría: ustedes tienen sed de justicia, sed de Dios, concéntrense sobre el rostro amoroso y tierno de Jesús, y en ese momento querrán ser parte de la familia de la Iglesia, a pesar de que esté llena de pecadores». A quien hizo una pregunta específica sobre el caso McCarrick, Scicluna respondió recordando que la equiparación entre los adultos con discapacidades con menores, en el derecho eclesial en relación con los crímenes de pederastia, es «un desarrollo en la ley de la Iglesia» introducido por Benedicto XVI: «No sé si la ley se desarrollará aún más, pero creo que hay que tomar la cuestión en consideración». Pero no en este sínodo, como sea, sino en el encuentro de febrero.

«Lo que me duele —afirmó Scicluna— es que la justicia (eclesial, N. d. R.) a veces toma un tiempo que es un poco exagerado, y este es un problema que entristece mucho al Papa Francisco; sé como testigo directo cuánto sufre el Papa por la lentitud. Pero está también la justicia civil que hay que respetar, porque las respuestas no deben darse solo dentro de la Iglesia, sino, si el delito es civil, hay que respetar la jurisdicción civil y someter al culpable (como dice Benedicto XVI en la Carta a los fieles irlandeses) a las consecuencias de sus acciones deliberadas. Como obispo, ahora, estoy del otro lado del escritorio, vivo esta experiencia como pastor de mi pueblo: padre para el sacerdote que peca, padre para la víctima. Esta es una división trágica para el obispo. Buscar la verdad es esencial, pero he aprendido, en mi servicio a mi Iglesia, una pequeña Iglesia, que debo contar con la ayuda de quien sea un experto, no puedo confiar solo en mi prudencia, porque hay una emoción espiritual, hay una cercanía que no me permite la distancia necesaria para un juicio sereno. Por ello he creado un grupo de laicos expertos que han la investigación y me dan las indicaciones para un juicio, y esto me deja bastante sereno, ser un pastor al servicio de la verdad y de la incolumidad de mi pueblo».

A los jóvenes que han sufrido un abuso «tengo poco que decir: preferiría llorar con ellos, como me ha sucedido tantas veces. Ante esta tragedia, el silencio y el llanto son la primera respuesta. Pero luego hay una gran sed de verdad y de justicia, que no es incompatible con la misericordia, porque todos necesitamos misericordia, pero la misericordia está vacía si no se respeta la verdad. Hay que decirle pecado al pecado, esta es la justicia. Cuando el Papa Francisco habla de santidad, en la Gaudete et exsultate, recuerda que Jesús hablaba de “sed y hambre” de justicia, porque la sed y el hambre son el instinto más fuerte: es como sin justicia no pudiéramos vivir, porque la sed y el hambre de justicia son radicales, fundamentales. Y, cuando encuentro a las víctimas (que ya no son jóvenes porque para hablar de una experiencia dolorosa a veces se necesitan años) encuentro una gran sed y una gran hambre de justicia, que yo comparto».

Iacopo Scaramuzzi / Vatican Insider