Juan Ramón García-Morato: «El Papa no tiene miedo a afrontar las cosas y eso, inevitablemente, produce dificultades» - Alfa y Omega

Juan Ramón García-Morato: «El Papa no tiene miedo a afrontar las cosas y eso, inevitablemente, produce dificultades»

«Tenemos un Papa que es un regalo de Dios y que no tiene miedo a afrontar las cosas. Eso, inevitablemente, produce dificultades, y las dificultades hay que vencerlas con la oración», asegura el nuevo rector de la madrileña basílica pontificia de san Miguel. Antes, Juan Ramón García-Morato trabajó durante 30 años en la Universidad de Navarra: «Los jóvenes tienen un corazón enorme y un deseo muy grande de ayudar a los demás, y son capaces de sacrificarse por esta causa»

José Calderero de Aldecoa
El nuevo rector de la basílica pontificia de san Miguel, Juan Ramón García-Morato. Foto: José Calderero

El mismo día que Juan Ramón García-Morato (Madrid, 1948) tomaba posesión en Madrid como rector de la basílica pontificia de San Miguel —el sábado 29 de septiembre—, el Papa Francisco invitaba a los cristianos a rezar a la Virgen y al arcángel san Miguel por las «situaciones difíciles» que atraviesa la Iglesia y frente a los «ataques del demonio». García-Morato, sin embargo, lee la realidad desde otro ángulo. Para el nuevo rector lo que ocurre es que «tenemos un Papa que es un regalo de Dios y que no tiene miedo a afrontar las cosas. Eso, inevitablemente, produce dificultades, y las dificultades hay que vencerlas con la oración».

Por otro lado, el llamamiento del Pontífice a la oración ha provocado que haya aumentado considerablemente la petición de estampas a la basílica con la oración a san Miguel, lo que para el sacerdote madrileño «quiere decir que la gente escucha al Papa y quiere unirse a su petición».

Juan Ramón García-Morato comienza, de esta forma, su etapa como rector, después de haber ejercido durante las tres últimas décadas como profesor y capellán universitario. Por sus manos han pasado más de 10.000 alumnos. En especial, recuerda a uno «no creyente que conocí hace años» al que «no le importó tardar más años en acabar la carrera y ayudar a una amiga suya con tal de que esta chica no acabara en la prostitución». «Los jóvenes tienen un corazón enorme y un deseo muy grande de ayudar a los demás, y son capaces de sacrificarse por esta causa», asegura.

¿Qué espera de su paso por la basílica? ¿Tiene algún proyecto nuevo pensado?
Todavía no tengo nada pensado. Me parecía más interesante y necesario primero conocer la realidad de la basílica. Aquí me he encontrado con gente muy importante que hizo la comunión en el templo en los años 50 y aquí siguen. No solo es gente a la que cuidar —que también—, sino de la que aprender y a la que escuchar. Ellos tienen que ser los protagonistas. ¿Quién le va a contar a la gente joven la historia de la basílica? Yo me puedo leer un libro y contárselo, pero es mucho más interesante que ellos transmitan la historia de la basílica con su vida.

San Miguel es una basílica pontificia. Precisamente, el Papa Francisco acaba de pedir a toda la Iglesia que rece la oración a san Miguel por la situación en la Iglesia. ¿Qué opina usted del momento convulso que vive la Iglesia?
Lo que percibo es que tenemos un Papa que es un regalo de Dios y que no tiene miedo a afrontar las cosas. Eso, inevitablemente, produce dificultades, y las dificultades hay que vencerlas con la oración. Eso es lo que nos ha recomendado este mes, rezar el rosario, la oración del amparo a la Virgen y la oración a san Miguel para que cuiden de la Iglesia.

Es evidente, basta leer la prensa, para ver que hay mucho tomate, diciéndolo coloquialmente. En el fondo, me parece que se trata de pedir por la unidad. El Espíritu Santo ha elegido, Dios siempre es sorpresa y las sorpresas siempre nos cogen con el pie cambiado. Por eso, con la ayuda de Dios y con estas oraciones que nos ha pedido el Papa, hay que recuperar el paso.

Ahora que es usted rector de una basílica pontificia dedicada a san Miguel, no sé si siente especialmente cercano este llamamiento del Santo Padre… ¿Ha pensado hacer algo al respecto en la basílica?
Para lo que pide Francisco, nosotros no somos más importantes que el resto porque el llamamiento es para todos los fieles. Sí que es cierto que al ser basílica pontificia eso supone una mayor cercanía con el Papa, a través del nuncio apostólico. Por ello, de alguna manera, nos sentimos más interpelados, pero no porque seamos más protagonistas sino porque tenemos a san Miguel ahí constantemente.

Lo que hemos pensado es una cosa muy sencilla. Vamos a seguir el llamamiento del Papa de la forma que lo ha pedido el Papa. Antes de la última Misa del día está planificado el rezo del rosario y, durante este mes de octubre, estará acompañado de la invocación a la Virgen «Bajo tu amparo nos acogemos…» y de la oración a san Miguel. Es una ayuda para quien quiera secundar la petición del Santo Padre de forma comunitaria.

Porque para quien quiera hacerlo personalmente, ahí tiene la estampa con la oración a san Miguel que ofrecéis en la basílica…
Efectivamente. Pero vamos a tener que hacer una nueva tirada porque últimamente nos están pidiendo muchas. La tenemos en todos los idiomas. La gente muestra interés, lo cual es bueno porque quiere decir que escuchan al Papa y quieren unirse a su petición.

Foto: Archimadrid

Ha sido profesor y capellán en la Universidad de Navarra durante tres décadas, ahora que se ha jubilado de esta tarea, ¿cómo ve a la juventud española? ¿Hay futuro?
Mucho. Es genial. Yo me pongo nervioso cuando la gente dice cosas negativas de la gente joven. Los jóvenes, incluso de los que se podrían decir cosas negativas, tienen un corazón enorme y un deseo muy grande de ayudar a los demás, y son capaces de sacrificarse por esta causa. A lo mejor no creen en nada, a lo mejor su vida está muy desarreglada, pero hacen verdaderos sacrificios. Te pongo un ejemplo, conocí hace años a un estudiante que no era creyente, pero que no le importó tardar más años en acabar la carrera y ayudar a una amiga suya con tal de que esta chica no acabara en la prostitución. Es una persona que no cree, pero que no se plantea dejar abandonada a una persona.

Me he encontrado con muchas lecciones de este tipo en mi vida. Siempre me pregunto: «¿Yo hubiera sido capaz de hacer algo parecido?». Pues no lo sé. Sé que me hubiera gustado haber sido capaz, pero no me he encontrado nunca en esa situación. Pensando en ello ahora, me da envidia y me hubiera encantado haber sido capaz si me hubiera tocado.

Con las personas que no creen, he comprobado una cosa: no están rechazando a nada, es que no han recibido nada, o lo que han recibido es como para salir corriendo. Lamentablemente, la pedagogía de la fe no siempre es acertada. Seguramente, cualquiera de nosotros, ante ese rostro deformado de Cristo, también diríamos: «Yo no quiero nada de este». Pero esa gente no creyente que es capaz de sacrificarse por los demás, a medida que se encuentran con testigos del amor de Dios, se plantean cosas. En cambio, si se encuentran con alguien que les explica ese amor de Dios, se hartan.

Y ahora que estamos en pleno Sínodo, ¿cómo ve el futuro de los jóvenes dentro de la Iglesia? En la primera intervención del Papa hablaba de una deuda de escucha en la Iglesia…
Me parece que si no les tenemos miedo, aportarán cosas muy valiosas. Simplemente, uno tiene que estar con la actitud de «yo no soy, necesariamente, el maestro en todo. No soy el que lo sabe todo». He tenido la suerte de haber participado en prácticamente todas las últimas JMJ. En todas, he percibido una vibración y una fuerza imponentes, pero son generaciones distintas. Ahora mismo, la gente necesita ser escuchada sin prejuicios y nosotros tenemos que ver qué podemos aprender de ellos.

En mi despedida de profesor y capellán en la Universidad de Navarra, el decano de Medicina me dijo, por si me interesaba, que había dado clase a más de 10.000 personas. Y con una parte grande de ellos, he podido hablar confiadamente. Esto me lleva a pensar que tengo una biblioteca que nadie ha leído y nadie leerá jamás, pero que a mí me ha enriquecido de una manera increíble. Me parece que soy un afortunado a más no poder. Yo tengo una confianza profunda, a priori, de cualquier persona joven. No dudo de su rectitud, aunque esté en la droga, aunque esté en una situación familiar compleja, aunque su sexualidad sea la que sea. Siempre hay en sus vidas un fondo de luz, pero lo que pasa es que necesitan encontrarse con alguien que les dé esperanza.

En este sentido, yo siempre recuerdo a una amiga de la familia que el día de mi primera Misa me dijo una cosa fantástica: «Dile a tus colegas, y me miró con cara de “y toma nota tú”, que cuando voy a confesarme no voy a que me digan que soy mala, que eso ya lo sé, voy a que me ayuden a ser buena». Me la encontré casualmente el otro día por Madrid y le dije: «no sabes el bien que has hecho a mucha gente porque, desde aquello, jamás se me ha ocurrido echarle nunca la bronca a nadie por hacer las cosas mal” porque lo que necesitan no es una bronca si no un abrazo. La gente responde si no es juzgada, pero si la juzgas se acabó.

Foto: José Calderero

Ha tenido un constante contacto con los jóvenes. Fruto de ese diálogo sobre los temas más diversos, han surgido tres de sus libros: • Crecer, sentir, amar. Afectividad y corporalidad. • Creados por amor, elegidos para amar. • Aprender a querer, saber vivir. ¿Con una sociedad tan hipersexualizada como la nuestra, los jóvenes son receptivos hoy al mensaje de la Iglesia en este campo? ¿Son capaces de atender y seguir este mensaje de la Iglesia?
Pienso que sí son capaces, pero que es un largo camino. En los últimos años, he comprobado que el único mensaje que han recibido sobre educación en la sexualidad está específicamente referido a lo físico y lo sensible. Desde ese punto de vista, todo es coherente. Entonces, ¿cómo hacer para que se den cuenta de que la sexualidad no es sin más un mecanismo, sino que forma parte de la persona?

Lo que la Iglesia muestra acerca de la sexualidad podría ser comprendido por todo el mundo. Sin embargo, en la realidad, no es así. Ahí entra en juego el lenguaje. Tiene que ser comprensible. Si uno explica las cosas desde arriba, se acabó el diálogo. Pero si uno va explicando las cosas tranquilamente desde abajo, a lo mejor la gente puede llegar a decir: «comprendo porqué la Iglesia Católica lanza este mensaje aunque me parece utópico o al menos no estoy dispuesto a compartirlo. Pero, por lo menos, lo comprendo».

Hubo un año, en 1992, que mis alumnos de la asignatura opcional de Introducción al cristianismo me lanzaron un reto. Me dijeron: «Eres médico, eres cura, sabes antropología. ¿Por qué no, en vez de dar, el programa de la asignatura hacemos un programa nuestro solo sobre la sexualidad? Empezando desde abajo y hasta donde lleguemos». Acepté el reto. Fue exigente, aunque nos lo pasamos muy bien. Tenía que ir paso a paso, sin mencionar la revelación de entrada, para que tanto ellos como yo pudiéramos empezar a caminar en este sentido juntos. Es posible que los jóvenes lleguen a comprender la sexualidad como una forma de expresar el amor como no hay otra en este mundo, y que además lo entiendan como algo que te constituye a ti mismo como persona y que te abre cauces para llenar el mundo de amores grandes, haciéndolo más humano y más justo. Pero claro, eso lleva su tiempo.

Es usted médico y ha ejercido también de cirujano. ¿Qué es más difícil lidiar con un paciente, con un alumno o con un feligrés?
Un paciente ante el médico, se entrega por completo porque está indefenso. El médico tiene que tener mucho cuidado de no ser prepotente. La bata blanca es suficiente para que ya uno baje las defensas, se entregue, confíe y no haya ningún problema.

Con los alumnos, siempre me he entendido muy bien. Con el 100 % no, eso sería absurdo. La clave se encuentra en hablar de igual a igual, entonces no hay ningún problema. Tengo la suerte de que mis conversaciones con gente de entre 18 y 25 años, que han sido mucha a lo largo de los años, han actualizado mi sistema operativo automáticamente sin darme cuenta.

Eso es precisamente lo que creo que voy a echar de menos como rector de la basílica. Estoy en un sitio por el que no creo que pasen multitudes de personas por delante de mi puerta y llamen para entrar. De todas formas, espero que mis amigo y conocidos vengan a verme, con sus amigos, y luego ya veremos qué hago. Aunque sí tengo claro que después de este Sínodo hay que prestar mucha atención a la gente joven.

Y eso que usted ha tenido alumnos ilustres. Me refiero a Luis Piedrahita. Creo que le ofreció un papel…
Hubo un año que, estando en Medicina, el rector me propuso bajar a Comunicación. Luego, por circunstancias de la vida, volví a Medicina. Todos los años los de Comunicación Audiovisual hacen un proyecto que es un corto cinematográfico. Yo no sé por qué, ni cómo se le ocurrió, pero de pronto apareció un tipo en mi despacho y se presentó: «Hola, soy Luis Piedrahita, y vengo a proponerle que sea el protagonista del corto de nuestro grupo». No lo recuerdo muy bien, pero creo que la idea del corto era que yo era el protagonista, era el malo y llevaba una especie de careta. Al final, resultaba ser el profesor de Ética. No me dio la vida para aceptar. Ahora podría haber sido famoso.