La de las patas cortas - Alfa y Omega

La de patas cortas, más conocida como la mentira, parece que hoy ha querido ir más allá.

Una de las cosas buenas que tiene la asignatura de Religión católica es que no es una isla, algo cerrado y solo para nosotros. Hoy han llegado los alumnos de 3º de ESO a clase, a primera hora, diciendo que tenían unas preguntas muy importantes que hacer y que les habían surgido en la clase de Lengua, cuya profe les ha mandado «a la de Religión» para que diese respuesta a lo siguiente: «¿Por qué o para qué mentimos?», «¿se puede mentir?», «¿la mentira está justificada si trata de salvar nuestra imagen o la del otro?», «¿puede un médico ocultar la verdad a un paciente?», «¿si hacemos chuletas para copiar en un examen estamos mintiendo?», «¿mentir es pecado?».

Como podéis suponer, las respuestas y justificaciones han sido de lo más variopinto. Por ejemplo, «que ahí está Dios para señalarnos con su gran dedo», que las «mentirijillas piadosas nos dejan aliviados en muchas ocasiones», que el «efecto bola que causan nos pueden complicar aún más».

Lo más importante de todo esto no han sido los discursos relativistas, filosóficos, teológicos y hasta psicológicos que hayamos podido hacer, sino el encuentro provocado entre varias disciplinas –el diálogo y el debate–, y, lo mejor de todo, haber llegado a una única conclusión: que pase lo que pase y sea la circunstancia que sea, «siempre la verdad nos hará libres». No solo por el hecho de vernos liberados del sentimiento de culpabilidad o de que no te pillen en la mentira, sino porque la verdad hace de nosotros personas íntegras y coherentes en las que los demás pueden tener confianza, aunque a veces la verdad sea dolorosa. El referente más claro lo tenemos en Jesús, que nos dio ejemplo porque toda su vida fue una verdad absoluta en todos los sentidos y con todas las personas.

La conclusión de este día es que seguiremos siendo una asignatura abierta a otras opiniones y formas de pensar. Que todos podemos pensar distinto y compartirlo sin miedo a equivocarnos y sin necesidad de mentir.