La Cámara Santa de Oviedo, en todo su esplendor - Alfa y Omega

La Cámara Santa de Oviedo, en todo su esplendor

Han sido necesarios tres años de estudios en profundidad y de trabajo para recuperar el que se conoce como El relicario de Oviedo, de España y de la cristiandad. La Cámara Santa, capilla prerrománica de la catedral de El Salvador, vuelve a abrir sus puertas, mostrando una nueva disposición de sus reliquias y un aspecto que recupera muchos detalles escultóricos y arquitectónicos hasta ahora ocultos por el paso del tiempo

Anabel Llamas Palacios
La Cámara Santa, vacía, antes de la restauración

La Cámara Santa de la catedral de El Salvador, en Oviedo, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1998. Se trata de una capilla prerrománica del siglo IX, considerada como la capilla palatina del rey Alfonso II el Casto.

Los apóstoles san Pedro y san Pablo.

Su interior alberga, a modo de gran relicario, un conjunto de reliquias tan importantes e históricamente veneradas como el Santo Sudario, la Cruz de la Victoria, la Cruz de los Ángeles, el Cristo de Nicodemo, o la Caja de las Ágatas, entre otras muchas. Precisamente por albergar semejante tesoro, la Cámara Santa ha sido, desde sus comienzos, un lugar de peregrinación para personas llegadas de múltiples lugares del mundo, que solían recalar en Oviedo para venerar el Santo Sudario, y continuar luego hacia Santiago. Por eso, en la ciudad se hizo famoso el refrán que dice: Quien va a Santiago y no al Salvador, visita al criado, pero no a su Señor.

Detalle de los ojos del apóstol santo Tomás.

La tradición cuenta que el propio rey Alfonso II el Casto ayudó a transportar hasta dicha capilla el Arca Santa, que estaba enterrada en el Monsacro para ocultarla de la invasión musulmana. Aquel Arca era originaria de Jerusalén, según se explicaba, y su interior albergaba numerosas e importantes reliquias. En el año 1075, el rey de León, Alfonso VI, acudió a venerarlas, y consiguió que el obispo le abriera el Arca, algo que hasta el momento nunca había sucedido. Para dar ese paso histórico, ayunaron durante toda una semana y, en aquel acontecimiento -que coincidió en Viernes Santo, según recogen las crónicas-, se encontraban presentes desde los obispos hasta los nobles del lugar, y entre las firmas de los asistentes está la de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador.

Infografía con la nueva disposición de la Cámara Santa, con el Santo Sudario, el Arca Santa (izquierda) y las Cruces.

Tal y como explica el canónigo y director del Museo de la catedral, don Agustín Hevia Ballina, «en aquella enumeración, que supuso el primer inventario, se registraron más de 300 reliquias. El cronista que lo recogió quería dar la impresión de que era un número muy alto, y lo expresó diciendo que se trataba de un número tan crecido de reliquias que sólo Dios podría contarlas».

El Arca Santa

Analizando el contenido del Arca, y aunque no se puso en primer lugar en la enumeración original, se encuentra el Santo Sudario, considerado como la reliquia más importante de las halladas en su interior. Se trata de una tela de lino, datada en el siglo I, que tiene manchas de sangre y que aún está siendo analizada por los expertos. De ella afirman que sólo se ha extraído un 5 % de toda la información que la tela contiene. La catedral de Oviedo tiene como costumbre exponerla en tres ocasiones a lo largo del año: el Viernes Santo y el primer y último día del Jubileo de la Santa Cruz: los días 14 y 21 de septiembre.

Santo Sudario de la Pasión del Señor, conservado en la Cámara Santa de Oviedo.

Además, el Arca Santa contenía en su interior más reliquias relacionadas con la Pasión de Cristo. Explica el director del Museo de la catedral que «se enumeran cinco espinas de la corona, un Lignum Crucis o fragmento de la Vera Cruz, un trozo de la Síndone -que es de una tela de lino diferente a la del Santo Sudario-, y después hay reliquias también de la Santísima Virgen, de los apóstoles, y de un gran número de mártires, de las primeras persecuciones cristianas de las catacumbas».

Y continúa: «Junto con el contenido del Arca Santa, hay que resaltar las Cruces: la de la Victoria, la Cruz de los Ángeles, la Arqueta de las Ágatas y la Cruz de Nicodemo, una cruz románica del siglo XI, en cuya base se halla incrustada, en cristal de roca, un fragmento de la Vera Cruz».

Detalle de un capitel de la Cámara Santa, después de los trabajos de restauración.

La restauración

A pesar de ser la Cámara Santa «santuario especialísimo de la catedral de Oviedo», tal y como la describía su Deán, don Benito Gallego, su proyecto de reforma no estaba contemplado dentro del Plan Director de Catedrales, que comenzó en el año 1996 y que tantas emergencias ayudó a solucionar, en el templo de El Salvador y en tantas otras catedrales españolas. La ingente labor de restauración y limpieza, que se ha llevado a cabo dentro de ella, ha podido efectuarse gracias al Plan del Prerrománico, de la Consejería de Cultura del Principado de Asturias. Para ello, numerosos científicos y expertos, desde arqueólogos hasta petrólogos, estudiaron minuciosamente las técnicas y procedimientos que había que aplicar a las distintas superficies, desde las superficies marmóreas de la arquitectura prerrománica, hasta las paredes, las bóvedas o las esculturas de los apóstoles. Entre las tareas que se realizaron, tal y como explica don Jorge Hevia, arquitecto y director de las obras, estuvo la de «limpiar y tratar todas y cada una de las distintas superficies, sin pérdida de información, como grafitis, policromías, pátinas, marcas de cantero, marcas de conservación, etc., y la recuperación escultórica y decorativa, veladas anteriormente por una costra de ennegrecimiento. Al retirar esa costra, descubrimos que la piedra tenía una especie de pátina pajiza imitando al marfil, como si hubieran querido que la Cámara Santa fuera en sí misma un relicario gigante de marfil. Encontrar esa pátina original fue una gran satisfacción».

Detalle de un capitel de la Cámara Santa, después de los trabajos de restauración.

Gracias a esta restauración, se ha recuperado la legibilidad escultórica, tal y como describe el arquitecto: «Antes no se veía nada, y ahora se ve todo; además, se pueden apreciar detalles que antes pasaban inadvertidos, como la pupila azul zafiro del incrédulo santo Tomás. También apareció una cruz de consagración incisa en una de las bases, realizada con la misma tecnología de construcción con que se hacen las marcas de cantero, pero con la diferencia de que el fondo está tintado en un color sanguina».