Un Sínodo sin descuentos ni rebajas - Alfa y Omega

Un Sínodo sin descuentos ni rebajas

Los jóvenes exigen un horizonte amplio. Por eso, el Sínodo de los obispos que está a punto de concluir en Roma y que durante tres semanas ha debatido sobre los grandes desafíos de la juventud, no propone «descuentos» ni «rebajas». Ni en la doctrina de la Iglesia, ni en su enseñanza sobre la sexualidad ni, mucho menos en la propuesta de una espiritualidad realmente católica para los tiempos actuales. Dos asistentes a esa cumbre, un cardenal sudamericano y un joven italiano que presta servicio en Uganda, anticipan a Alfa y Omega los temas centrales del documento conclusivo que, a estas horas, está siendo discutido y enmendado antes de ser entregado al Papa

Andrés Beltramo Álvarez
El obispo Mark Stuart Edwards, auxiliar de Melbourne, Australia,  junto a Anastasia Indrawan, delegada de los jóvenes de Indonesia, antes del comienzo de una sesión del Sínodo el 9 de octubre. Foto: CNS

«De este Sínodo saldrá una Iglesia que quiere hacer una opción decidida por los jóvenes pero, sobre todo, una opción con los jóvenes. La Iglesia está llena de ellos, aunque es cierto que muchísimos están fuera. El desafío es acompañarlos», constata a este semanario Daniel Sturla Berhouet, arzobispo de Montevideo (Uruguay).

Si bien el cardenal reconoce que jamás se podrá abarcar toda la realidad juvenil en una asamblea, recuerda que la clave del Sínodo ha sido la escucha de un mundo variopinto, donde muchachos y muchachas no afrontan solo los problemas característicos de Occidente, sino otros graves desafíos como la persecución religiosa o la trata de personas. «En Vietnam, por ejemplo, escuchamos testimonios de una fuerza descomunal, a diferencia de los jóvenes europeos, a los cuales el mensaje cristiano no les dice nada», constata.

Iniciado con gran expectativa el 3 de octubre, precedido por los escándalos de abusos sexuales cometidos por clérigos en varias latitudes, la asamblea episcopal parecía destinada a echar chispas. Pero el ambiente dentro del Aula Nueva del Sínodo fue menos incendiario de lo que auguraban algunos medios de comunicación. Salvo algún caso aislado, los padres sinodales y oyentes se muestran satisfechos con el tono de los debates, una mezcla de libertad sin cortapisas, realismo y deseo de buscar respuestas reales a las crisis de los jóvenes.

Contrario al sentir en amplios sectores de la sociedad civil, para el cardenal Sturla los escándalos de la Iglesia no determinan el alejamiento de los fieles católicos. «Estoy seguro de que no», asegura. Aunque reconoce: «Los pecados y errores de la Iglesia contribuyen a la indiferencia de muchos y al no acercamiento de los que ya están lejos». Pero aclara que quienes verdaderamente han vivido una experiencia de Iglesia, en su mayoría, la consideran positiva. Sin minimizar el impacto de los abusos, que ha vivido incluso en personas cercanas a él, Sturla llama a no equivocar el foco.

Se anima a diferenciar entre los jóvenes que están presentes, quienes se han alejado y los ausentes. Estos últimos, «posiblemente la mayoría», para nada están interesados en lo que la Iglesia tenga que decir, señala el purpurado. Para los que sí están dentro, el desafío es que sean cada vez más protagonistas; para los alejados, es necesario ayudarlos a encontrarse con Cristo. Y para los demás, mantener una «mirada compasiva y de puertas abiertas de la Iglesia».

Estas tres categorías han sido el centro de los trabajos durante el Sínodo, que lleva por título Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional. Los 267 padres sinodales y los 49 oyentes, entre ellos 34 jóvenes de diversas nacionalidades, alternaron sus intervenciones entre discursos ante el pleno y discusiones en los 14 círculos menores lingüísticos, donde se redactaron los modos, propuestas específicas que alimentarán el documento final.

De estos modos surgieron iniciativas interesantes. Un padre sinodal propuso la creación de un Pontificio Consejo para los Jóvenes en la Curia Romana; otro más pidió realizar un Sínodo especial dedicado al tema de la mujer. Pero, según Sturla, esas ideas «no tendrán resonancia», porque «nuevas estructuras no es lo que debemos hacer». «El desafío está en las bases, en las comunidades concretas, con una apertura real a los jóvenes. Otra cosa es que exista mayor apertura a la presencia juvenil en las estructuras que ya existen, tanto en la Santa Sede como en las estructuras locales», matiza.

En lo que respecta a la percepción, trasmitida por algunos medios, de que el Sínodo ha «rebajado» el mensaje cristiano, el cardenal uruguayo se muestra categórico: «Para mí, si la Iglesia diluye el mensaje del Evangelio, no solamente se traiciona a sí misma y a Jesús, sino que, además, no convence a nadie. El desafío es cómo presentar hoy, de un modo renovado, el mensaje perenne del Evangelio. Si no, construimos otra cosa que no tiene nada que ver».

Obispos y jóvenes en el aula sinodal el pasado 18 de octubre. Foto: CNS

Cercanía a las personas homosexuales

Para Matteo Servegnini, uno de los oyentes de la asamblea, las conclusiones insistirán en la necesidad de una Iglesia auténtica, «que sea más testigo y menos maestra, porque los corazones exigen un testimonio real». Una Iglesia que aprenda la gramática de la nueva comunicación, que redescubra la sexualidad y el valor del cuerpo sin complejos, que se ocupe de las cuestiones sociales y laborales, que predique la acogida a los migrantes, porque la aceptación es una posibilidad para conocerse uno y a los demás.

«De los diversos discursos, entre cardenales y obispos, no noté un relajamiento o una adecuación», subraya este profesor de 27 años, que desde 2012 dirige una escuela de educación secundaria en Kampala, Uganda.

Como ya emergió en las comunicaciones periódicas sobre el Sínodo, ofrecidas por la sala de prensa del Vaticano, el tono de acogida, inclusión y acompañamiento caracterizará al documento final. Sobre todo hacia aquellos que más sufren, como los migrantes, o incluso hacia las personas homosexuales.

«Queríamos asegurarnos de que se dijera algo que fuera incluyente para todos. ¿Qué dirá el documento final a los homosexuales? Creo que todo el documento tendrá algo que decirle a todos», explicó Blase Cupich, cardenal arzobispo de Chicago. «¿No somos todos pecadores? ¿No estamos todos en búsqueda de ser encontrados por Dios? Estamos llamados a tomar nuestras vidas y llevar la cruz. A mis amigos homosexuales y lesbianas les hablo de la amistad de Dios, y juntos tratamos de entender cómo seguir adelante», completó Peter Andrew Comensoli, obispo auxiliar de Melbourne (Australia).

La homosexualidad, la moral sexual de la Iglesia y los abusos podrían ser los asuntos más espinosos del Sínodo. Sobre este último aspecto, destacó la voz de otra oyente: Corina Mortola Rodríguez, mexicana, quien dice a Alfa y Omega que, si bien los jóvenes dejaron en claro que la transparencia y la erradicación de ese flagelo es prioridad, la respuesta no puede ser repartir culpas con rabia. «Tenemos que actuar y poner las cartas sobre la mesa, pero esta Iglesia no es de unos, es de todos, y no porque uno se equivoque deben pagar todos. Hay que dejar de generalizar y hay que ponernos en acción, frenando estos acontecimientos, plantando cara a las problemáticas. Al mismo tiempo, qué fácil es echar la culpa a los otros y qué difícil es ponernos también de su lado, para trabajar en conjunto», subraya.

Servegnini, por su parte, destaca la actitud de escucha y humildad de muchos obispos durante el Sínodo, y considera que esta se ha profundizado por los escándalos. «He visto a gente que pide perdón, en una posición casi arrodillada», dice.

Constata que los jóvenes, como les ocurre a los adultos, no quieren que les impongan las cosas. Porque nadie desea ser manejado. Pero reconoce la necesidad de los corazones de ser despertados. Para superar la apatía, la depresión, la ansiedad o la soledad en la que caen muchos de ellos.

Por eso, apunta: «El corazón debe ser sacudido, porque la realidad ha sido creada para ser habitada. El Papa Francisco nos dijo que no estamos hechos para estar las 24 horas en un sofá, sino para caminar hacia un horizonte. Ninguno quiere ser controlado e influenciado, pero todos necesitan despertarse, de este Sínodo esperamos un grito que pueda sacudir el corazón de los jóvenes y de todos. Entender que Cristo es un evento real, tan radical que despierta el corazón».