¿Quién es mi prójimo? - Alfa y Omega

¿Quién es mi prójimo?

No son iguales las decisiones de un político desde la soledad de su despacho, que la del que conoce las necesidades de las personas necesitadas porque ha reído y llorado con ellas

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Foto: REUTERS/Chris Helgren

Con el lema Este pobre gritó y el Señor lo escuchó, se celebra el domingo por segundo año la Jornada Mundial de los pobres, instituida por Francisco. El Papa pide a la Iglesia un examen de conciencia sobre su respuesta a las incontables situaciones de sufrimiento, soledad, injusticia… que existen en el mundo. Una solicitud –matiza– que «no puede limitarse a una forma de asistencia», sino que debe afrontar las causas de estos problemas. Y sin embargo, lo que los Pobres necesitan en primer lugar no son grandes políticas sociales. Antes de eso el Papa urge a reconocer en el pobre a un igual o –aún más– a un hermano. Desde una perspectiva de fe –recuerda–, «los pobres nos evangelizan, ayudándonos a descubrir cada día la belleza del Evangelio». Y lo demás vendrá por añadidura… O no vendrá nunca, si falta ese reconocimiento previo de la dignidad incondicional del otro.

Esto se puede aplicar a todos los niveles. En una época en la que, con razón, se insiste en la responsabilidad del Estado en combatir la exclusión social, no son iguales, ni pueden serlo, las decisiones de un responsable público desde la soledad de su despacho, que la de quien conoce de primera mano las necesidades de las personas necesitadas porque conoce dónde y cómo viven, y ha reído y llorado con ellas. Por ello es tan importante el fomento del voluntariado juvenil, ya que facilita que quienes llevarán las riendas de la sociedad el día de mañana no conozcan la pobreza solo por la prensa.

Menos justificable sería aún que la experiencia del cristiano de esa pobreza proviniera solo de las páginas del Evangelio, cuando tiene abundantes ejemplos a su alrededor, a poco que abra los ojos. En la España de hoy, tan diferente de la sociedad rural que había no hace tanto tiempo, el pobre es hoy en gran medida la persona migrante, a menudo en situación administrativa irregular, que malvive acumulando trabajos precarios o en la economía sumergida. Muchos son de religión y cultura diferentes a la nuestra. Pero al prójimo no se le elige, simplemente se le ama o no se le ama. ¿Sí o no? Esa es la pregunta tan simple que lanza hoy el Papa Francisco.