«Quien entre en una iglesia ha de salir con la experiencia de haberse encontrado con Jesucristo» - Alfa y Omega

«Quien entre en una iglesia ha de salir con la experiencia de haberse encontrado con Jesucristo»

La Universidad Pontificia Comillas organiza una jornada sobre la relación entre arquitectura y liturgia, entre estética y oración

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Foto: Diócesis de Córdoba

«Yo les digo a mis alumnos que una iglesia cumple su función cuando una persona la visita y al salir ha tenido la experiencia de haberse encontrado con alguien, y no con algo. Es decir, una iglesia ha de ofrecer a quien entre la experiencia de haberse encontrado con Cristo; y si no, no es una iglesia», dice Fernando López Arias, profesor de Teología litúrgica en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, en Roma, que participa esta semana en la jornada de estudio Arquitectura y Liturgia. Claves del siglo XXI para hoy, organizada por la Universidad Pontificia Comillas.

Para López Arias, el objetivo esencial del edificio religioso católico «no es el encuentro con la comunidad, ni tampoco con lo trascendente en un sentido general, o lo totalmente Otro, sino que una iglesia ha de ser el lugar del encuentro con Jesús vivo. Si lo consigue, es una buena iglesia; si no, puede ser un bonito espacio sacro, pero nada más».

Este objetivo se consigue con una buena combinación de diferentes elementos: «imágenes, iconografía, luz, color, materiales..», pero además la proyección estética de una iglesia o parroquia no se limita solo al interior, sino también al exterior del templo, que «de algún modo debe transmitir al mundo un motivo de esperanza y de comunicación con Dios», atractivo y reconocible.

López Arias alude asimismo a la arquitectura eclesial posterior al Concilio Vaticano II, aclarando que el Concilio «ofrece algunas alusiones, pocas y muy generales, sobre lo que debería ser el edificio de la iglesia», pero después «se han popularizado mil teorías, interpretando los textos conciliares de modos muy distintos. Al Concilio se le atribuyen muchas cosas que en realidad no dijo, y esto ha sucedido también en liturgia y en arquitectura; por eso hay que hay que relativizar algunos dogmas sobre este ámbito que en realidad no lo son tanto».

Yendo a lo esencial, los padres conciliares «señalan que, antes que nada, una iglesia católica es una casa de oración», dedicada «tanto a la celebración litúrgica como a la oración fuera de la liturgia». Pero las indicaciones concretas sobre cómo llevar a cabo este fin no las da el Concilio sino dos instrucciones posteriores de la Congregación de Ritos, y sobre todo la introducción general al Misal Romano.

50 años después de todo aquello, a la hora de hacer balance, Fernando López Arias opina que «por distintas razones este principio de hacer de cada iglesia una casa de oración y celebración todavía no se ha conseguido», ya que la arquitectura de las últimas décadas «se centró en los aspectos funcionales celebrativos de la iglesia, sobre todo en lo relativo a la celebración de la Eucaristía», descuidando aspectos esenciales como «la oración extralitúrgica» y la concreción simbólica, «en el interior y hacia el exterior», de la iglesia.

Sin embargo, hay signos de esperanza, pues estos dos últimos aspectos estéticos del edificio «se han recuperado en construcciones modernas de los últimos 15 ó 20 años, hasta el punto de que hoy nadie se conforma con poner un altar sin imágenes o con un simple crucifijo esbozado. Hoy nadie duda de que una iglesia de nueva construcción debe tener un programa iconográfico que permita el encuentro con Jesucristo también a través de lo visual».