Salvar la vida al asesino de tu padre - Alfa y Omega

Salvar la vida al asesino de tu padre

Suezann Bosler perdió a su padre, pastor de una iglesia en Florida, en vísperas de la Navidad de 1986. Ella sobrevivió al ataque y desde entonces ha dedicado su vida a extender por el mundo el poder restaurativo del perdón. No solo perdonó a su agresor, sino que luchó para que no fuese condenado a muerte. Lo consiguió. Acaba de estar en España, invitada por la Comunidad de Sant’Egidio, con motivo del Día Internacional de las Ciudades por la Vida

Fran Otero
Suezann Bosler durante una conferencia. Foto: journeyofhopediary.blogspot.com

Quedaban apenas tres días para celebrar la Navidad de 1986 cuando Suezann Bosler y su padre, pastor de una iglesia en Miami, llegaban a casa de realizar unas compras navideñas. Mientras empaquetaban los regalos, un hombre llamó al timbre. Hasta ahí todo normal, pues, como cualquier casa parroquial que se precie de serlo, tenía las puertas abiertas las 24 horas del día. Pero esa noche quien accedió a la vivienda fue un hombre armado que acuchilló al pastor Bosler más de 20 veces y cinco a su hija, que trató de defenderle. El ministro falleció, mientras Suezann consiguió sobrevivir, aunque tuvo que ser sometida a cirugía por una puñalada en la cabeza que le había alcanzado el cerebro.

El agresor, James Bernard Campbell, fue posteriormente detenido y dos veces sentenciado a muerte, condenas que consiguió paralizar la propia Suezann años después del ataque y tras haber contratado a un abogado para hacerlo realidad. Quería cumplir así la voluntad de su padre, quien, en una conversación años atrás sobre la pena capital, le había confesado que si alguien algún día le asesinaba, no quería que se le aplicase esa condena. Para ello tuvo que enfrentarse incluso al tribunal que juzgó a su agresor, pues la defensa vehemente de la vida por Suezann provocó que la amenazara con multas y penas de prisión por ultraje.

No fue fácil para Suezann tener que volver una y otra vez a aquella noche del mes de diciembre, pero lo hizo. Solo cinco años y medio después del suceso, pudo perdonar a su agresor y asesino de su padre. Su fe lo ayudó en este proceso. «Cuando le perdoné, me convertí en una nueva persona. Desapareció la rabia, la sed de venganza… Ya no necesitaba que él me dijera que lo sentía o que me diera las gracias por salvarle la vida. Descubrí que el perdón no era para él, es para uno mismo», reconoce en entrevista con Alfa y Omega, durante su visita a Madrid, donde ofreció su testimonio en un acto organizado por la Comunidad de Sant’Egidio en el marco del Día Internacional de las Ciudades por la Vida, celebrado el pasado 30 de noviembre.

El Congreso de los Diputados, iluminado en la jornada Ciudades por la Vida de 2011. Foto: EFE/Kote Rodrigo

Tras el juicio en el que conmutaron la pena capital, Bosler envió a su abogado para que le preguntase a James Bernard Campbell si quería verla, pero no aceptó. «Estaba enfadado conmigo porque había sobrevivido y, por tanto, sido testigo de su crimen. Creía que si yo hubiese muerto, él no estaría en la cárcel», explica.

A raíz de la experiencia de perdón, Suezann decidió dedicar su vida a recorrer el mundo y contar su historia, a mostrar a la gente que hay otra forma de afrontar la violencia y los crímenes, a hablar sobre «el error» que se comete cuando se opta por la pena de muerte. Y lo hace de manera formal, pues es cofundadora de la asociación Viaje a la esperanza… De la violencia a la sanación, que integra a familiares de víctimas de asesinatos y a través de la que defienden que no se puede responder a la muerte con más muerte.

Una y otra vez, Suezann Bosler insiste en la necesidad de acabar con la pena de muerte. Le duele especialmente que en su país, Estados Unidos, todavía haya seis o siete estados que llevan a cabo ejecuciones y que su estado, Florida, sea uno de los líderes de esta macabra clasificación. «Matando a quien ha asesinado a mi padre no le devuelve la vida y nosotros no podemos decidir cuándo alguien debe morir», concluye, al tiempo que afirma que acabar con la pena capital es «un gran desafío» que hay que afrontar concienciando a la ciudadanía y colocando el tema en la agenda pública, algo que, confesó, «Sant’Egidio nos está ayudando a hacer».