La Iglesia y la Generalitat de Valencia colaboran en la integración de los pasajeros del Aquarius - Alfa y Omega

La Iglesia y la Generalitat de Valencia colaboran en la integración de los pasajeros del Aquarius

A la explosión de solidaridad que se produjo hace ya cerca de 6 meses con la llegada del Aquarius a Valencia, ha seguido un trabajo a menudo invisible para facilitar la integración de los migrantes rescatados. Cáritas, el Servicio Jesuita a Migrantes y el Arzobispado colaboran estrechamente con la Administración

Rodrigo Moreno Quicios
Llegada del Aquarius al puerto de Valencia, el pasado 17 de junio. Foto: EFE/Manuel Bruque

Pronto se cumplirán seis meses desde que el Aquarius atracó en el puerto de Valencia con 630 migrantes a bordo. A la explosión de solidaridad ciudadana ha seguido un trabajo a menudo invisible para facilitar la integración de estas personas. «Pasada toda la aglomeración de periodistas, ha habido mucho trabajo de oficina y diálogo dejando al margen quién era quién y trabajando juntos por acompañar y acoger», dice José María Segura, responsable del Servicio Jesuita a Migrantes (SJM) en Valencia, quien destaca el trabajo de colaboración durante este tiempo entre entidades eclesiales y la Administración pública.

La Generalitat Valenciana ha unido esfuerzos con Cáritas, el Servicio Jesuita a Migrantes y la Delegación Diocesana de Migraciones para que los nuevos vecinos recibieran un trato digno mientras se adaptaban a un entorno desconocido. Cada institución se ha dedicado a su especialidad: Cáritas les ha ofrecido soluciones habitacionales, los menores han sido reubicados en centros de acogida de la Generalitat y el Servicio Jesuita a Migrantes «les ha asegurado una plaza en nuestras clases de castellano», comenta Segura. Todo un despliegue que comenzó ya «al día siguiente de llegar el barco, con voluntarios limpiando monasterios cerrados por si acaso había que abrirlos».

Este trabajo conjunto ha sido posible, señala el responsable del SJM, gracias al deseo de acoger que Iglesia local y las administraciones comparten. «Nuestro objetivo no es suplantar nunca al Estado sino llegar adonde no pueden», comenta, destacando que la Delegación Diocesana de Migraciones y Cáritas «han dado el do de pecho».

También en Madrid, el Arzobispado reunió en junio en el acto Pactos que salvan vidas a los representantes de las tres administraciones, para unir fuerzas en la defensa de los derechos de las personas migrantes. Rufino García, delegado diocesano de Migraciones, subraya además la importancia de la labor de sensibilización que la Iglesia hace en parroquias y comunidades. «Un cristiano no puede ser racista», dice. «Si nos preguntan, nunca diremos que lo somos, pero la realidad es que en la práctica ponemos vallas interiores en nuestra relación con los demás», asegura. En esta línea, pide a los creyentes no criminalizar «a unas personas que el único delito que han cometido es el de no tener documentación». E indica que la forma en que se ayuda a los migrantes debe huir de «la simple conmiseración benévola» y guiarse por criterios de empatía, solidaridad y horizontalidad.