Un líder espiritual - Alfa y Omega

Como la de todo líder, la grandeza de un Papa no se mide en los momentos de éxito sino en los de adversidad. Ante las resistencias, Francisco reacciona una y otra vez como los ciclistas que pasan del llano a la cuesta arriba: se levantan del sillín para pedalear con más fuerza.

Este pontificado registra una aceleración del ritmo histórico. La asombrosa energía del Papa americano le ha permitido acelerar procesos de reforma inalcanzables para Juan Pablo II o Benedicto XVI, pero también ha llevado a tocar fondo en algunos problemas dolorosos –como el abuso de menores– en un plazo llamativamente breve.

La segunda mitad de 2018 ha puesto ante los ojos de todos la inmensidad del mal, y Francisco ha tomado medidas sin precedentes como convocar una cumbre de presidentes de todas las conferencias episcopales en febrero de 2019.

Antes o después, todo Papa experimenta en su propia carne la angustia y dolor de la oración en el Huerto de los Olivos: aquellos momentos amargos en que Jesús no contaba siquiera con el apoyo espiritual de sus propios apóstoles. Excepto Pedro, Santiago y Juan, que le acompañaban en su intensa oración nocturna, los apóstoles dormían a pierna suelta en el campo de Getsemaní durante las horas previas al arresto y la Pasión.

Para recibir aplausos, sobran voluntarios. Pero cuando toca ensuciarse las manos en una limpieza a fondo, se nota mucha somnolencia. Por no hablar de quienes siguen escondiendo la suciedad bajo la alfombra, como si no vieran la implosión autoprovocada de la Iglesia en Irlanda y Australia. O, todavía más dramática, en Chile y Estados Unidos, donde los fiscales entran cada semana en algún palacio arzobispal con órdenes de registro para llevarse documentos y ordenadores.

Junto con los principios de tolerancia cero y primero las víctimas –a las que siempre hay que escuchar–, Francisco insiste en la conversión espiritual de obispos, sacerdotes y laicos para superar esta etapa vergonzosa. Propone vigorosamente remedios espirituales.

Ha dado ejemplo de pedir perdón a título personal cuando se ha equivocado, y de pedir perdón en nombre de abusadores o encubridores que se niegan a hacerlo. Y da ejemplo de espiritualidad. Reza cuatro horas y media cada día entre breviario, Misa, lectura, oración, quince misterios del rosario y vía crucis. Ese es el secreto de su fuerza.