«Sin acceso al agua, cualquier discusión sobre derechos humanos es inútil» - Alfa y Omega

«Sin acceso al agua, cualquier discusión sobre derechos humanos es inútil»

Madrid ha acogido este jueves la jornada Agua, agricultura y alimentación. Construyamos el mañana, organizada por la FAO y el Observatorio Permanente de la Santa Sede ante esta entidad y el Consejo Social de la Universidad Politécnica

María Martínez López
Foto: CNS

No es habitual escuchar al cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, hablar sobre las delicadas relaciones físicas y químicas entre los tres estados del agua: sólido, líquido y gaseoso. Lo ha hecho este jueves, al inaugurar la jornada Agua, agricultura y alimentación. Construyamos el mañana, organizada por la FAO y el Observatorio Permanente de la Santa Sede ante esta entidad y el Consejo Social de la Universidad Politécnica, en cuya Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos se celebraba.

El cardenal ha recordado que cuando se investiga sobre la posibilidad de la existencia de vida en otros planetas, el primer indicio es buscar agua en estas tres formas, pues todas ellas son necesarias. «Es un maravilloso símbolo trinitario», y a la vez un «signo de la vida». Espiritual, pero también en sentido biológico.

De ahí la importancia que da la Iglesia a garantizar el acceso seguro al agua potable para toda la población mundial. Una cuestión que ocupa un papel central en la encíclica Laudato si, del Papa Francisco. «Cuando no se puede satisfacer esta demanda, o el agua está contaminada, se dificulta la salud y la producción de alimentos», ha denunciado.

La demanda de alimentos aumentará un 60 %

El panorama dibujado por los expertos presentes no es demasiado alentador, ni en el ámbito del acceso al agua ni en el de la seguridad alimentaria. Se ha recordado, por ejemplo, que en los últimos años ha vuelto a crecer el número de personas que pasan hambre, 821 millones, mientras uno de cada ocho adultos en el mundo es obeso.

«Aunque la Tierra tiene recursos para todos en cantidad y calidad, una cantidad considerable de gente pasa hambre», subrayaba el Papa Francisco en su mensaje enviado para este encuentro. El reto es todavía más acuciante si se tiene en cuenta que, para alimentar de forma digna a los 10.000 millones de personas que vivirán en la Tierra en 2050, la demanda de alimentos crecerá un 60 %.

Por otro lado, un tercio de la población mundial vive con escasez de agua, y mil millones no disponen de agua potable, limpia y de calidad. Al menos 44 países no tienen recursos hídricos suficientes para abastecer a sus habitantes. Más de dos mil millones de seres humanos tampoco tienen acceso a estructuras higiénico-sanitarias aceptables.

Acceso al agua, un derecho básico

El observador permanente de la Santa Sede ante la FAO, Fernando Chica, ha denunciado que «donde no hay garantía del acceso al agua, cualquier discusión sobre derechos humanos, políticos o sociales se convierte en inútil y abstracta». La Iglesia ha hecho muchos esfuerzos –ha recordado– para que el acceso al agua sea reconocido como un derecho humano básico y universal.

Un camino en el que se está avanzando. «Aunque todavía no exista ningún instrumento jurídico internacional vinculante, en los últimos años se viene percibiendo una nueva sensibilidad, una mayor consenso a la hora de exigir garantizar el acceso» a este bien.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible lo recogen en el punto 6, y es condición sine qua non para el resto. Está especialmente unido al 2 (seguridad alimentaria) y 12 (medios de producción y consumo sostenibles). Estos tres objetivos son inseparables. «O se erradicará el hambre mediante medidas sostenibles o nunca llegará a erradicarse», ha subrayado el observador permanente. Y algo similar ocurre con la demanda de agua.

La carestía y la Primavera Árabe

Otra vertiente del problema en torno al injusto reparto de alimentos y agua son sus implicaciones sociopolíticas. Jaime Lamo de Espinosa, ministro de Agricultura a finales de los 70 y presidente de la XX Conferencia General de la FAO en 1979, ha recordado la gran cantidad de migraciones que se producen por problemas derivados de la escasez de agua.

Ha vinculado, además, la escasez de recursos hídricos y alimentarios con diversos conflictos, de los que la carestía no es solo consecuencia sino también causa. El 40 % de la población mundial vive alrededor de ríos con cuencas hidrográficas compartidas que pueden ser fuente de tensiones y guerras.

Por otro lado, ha apuntado, la ola de escasez de alimentos en varios lugares del planeta en 2008 y la subida de precios que originó desencadenó unos años después, en 2011, revueltas como las de la Primavera Árabe, que derivaron en conflictos como los de Siria o Yemen.

Especular con la comida

La otra cara de la moneda del incremento de los precios hace una década –continuó Lamo de Espinosa– fue que «rápidamente se crearon multitud de fondos financieros basados en las materias primas»; es decir, para «especular en el mercado de futuros de alimentos», más atractivos en algunos casos que los activos financieros.

Esto ha llevado a Chica a afirmar, en sus conclusiones, que «no debemos utilizar los alimentos como una mera mercancía. Si seguimos produciendo solo para ganar y no, ante todo, para nutrir a todos, estaremos procediendo de manera equivocada y la brecha de la desigualdad continuará incrementándose».

Tampoco el agua, ha continuado, puede ser concebida de forma reduccionista como «un mero recurso». Su valor económico y político, que sin duda tiene, debe subordinarse a su utilidad personal y social. «No podemos privatizarla, comercializarla o dejarla a la total gestión de particulares y mercados».

Apuesta por la tecnología

A lo largo de toda la jornada, se han analizado numerosas salidas a estos retos, tanto desde la perspectiva de proyectos destinados a ayudar a los pequeños agricultores como con enfoques más centrados en la tecnología. Lamo de Espinosa, por ejemplo, ha explicado que dado que no se podrá ampliar demasiado la superficie cultivable –pues la deforestación contribuiría al cambio climático– ni la cantidad de agua disponible, es fundamental apostar por «la tecnología y la buena gobernanza».

Se refería, por ejemplo, a medidas para hacer más eficientes los cultivos de regadío, que son más productivos que los de secano; pero también al uso de organismos modificados genéticamente para resistir en tierras áridas o semiáridas

Con todo, Chica ha defendido que para abordar estos retos no solo hace falta conocimiento científico, sino «grandes dosis de voluntad», prontitud y colaboración entre todos los implicados». Es fundamental además la subsidiariedad, pues «cada comunidad tiene su propio problema», y «no existe una solución igualmente válida o unánime en todos los casos».