En peregrinación de confianza esta Navidad - Alfa y Omega

Esta Navidad van a venir jóvenes de toda Europa a Madrid, convocados para vivir unos días con Jesucristo. Desde hace años, la Comunidad de Taizé elige estas fechas singulares para sus encuentros, entre otros motivos, porque el mismo Dios que nació en Belén quiere seguir acercándose a nosotros, desea hablarnos y nosotros escucharlo. ¿Cómo? A través del encuentro, los talleres sobre realidades diversas, la oración y la presencia de jóvenes de toda Europa que llegan a Madrid en esa peregrinación de confianza, queremos ver, al igual que los pastores de Belén o los Magos de Oriente, cómo Jesús se acerca a nuestra vida para volvernos a sorprender y hacernos valientes testigos de su amor y de su paz, así como peregrinos deseosos de pasar por esta tierra construyendo puentes entre todos los hombres.

Como todos los anteriores, este Encuentro Europeo de Jóvenes nos quiere motivar a vivir en verdad que, entre otras cosas, es vivir sabiendo que el nombre de Dios es «Dios con nosotros». ¡Qué fundamentos da a nuestra vida saber que hay un Dios que nos quiere, que nos cuida, que se ocupa y preocupa de nosotros! Un Dios de paz, de vida, de dar la mano a todos los hombres, de reconciliación, de misericordia. Cuando lo conoces y te acercas a Él, todo es nuevo; nos sitúa en la verdad, nos pasa como a los pastores que fueron a verlo a Belén o a los Magos, que tomaron un camino diferente.

Quisiera convocaros a este Encuentro Europeo de Jóvenes. Lo mejor es contemplar el misterio de Belén, detenernos ante esas imágenes que tantas veces hemos visto de Jesús, María y José.

1.- Sorprendidos. Contemplemos a ese «Dios con nosotros» que viene a este mundo sin algaradas de ningún tipo y nos sorprende. Por medio del ángel pide a una mujer, María, que preste su vida para dar rostro humano a Dios por obra del Espíritu Santo; y cuenta con un hombre, José, al que le pide que sea custodio de la Virgen María y también del Hijo Jesús. Porque Dios quiere que acompañen a Jesús en su camino de crecimiento «en sabiduría, edad y gracia». ¡Qué sorpresa la de Dios! Seamos honrados para decir que, cuando pensamos en Él, pensamos en un Dios que se muestra a través de lo extraordinario, con manifestaciones deslumbrantes. Pues no, el Dios en quien creemos, que se hace Hombre, viene en la humildad. Cuando va a nacer, ni sitio encuentran para el parto y tienen que refugiarse en una cueva. La primera visita que reciben es la unos pastores sencillos que vivían a cielo raso y acogen el anuncio de que había nacido un salvador, escuchando el canto de los ángeles: «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad». Cuando llegaron a Belén y vieron al Señor, quedaron sorprendidos y volvieron «dando gloria y alabanza a Dios». ¡Sorpréndete! Déjate mirar por Él, viene así para mostrarte el verdadero rostro de Dios y del hombre. Nuestro Dios es un Dios de sorpresas.

2.- Valientes. Guiados por la estrella, los Magos de Oriente llegaron a Jerusalén preguntando: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? […] Venimos a adorarlo». Les pidieron que volvieran para decir dónde estaba, pero ellos se fueron por otro camino. Porque quien se encuentra con Jesús, inicia otro camino, se entusiasma con el camino de Cristo, que es camino de entrega, servicio y amor incondicional a todos, de hacernos peregrinos de confianza. A quien ha confiado en nosotros mostrándonos su rostro, hemos de devolverle nuestra confianza y manifestarla en la historia concreta de los hombres con los que vivimos. No podemos más que vivir valientemente, como los primeros discípulos, que desconcertaban a las gentes por su modo de ser, vivir y actuar. Se hacía con un anuncio nuevo: «Dios con nosotros». Se expresaba con un lenguaje nuevo: el más universal, que es el del amor. Se reflejaba en su valentía, su franqueza, su libertad y su valor.

3.- Peregrinando en confianza. Como nos dice el Papa Francisco, no podemos ser «una Iglesia débil, enferma, moribunda que tiene que ir a cuidados intensivos». Hay que escuchar una y otra vez a Jesús diciendo: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». No queremos ser elemento decorativo, por ello no dudamos en salir y encontrarnos con la gente, y anunciar el mensaje vivo y actual de Cristo. Nos hacemos peregrinos de confianza, de una confianza ilimitada en Dios y en los hombres, porque sabemos que en lo más profundo del corazón están marcados y diseñados para ser imágenes de Dios.

En Madrid deseamos seguir la peregrinación de confianza en esta tierra. Queremos y deseamos hacerlo viviendo en la acogida de Cristo en nuestras vidas, que trae como consecuencia la acogida de todos los hombres que encontremos por el camino. Por eso, del 28 de diciembre al 1 de enero, jóvenes de toda Europa vivirán estas bienaventuranzas en nuestra ciudad:

a) Bienaventurados quienes peregrinan y acogen en su vida a Dios y a los hermanos y dan la posibilidad de formular existencialmente que Cristo tiene hoy un lugar donde vivir dignamente.

b) Bienaventurados quienes peregrinan y acogen en su vida al prójimo, porque saben que es devolver a Dios lo que hace con nosotros que somos su imagen.

c) Bienaventurados quienes peregrinan y acogen porque saben que ello supone vivir con el corazón de Cristo que late para todos los hombres.

d) Bienaventurados quienes peregrinan y acogen desde la fe y adhesión total a Cristo, porque saben que tenemos un mandamiento principal («Amaos los unos a los otros como yo os he amado») que responde a una manera nueva de vivir.

e) Bienaventurados quienes experimentan que peregrinar y acoger es valorar al desconocido en su identidad más profunda y radical, que nos hace preguntarnos: ¿dónde está tu hermano?, ¿qué necesita? ¿lo acompañas en el camino de la vida?

f) Bienaventurados quienes saben que peregrinar y acoger es una manera clara de luchar contra el descarte y lo hacen con rostros concretos.

g) Bienaventurados quienes peregrinan y acogen porque saben que tenemos en nuestras manos el gran proyecto que Dios nos hizo a todos los hombres: ser una gran familia de hermanos, preocupados los unos de los otros.

h) Bienaventurados quienes saben que, para peregrinar y acoger, tienen que tener esa experiencia paulina para agrandar el corazón al modo de Cristo que dio la vida por todos los hombres: «No soy yo, es Cristo quien vive en mí».