Pregón de Navidad para un mundo de incertidumbres - Alfa y Omega

Pregón de Navidad para un mundo de incertidumbres

El pregón de Navidad se lleva la palma de los pregones del mundo porque es el Anuncio de la Gran Noticia de todos los tiempos

Antonio Gil Moreno
Belén de la Diputación de Córdoba. Foto: Roldán Serrano

El pregón de Navidad se lleva la palma de los pregones del mundo porque es el Anuncio de la Gran Noticia de todos los tiempos: «Y el Verbo de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros». O si lo queréis con palabras más cercanas: «Dios se ha hecho Hombre y habita entre nosotros. Dios, hecho Niño, ha colocado su tienda de campaña entre nosotros. Dios ha querido nacer de una Madre y pertenecer así a la raza humana, con un cuerpecito débil, con un nombre, con sus llantos y sonrisas…». En las páginas del evangelio de Lucas, se nos ofrece con detalle esa Gran Noticia: «En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al raso, velando por turnos su rebaño. Y un ángel del Señor se les presentó. El ángel les dijo: “No temáis, os traigo una buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. De pronto, en torno al ángel apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: “Gloria de Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que Dios ama”».

Esta es la Gran Noticia de todos los tiempos. La Noticia que ha divido a la historia en dos mitades: antes de Cristo y después de Cristo.La Noticia soñada por los profetas, fue anunciada por los ángeles, aquellos primeros periodistas de la historia, a los pastores que velaban su rebaño, en la alta madrugada palestina. Un villancico ha recogido en su letra el precioso anuncio:

«Pastores en bandada,
venid, venid,
a ver la anunciada,
Flor de David»
«Pastores venid, pastores llegad,
a adorar al Niño, a adorar al Niño,
que ha nacido ya».

Y la Noticia anunciada por los ángeles, fue cantada por los poetas. ¡Qué poemas más tiernos se han escrito ante el Portal de Belén! Gloria Fuertes, la gran poeta de los niños y de los mayores, narra así el Nacimiento de Jesús:

«La Virgen,
sonríe muy bella.
¡Ya brotó el Rosal,
que bajó a la tierra
para perfumar!

La Virgen María
canta nanas ya.
Y canta a una estrella
que supo bajar
a Belén volando
como un pastor más.

Tres Reyes llegaron;
cesa de nevar.
¡La luna le ha visto,
cesa de llorar!
Su llanto de nieve
cuajó en el pinar.

Mil ángeles cantan
canción de cristal,
que un Clavel nació
de un suave Rosal».

Y junto a Gloria Fuertes, el poeta Juan Ramón Jiménez hace de excelso «pregonero» de la Navidad, con un poema tan tierno como sublime, convocando al mundo entero al Nacimiento de Jesús. El poema se titula: Jesús, el dulce, viene, y dice así:

Jesús, el dulce, viene…
Las noches huelen a romero…
¡Oh, qué pureza tiene
la luna en el sendero!

Palacios, catedrales,
Tienden la luz de sus cristales
insomnes en la sombra dura y fría…
Mas la celeste melodía
suena fuera…

Celeste primavera
que la nieve, al pasar, blanda, deshace…
y deja atrás eterna calma…

¡Señor del cielo, nace
esta vez en mi alma!

Junto a los profetas que soñaron al Mesías; junto a los ángeles que anunciaron su llegada; junto a los poetas que cantaron su Nacimiento, yo quisiera ser también ser profeta, ángel y poeta, y anunciaros como sacerdote y periodista la Gran Noticia, con nuestro lenguaje actual:

«Hace ya más de veinte siglos, y en una Nochebuena, ocurrió el milagro: la luz rompió la noche oscura.

La noche empezó a parir luces, señales y dones, dentro de una cueva de Belén, en medio de la intemperie.

Ocurrió el milagro de tocar a Dios con los dedos y de percibirle como uno de los nuestros.

El pesebre, con el Nacimiento de Jesús, se llenó de luz cálida y tierna. Y todo aquello que era pobre y despreciado se volvió precioso. Y un comedero para animales se convirtió en trono del Altísimo.

Los hombres no lo acogieron, y unos animales compartieron con él su refugio».

Y aquella noche, la primera Nochebuena de la historia, quedó para siempre definida con estas palabras mágicas, tiernas, soñadoras, celestes, en el más conocido villancico de todos los tiempos, con la música de Franz Gruber:

Noche de Dios,
noche de paz.
Claro sol
brilla ya
y los ángeles
cantando están.
Gloria a Dios,
Gloria al Dios eternal.
Duerme el Niño Jesús…
duerme el Niño Jesús.

Sigue la letra de Gruber, invitándonos a ir a Belén, como fueron los pastores, y revelándonos el argumento central de la Navidad, con estas palabras:

«Noche de paz,
noche de Dios.
Al portal va el pastor,
y entre pajas encuentra al Señor.
Es el Verbo
Que carne tomó».

¡Toca tiernamente este villancico la esencia teológica de la Navidad: «Es el Hijo de Dios el que se hace hombre! Sólo buscará el reino de su Padre y su justicia. Vivirá para hacer la vida más humana. Y en Él encontrará este mundo injusto la salvación de Dios!».

«¿Dónde está este Niño? ¿Cómo lo podemos reconocer?», podemos preguntarnos los ciudadanos que llevamos el mundo en nuestro móvil, sin apenas entenderlo, ni escucharlo, ni poder solucionar sus problemas. Así dice el mensajero: «Esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». El niño ha nacido como un excluido. Sus padres no le han podido encontrar un lugar acogedor. Su madre le ha dado a luz sin ayuda de nadie. Ella misma se ha valido para envolverlo en pañales y acostarlo en un pesebre.

En este pesebre comienza Dios su aventura entre los hombres.

No le encontraremos entre los poderosos, sino en los débiles.

No está en lo grande y espectacular, sino en lo pobre y pequeño.

Vayamos a Belén; volvamos a la raíces de nuestra fe.

Busquemos a Dios donde se ha encarnado.

Y comenzó a cantarse la Navidad por las voces del pueblo, por los habitantes de las villas, por los villanos, que de ahí, viene la palabra villancico. Y los villanos, en sus villancicos, enseguida le preguntaron:

«Dime, Niño, de quién eres,
todo vestido de blanco».

Y la respuesta surgió inmediatamente desde la más profunda Teología:

«Soy de la Virgen María
y del Espiritu Santo».

Por eso, la letra del villancico empapa de alegría a todos los pueblos:

«Resuenen con alegría los cánticos de mi tierra
y viva el Niño Jesús que nació en la Nochebuena».

El Niño Jesús nació para quedarse con nosotros y con nosotros está en todos los belenes, en todos los sagrarios, en todos los caminos, incluso en los que nos llevan a los infiernos de las miserias humanas, para rescatarnos del mal, del odio y de la muerte, y ofrecernos la verdadera felicidad. Por eso, junto a la Gran Noticia, la alegría, el aleluya, los cantos populares, los villancicos. Como éste, tan sencillo y tan profundo a la vez:

¡Cantemos todos la Navidad!
¡Dios ha nacido! ¡Aleluya!
Su luz venció la oscuridad.
Dios se hace hombre. ¡Aleluya!.

O éste otro villancico, en el que se mezcla la tierra y el mar, el marinero y el altar:

Navidad, es Navidad,
toda la tierra se alegra
y se entristece la mar.

Marinero, ¿a dónde vas?
Deja tus redes y reza,
mira la estrella pasar.

Marinero, marinero,
Haz en tu barca un altar;
Marinero, marinero,
porque llegó Navidad.

Será imposible recoger todos los mensajes de la Navidad, ni citar los villancicos más conocidos. Pero sí que me gustaría ofreceros los fotogramas de los personajes más importantes o más interesantes de la Navidad.

Primero, José y María, fieles a las ordenanzas legales, acudiendo a Belén para empadronarse. A sus siluetas de caminantes, le ha puesto letra un villancico:

Hacia Belén se encaminan
María con su amante esposo
llevando en su compañía
a todo un Dios poderoso.

Alegría, alegría, alegría.
Alegría, alegría y placer,
que la Virgen va de paso
con su esposo hacia Belén.

Segundo, el «posadero de Belén», que cierra su posada a la Sagrada Familia, diciéndoles que no hay sitio para ellos en su mesón. ¡Pobrecillo! ¡Se perdió el Premio Gordo de la Lotería de la creación! La escena es recogida en la letra de un precioso villancico:

“En cuanto a Belén llegaron /
posada al punto pidieron /
nadie les quiso hospedar /
porque tan pobres los vieron.

Los pajarillos del bosque,
al ver pasar los esposos,
les cantaban melodías,
con sus trinos armoniosos.

Tercero, «los ángeles buenos» que anunciaron a los pastores la Gran Noticia y le señalaron el verdadero pesebre donde está Jesús. ¡Cuidado con los «ángeles malos» que anuncian los «falsos pesebres» donde no está Dios.

Cuarto, «los pastores», hombres sencillos y rudos, que guardaban su rebaño en el silencio de la noche. Reciben la noticia con una gran alegría y se ponen en camino, buscando el portal de Belén. La letra de un precioso villancico nos habla de sus siluetas:

Pastores y pastoras,
abierto está el Edén.
¿No ois voces sonoras?
Jesús nació en Belén.

La luz del cielo baja,
el Cristo nació ya.
Y en un nido de paja,
cual pajarillo está.

El Niño está friolento.
¡Oh noble buey
arropa con tu aliento,
al Niño Rey!

Quinto, los poderosos, los grandes, Herodes, cuyo castillo podemos contemplarlo en todos los «belenes», el gran hipócrita, el que pretende engañar a los Magos y a todos los que buscan a Dios, y curiosamente, es un personaje tan repugnante, que su nombre resulta tan repugnante que su nombre no es digno de aparecer en las letras de ningún villancico; los maestros de la Ley, los escribas y fariseos, que «no se enteran de la Gran Noticia», enredados en sus poderes, privilegios y ambiciones. Y cuando presienten algún peligro para sus «tronos», ponen en marcha la «matanza de los inocentes», de los más débiles. Será el grito que retumbe a lo largo de los siglos en las conciencias libres. La fiesta se ha popularizado tanto en las calles que ha perdido su sabor evangélico. Se habla más de inocentada que de inocencia. Pero, al fin y al cabo, mártires son estos pobres niños, como aquel pequeño que vio morir a su madre desde la patera y cuando le preguntaron qué le gustaría hacer, contestó: «Morirme para estar con mi madre».

Sexto, los Magos de Oriente, los buscadores de Dios, los que adivinan el lenguaje de las estrellas y se ponen en camino, superando mil obstáculos, hasta encontrar al Rey de reyes y Señor de los señores, adorándolo en un humilde portal. Un precioso villancico ha querido inmortalizar la figura de los Reyes Magos, contemplándolos caminando hacia Belén, con una música pegadiza y una letra popular:

Ya vienen los Reyes Magos,
ya vienen los Reyes Magos,
cargaditos de juguetes,
al nidito de Belén.
Olé, olé, y Holanda y olé.
Holanda ya se ve, ya se ve, ya se ve…

La Navidad llega, un año más, para anunciar al mundo esa Gran Noticia permanente para siempre en las entrañas de la Historia. Y un año más, somos afortunados. La noche ha parido la luz; la alegría nos desborda de nuevo; la vida es más saludable y llevadera; el dolor se escribe con la ternura; la pobreza siente la mano amiga para compartir. En la Navidad, los gritos son escuchados, las quejas tienen oídos. Las señales vuelven a mostrarnos a Dios: Dios nos visita en un Niño, Dios se acerca en pesebre, Dios acampa en un portal, Dios se pone a nuestro lado, Dios se hace de nuestra raza. Dios «se humaniza», para que el hombre «se divinice».

Cuando san Francisco de Asís «inventó» el Belén, le preguntó el hermano León:

–¿Qué es la Navidad?

San Francisco respondió balbuciendo:

–La Navidad es Belén, es gozo, es esperanza, es bondad, es amor, es luz, es ternura, es amanecer… Es silencio.

Y Dios vino esa noche.

Por eso, la Navidad es «Dios con nosotros», con cada uno de nosotros.

Una mirada final al Portal, al Niño Jesús, entre pajas, al «Verbo hecho carne, que habita entre nosotros».

A todos vosotros, los de todas horas y edades, los de las manos abiertas de par en par, a punto para el saludo y el abrazo; los que soñáis la Nochebuena como la gran fiesta de la historia… ¡FELIZ NAVIDAD!

A todos vosotros, libres u oprimidos, pero con los labios sedientos de amor, de paz y de justicia, anhelantes de verdad y de bien, buscadores infatigables del rostro del Buen Dios… ¡FELIZ NAVIDAD!

A todos vosotros, hermanos en Cristo Jesús, los que compartimos ideales, afanes y sentimientos religiosos desde la orilla del misterio… ¡FELIZ NAVIDAD!

A todos vosotros, allá donde os encontréis, con vuestro pesar o gozo, con vuestras lágrimas o sonrisas, con vuestro trozo de esperanza en el alma, o con vuestra soledad a cuestas… ¡FELIZ NAVIDAD!