Arranca la JMJ en la joven Centroamérica - Alfa y Omega

Arranca la JMJ en la joven Centroamérica

En Centroamérica los jóvenes «no son el futuro». Con la mitad de la población de la región menor de 25 años, «tienen ya un presente lleno de dones que aportar… y de desafíos». La Iglesia ha apostado por una JMJ por primera vez decididamente regional. El responsable de Pastoral Juvenil de Costa Rica espera que el gran evento que empieza el martes refuerce la apuesta de sus episcopados por una sólida formación cristiana de las nuevas generaciones

María Martínez López
Adoración eucarística en la diócesis de San José. Foto: Archidiócesis de San José

La Jornada Mundial de la Juventud que empieza este jueves ya ha pasado a la historia de las JMJ: por primera vez desde que en París 1997 se introdujeron los Días en las Diócesis (DED), otro país es coanfitrión de esta primera etapa de la Jornada. Se trata de la vecina Costa Rica, que recibió «con mucha ilusión la petición de los obispos panameños», afirma el padre Miguel Adrián Rivera, responsable costarricense de Pastoral Juvenil.

Este hecho es un signo más del histórico carácter regional de esta JMJ. A la espera de datos definitivos, la organización estima que la mayor parte de los más de 200.000 peregrinos son centroamericanos. Lo que se vive desde esta semana en Costa Rica y Panamá pondrá el foco en la realidad de Centroamérica. Que, en gran medida, es igual que decir en la realidad de su juventud: casi la mitad de la población de estos siete países (el 47,4 % en 2015) tiene menos de 25 años, por encima del conjunto de América Latina (43 %). Los más llamativos son los datos de Guatemala (57,3 %) y Honduras (53 %).

«Ahora no pensamos, como hace algún tiempo, que los jóvenes son la esperanza, el futuro. Tienen ya un presente lleno de virtudes que aportar y ya son una fuerza importante en la sociedad», afirma el sacerdote costarricense. Cita como ejemplo que el 40 % de los 57 diputados de este país no supera los 40 años, al igual que su presidente.

También son evidentes los desafíos: la inmigración –el 8 % de la población de la región vivía en 2015 en otros países–, el «flagelo del desempleo y las drogas», y la violencia. Estos problemas se dan de forma crítica en Honduras, Guatemala y El Salvador, pero «en Costa Rica y Panamá no podemos sentirnos libres de ellos». Nicaragua, que desde abril pasado se enfrenta a su propia crisis sociopolítica, y Belize, completan el mapa de la región.

Estrechamente unido a ello está el atraso educativo. Entre el 23 % y el 59 % de los jóvenes, según los países, no llega a los últimos años de Secundaria, y un 10,5 % abandona esta etapa formativa. El Quinto Informe sobre el Estado de la Región, elaborado en 2016 bajo el auspicio del Consejo Nacional de Rectores de universidades públicas de Costa Rica, reconoce además las malas condiciones de los centros y la falta de inversión pública: 250 dólares por habitante, frente a los 450 del conjunto de América Latina y los 2.000 de la OCDE. Esta situación impide en gran medida aprovechar el potencial de una población tan joven.

Jóvenes de Costa Rica se preparan para acoger los Días en las Diócesis de la JMJ. Foto: Miguel Adrián Rivera

Protagonistas… pero formados

Junto a estos desafíos, a la Iglesia también le preocupa «el indiferentismo religioso que ha traído la globalización», subraya Rivera. Con todo, constata que es posible que los jóvenes «sirvan en cualquier área de la Iglesia y de la sociedad, y las transformen».

Para ello, necesitan formación y acompañamiento. Es la apuesta –explica– que en los últimos años han hecho los episcopados de Centroamérica y el resto de América Latina. «Habíamos cometido el error» –reconoce Rivera– de caer en una pastoral juvenil muy dependiente «de los carismas de los líderes juveniles. Y hemos llegado a la conclusión de que la educación en la fe requiere itinerarios concretos».

Este proceso se inspira en el documento de Aparecida. Busca que cada joven, «a partir del kerigma y el encuentro personal con Cristo, con todo lo apasionante de su vida, su ministerio y su misterio pascual, pueda vivir un proceso de discipulado; de comunión, pues el estilo de Cristo no es para vivirlo de forma aislada sino que se comparte; y de misión».

El sacerdote espera que la JMJ «fortalezca todo esto, desde la experiencia de cómo se vive en otras latitudes. Los jóvenes de cada parte del mundo tienen una experiencia de Dios que puede enriquecer a los demás». Del mismo modo, espera que los jóvenes centroamericanos puedan compartir con otros sus propias riquezas, que tienen dos puntales en la piedad popular y en la devoción eucarística. «También hemos puesto gran énfasis, en las actividades de los DED, a los espacios de acción social, con visitas a hogares de ancianos, limpieza de zonas comunales y construcción de viviendas».