Dichosos virus - Alfa y Omega

Es común en esta época coger algún catarro. «Un virus», se suele decir. Es algo que compartimos unos con otros con cierta normalidad y más o menos resignación, al no poder evitar el contagio.

Las prisas, el estrés, también podríamos considerarlos como otros virus de fácil multiplicación de los que no podemos escapar. Es una pena que cada vez tengamos menos tiempo de escucharnos y mirarnos a los ojos, de regalarnos un rato en medio de nuestra jornada, de hacernos preguntas sobre nosotros mismos, de reflexionar, de orar… En definitiva, menos tiempo para los encuentros verdaderos y profundos con uno mismo, con los demás y con Dios. La agenda se nos llena de virus.

Otro asunto son los virus informáticos, tan peligrosos y temidos, que en menos que canta un gallo se propagan sin poderlos controlar. Es como si ya no bastara tenerlos en el cuerpo o en nuestro modo de vivir, también se nos cuelan en nuestros ordenadores. Parece que estamos rodeados de ellos y parte de nuestra vida se nos va en combatirlos.

Hace unos días nos contagiaron a nosotras de otro virus, esta vez uno dichoso, que también los hay. Un grupo de scouts recién nacido en Zamora nos trajo la Luz de la Paz. Se trata de una iniciativa de los scouts y guías de Austria que empezó en 1989, encendiendo una pequeña lámpara en la basílica de la Natividad de Belén, que luego es repartida por todo el mundo, llegando a parroquias, hospitales, residencias, familias, comunidades.

Es sorprendente cómo una pequeña llama puede provocar un incendio de enormes proporciones, arrasando en un momento todo lo que encuentra a su paso. Pero más sorprendente es ver que la luz de la paz, encendida por la mano de un niño, contagie el deseo de orar por la paz y de construir un mundo más humano mientras traspasa fronteras y continentes.

Hasta este rincón de este hospital de campaña que es la Iglesia ha llegado ese fuego, que ahora custodiamos con alegría y esperanza, tratando de no ser inmunes a él sino de contagiarnos nosotras lo más posible y ser portadoras, desde esta retaguardia, del dichoso virus de paz que tanta falta nos hace a todos.