Los hombres y las mujeres somos di-fe-ren-tes - Alfa y Omega

Con el debate sobre la mujer de plena actualidad, principalmente en lo que se refiere a su relación con los hombres, el actor Mauro Muñiz de Urquiza y el director Edu Pericas han conseguido acercarse a este tema a golpe de carcajada y, por lo tanto, sin la crispación que habitualmente provoca. Su obra, Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus, actualmente en cartelera en el Nuevo Teatro Alcalá de Madrid, es una muy completa, y muy divertida, reflexión sobre el tema, aunque bien la podríamos definir como un curso acelerado sobre el éxito en la vida conyugal. La representación tiene la virtud de proponer al espectador un sinfín de valores, más propios de un curso de orientación familiar que de una obra de teatro: el amor hay que trabajarlo a diario; es necesario ponerse en el lugar del otro y darle lo que necesita; la importancia del diálogo, de la escucha… Y todo ello metido con el suave calzador de la carcajada y bajo la premisa de que los hombres y las mujeres somos diferentes, afirmación totalmente contracultural en los tiempos que corren y que, sin embargo, los espectadores corean decididamente cada vez que el protagonista la recuerda durante el transcurso de la función.

Concretamente, según Muñiz de Urquiza-Pericas, los hombres son de Marte y, por lo tanto, son seres a los que les define la confianza, la competitividad, a los que les gusta resolver los problemas solos, son seres racionales, secuenciales y que necesitan sentirse valorados. Al contrario, las mujeres proceden de Venus y acostumbran a ser emocionales, comunicativas, multitarea, son seres a los que les gusta recibir atenciones y relacionarse. Es decir, «los hombres y las mujeres ¿somos?», pregunta el actor durante el espectáculo. «DI-FE-REN-TES», contestan los espectadores.

Pero estas diferencias, habitualmente fuente de conflictos al tratar de relacionarnos con el cónyuge de la forma que nos gustaría que el cónyuge se relacionara con nosotros, se convierten en fuente de complicidad si entendemos la especificidad del otro. Un ejemplo de los que se parodia en la obra: para algunos hombres pasar el aspirador puede ser una de las actividades más tediosas. La cosa cambiará radicalmente si, en vez de críticas por la falta de cualidades para esta tarea, el marido recibe de su mujer alabanzas y comentarios sobre el músculo tan sexi que se le pone cuando pasa el aspirador. El hombre, previsiblemente, se entregará a la tarea con un afán desmedido y, presumiblemente, repetirá el aspirado en otras ocasiones para volver a sentirse valorado. La escena no funciona a la inversa porque «¿somos?» «DI-FE-REN-TES».