Contra el estigma de los menas - Alfa y Omega

Contra el estigma de los menas

Redacción
Menas en las inmediaciones del puerto de Ceuta. Foto: Ignacio Gil

Desde hace apenas tres meses lleva funcionando en la capital un proyecto novedoso de Cáritas Madrid, con el objetivo de atender a otro sector vulnerable de la población: los menas, menores inmigrantes no acompañados. Se trata de dos pisos en los que conviven doce chicos, la mayoría de Marruecos, que están tutelados por la Comunidad de Madrid y a los que Cáritas ofrece alojamiento, comida y atención integral.

Todos ellos forman parte de los 480 menas tutelados que hay en la comunidad madrileña, aunque se calcula que hay más de 1.000 que están fuera de cualquier recurso de la Administración.

«En los pisos los tratamos como si fueran nuestros hijos», explica José Jiménez, responsable del proyecto. «Les enseñamos el idioma, les damos formación y cuidamos su integración de modo que pueda ir naciendo en ellos un proyecto de vida». Algo que tienen difícil por su edad y porque «algunos vienen con problemas de comportamiento debido a la dureza de su proceso migratorio, porque han venido o en patera o escondidos en algún vehículo para pasar la frontera. Algunos han visto morir a sus hermanos en el camino. Y muchos habían vivido ya en su país e incluso en su familia situaciones de violencia. Otros vivían ya en la calle en Marruecos. Por eso nuestro trabajo es hacer que poco a poco se vayan sintiendo seguros y den sus primeros pasos hacia la normalización».

No es fácil iniciar un proyecto de estas características en España, porque «la prensa y la televisión transmiten una imagen de estos menores muy estigmatizada, se les ve como delincuentes. Es muy difícil cambiar la imagen que tienen entre la gente», reconoce Jiménez, para quien en general falta sensibilidad: «Estos chicos, a los 15 años, ya son personas sin hogar. No han tenido ninguna oportunidad, ni las mismas facilidades que el resto de los chicos de su edad. Tienen que sobrevivir como pueden: algunos piden, otros roban, algunos se drogan con disolventes –las adicciones surgen aquí en España, no antes–, otros van a un centro a pedir ayuda… Están fuera del sistema de protección. Es como si no existieran».

Por eso, la solución es complicada: «No estamos preparados para atender a tantos menores. Son chicos que no tienen otra cosa que hacer que buscarse simplemente la vida, y a lo mejor hacen cosas que no nos gustan. Pero es que están en una situación de total abandono, de precariedad, tienen problemas de salud mental y de adicciones por su proceso migratorio, no tienen familia alguna, y se necesitan recursos especializados para acompañarlos. ¿El miedo? El miedo disminuirá si se termina con todo esto y se acoge bien a estos chavales», concluye.