Joaquín Navarro-Valls: Juan Pablo II, santo también por cómo comunicaba a Dios - Alfa y Omega

Joaquín Navarro-Valls: Juan Pablo II, santo también por cómo comunicaba a Dios

Junto a Juan Pablo II durante más de 20 años, Joaquín Navarro-Valls está viviendo con especial emoción estos días que preceden a la canonización de Karol Wojtyla. El exdirector de la Sala Stampa Vaticana ha reflexionado sobre la figura y el testimonio del futuro santo y especialmente sobre la herencia que Papa Wojtyla deja al mundo de la comunicación

RV
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«Recuerdo nuestro primer encuentro, con la intuición, porque todavía no era evidencia, de que iba a suponer una página nueva de la historia del pontificado. Juan Pablo II tan joven, como Papa, tan incisivo, con esa apertura, esa alegría, ese carácter tan propositivo que tenía, lo veía ciertamente como una página nueva de la historia del pontificado. Y hoy, con el tiempo, esto se ha confirmado y multiplicado por toda una generación. Ha sido un punto de referencia con el que confrontarse, no solo en la historia de la Iglesia sino también en la historia de la Humanidad a todos los niveles, desde los intelectuales hasta la gente sencilla de la calle».

¿Ha existido un momento durante su largo servicio a su lado en el que haya comenzado a pensar: «Este hombre es un santo, no solo un gran Papa»?
Este momento fue muy precoz: ya desde los primeros momentos, cuando estaba cerca de él, trabajando y las primeras veces que le vi rezar. En esos momentos tuve la certeza de esto: este hombre es un santo, tiene una intimidad con Dios tan evidente que esto corresponde a la característica de la santidad según los criterios de la Iglesia católica.

En estos nueve años después de su muerte ¿qué le ha llamado la atención de las muchas personas que ha visto, con respecto a Karol Wojtyla?
Creo que la insistencia en el recordar a Karol Wojtyla como una persona viva. Es curioso, después de tantos años, hablan del Papa no solo recordando momentos específicos, imágenes sino que también me dicen: «Mire yo le he pedido esto para mi vida», es decir actualizando estos recuerdos con los hechos personales referidos a Juan Pablo II. Todavía me paran por la calle diciendo: «Permítame decirle esto…». Por tanto continúa estando muy presente, muy activo en la vida de las personas.

Juan Pablo II era un comunicador natural, extraordinario. Según su opinión ¿en este carisma podemos encontrar también elementos de santidad?
Ciertamente, la expresión gran comunicador referida a Juan Pablo II es verdadera. Es verdadera pero puede inducir a engaño si nos pensamos solo que era un gran comunicador porque comunicaba bien a nivel formal. Cuando la gente decía «él tiene razón» no lo decía por darle la razón a una bella voz o a una expresividad comunicativa magnífica; se daba la razón a una persona que dice la verdad. En él me parece que lo bello, lo bueno y lo verdadero aparecían en su comunicación tan unidas entre ellas que se entendía claramente la calidad de la comunicación por el contenido de lo que estaba comunicando. En resumen, él comunicaba a Dios, hacía más amables las virtudes, hacía propuestas que podían llenar una existencia. Pienso que esta era la virtud de su capacidad comunicativa, no tanto el aspecto formal.

En el ámbito de las comunicaciones sociales ¿cuál es la herencia, según su opinión, más duradera para la Iglesia, del santo testimonio de Juan Pablo II?
Creo que siempre, no solo en la Iglesia, sino también en la vida social, encontramos a personas que parecen tener una claridad extraordinaria al decir las cosas que se deben hacer y las que no se deben ser, pero al mismo tiempo parecen no tener la misma claridad a la hora de definir y comunicar que se puede ser o hacia donde caminar si se quiere ser mejor. Naturalmente esta ética al contrario, deja en el alma la sensación de ambigüedad, no entusiasma. ¡Juan Pablo II era totalmente distinto!

Creo que esto ha quedado como un modo de evangelizar, de comunicar la verdad cristiana. Esta afirmación de la verdad cristiana debe ser propositiva. Por ejemplo, Juan Pablo II hablaba más de la belleza del amor humano que de los riesgos de una sexualidad caprichosa. No hablaba casi nunca del egoísmo y sin embargo, sí de lo estupendo que sería un mundo hecho de generosidad. Este modo propositivo de comunicar las verdades cristianas entusiasma, atrae y yo creo que aquí reside el ejemplo, la enseñanza de Juan Pablo II.

RV
Traducción: Aleteia