Los niños, signo de esperanza - Alfa y Omega

Los niños, signo de esperanza

Durante estos días, se han sucedido por toda España manifestaciones, concentraciones y Vigilias de oración en las que se ha pedido por la vida de los no nacidos y por una mayor sensibilidad de la sociedad hacia las nuevas vida y hacia la maternidad. También han hablado numerosos obispos españoles:

Colaborador
Florece la vida, ¡don de Dios! Crecen los niños y crece una sociedad, un pueblo y, por supuesto, crece la Iglesia.

El derecho a la vida es el primero

La vida es el valor primero, y el derecho a la vida es el primero y más fundamental en el orden de la ética social, de la ética política. Si no respetamos la vida de nuestro hermano en lo más esencial, que pueda seguir viviendo, difícilmente se pueden respetar otros bienes que a él le atañen.

Nuestra sociedad envejece, y esto es consecuencia del pecado de no querer dar la vida, de no querer transmitir la vida o de atentar contra ella, que todavía es peor. Cuando una sociedad, un pueblo, recibe y acoge la bendición de Dios —no digamos el matrimonio, siempre que no haya impedimentos no culpables e insuperables para tener hijos—, florece la vida. Es un don de Dios. Crecen los niños y crece una sociedad, un pueblo y, por supuesto, crece la Iglesia.

+ Antonio Mª Rouco Varela
cardenal arzobispo de Madrid

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El aborto no es progreso, sino regresión

Hace un par de meses, el Gobierno ha hecho público su propósito de llevar a las Cortes un proyecto de ley que, sin ser ideal, trata de proteger más eficazmente la vida del concebido y no nacido frente a la ley actual, que supone una liberalización total del aborto, considerado como un derecho de la mujer, mientras se conculcan los más elementales derechos del hijo que lleva en sus entrañas. El solo anuncio de los propósitos del Gobierno ha desatado un vendaval mediático que nos demuestra que estamos todavía muy lejos de respetar y defender la dignidad suprema de la persona humana desde su concepción hasta su ocaso natural.

El aborto es siempre una inmoralidad; no es progreso, sino regresión. Dios quiera que llegue el día en que el aborto sea suprimido de nuestras leyes y todos reconozcamos con vergüenza el inmenso y trágico error cometido en los siglos XX y XXI por la Humanidad.

+ Juan José Asenjo
arzobispo de Sevilla

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Con leyes y sin leyes, mentalidad abortista

Hoy se habla de interrupción voluntaria del embarazo, cuando la realidad cruda y dura consiste en eliminar a un ser humano en el lugar más seguro y más cálido para el ser humano: el vientre materno. El Concilio Vaticano II, a este hecho, lo llama crimen abominable, y en él intervienen el padre, la madre, la más amplia familia, los amigos, el personal sanitario, etc. Toda una presión social, en la que tantas veces la misma madre es víctima y no tiene más salida que la de abortar, pagando ella sola los vidrios rotos de esta catástrofe. Las heridas profundas que produce el aborto ahí quedan, para ser sanadas por una abundante misericordia.

Todos somos de alguna manera responsables de este fracaso: se trata de un fracaso no sólo personal, sino social. La mentalidad de nuestra sociedad, con leyes y sin leyes, se va generalizando en dirección abortista. Se invoca la libertad de la madre para tener este hijo, y no se tiene en cuenta para nada al niño que acaba de ser engendrado y que tiene derecho a nacer.

+ Demetrio Fernández
obispo de Córdoba

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Familias, compartid vuestra alegría

Muchas familias habéis tenido la maravillosa oportunidad de acoger el don de una nueva vida. Un hijo es para un matrimonio siempre un motivo de alegría, porque es siempre una bendición de Dios. Un hijo es siempre un regalo; por ello, os animo a compartir con los demás lo mucho que valoráis la vida de vuestros hijos nacidos y de los que están por nacer. Hay que dar gracias a Dios que os ha bendecido como familia con vuestros hijos; gracias a ese Dios que os llena de alegría y os hace sentiros privilegiados y dichosos. Ese sentimiento y ese deseo de compartirlo con otros se convierte en un magnífico signo de esperanza para nuestra sociedad.

+ Carlos Escribano
obispo de Teruel y de Albarracín

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La Iglesia ofrece soluciones

La grandeza y dignidad de toda vida humana exigen que sea acogida con alegría y gratitud, que sea respetada y cuidada desde su inicio en la fecundación hasta la muerte natural. La Jornada por la Vida nos llama a implicarnos para crear una cultura de la vida: una cultura en la que toda vida humana sea acogida con alegría y gratitud, frente a una mentalidad anticoncepcionista y el dramático descenso de la natalidad; una cultura en la que toda vida humana sea respetada desde su concepción hasta su muerte natural, frente a una mentalidad abortista y eutanásica; y una cultura en la que la vida humana sea cuidada en todo momento, sobre todo cuando es más frágil e indefensa, cuidando al que sufre o está necesitado, al anciano o al moribundo.

Trabajemos para que se recupere entre nosotros el don y sentido de la maternidad, como el gran don de Dios a la mujer, que la dignifica. Como Iglesia, hemos de ofrecer medios para evitar que cualquier mujer, que se encuentre en situaciones muy duras por el embarazo, vea en el aborto la solución rápida a sus problemas y angustias.

+ Casimiro López Llorente
obispo de Segorbe-Castellón