La verdadera libertad - Alfa y Omega

La verdadera libertad

Alfa y Omega
Llegada del Papa Benedicto XVI al aeropuerto de Barajas, el 18 de agosto de 2011, para presidir la Jornada Mundial de la Juventud

«Habéis querido, Majestad, que invoquemos con Vos al Espíritu Santo en el momento en que accedéis al Trono de España. Vuestro deseo corresponde a una antigua y amplia tradición. Y no se trata, evidentemente, de ceder al peso de una costumbre: en Vuestro gesto hay un reconocimiento público de que nos hace falta la luz y la ayuda de Dios en esta hora… Él es la luz, la fuerza, el guía que orienta toda la vida humana, incluida la actividad temporal y política»: así decía el cardenal Tarancón, en su homilía de la Misa solemne, que presidió en la iglesia de San Jerónimo el Real, de Madrid, el 27 de noviembre de 1975, en el inicio del reinado en España de Don Juan Carlos I.

Esa luz, esa fuerza y esa guía es, ciertamente, Dios Todopoderoso, que nos ha enviado a su Hijo hecho hombre, Jesucristo Nuestro Señor, resucitado y vivo para siempre en la Iglesia, ¡la Luz del mundo! Dejar que ilumine a todos y a todo lo exige la libertad, que en España ha estado garantizada con la monarquía constitucional personificada en el Rey Don Juan Carlos, que no ha ocultado su respeto y afecto a la Iglesia de Cristo, y como dice el cardenal arzobispo de Madrid en estas mismas páginas, ha tenido «el valor de unir al presente una más que milenaria Historia y -añade- una previsible proyección hacia el futuro». Y esta libertad de la Iglesia es la mejor garantía para el verdadero bien de toda la sociedad. Por eso, el agradecimiento de la Iglesia a la Corona debe serlo de toda la sociedad española, justamente por esa libertad para que pueda resplandecer la Luz que es la Buena Noticia de Jesucristo. Darle la espalda, ya vemos sobradamente a qué clases de oscuridades conduce.

Este agradecimiento lo hizo bien explícito el cardenal Rouco, en noviembre de 2001, al cumplirse los 25 años de la renuncia por parte del Rey del privilegio de presentación de obispos y, por parte de la Iglesia, del privilegio de fuero, durante la visita de los Reyes de España a la Conferencia Episcopal, que «nos ofrece -dijo el cardenal arzobispo de Madrid y Presidente del episcopado español dirigiéndose al Rey- una extraordinaria oportunidad para reconocer la deuda de gratitud que le debemos al abrirse el espacio adecuado de libertad para la Iglesia que requerían su misma doctrina, actualizada en el Concilio Valicano II, por una parte, y las circunstancias de los tiempos por otra». A su vez, el Rey mostraba así su reconocimiento a los obispos: «Vuestra dedicación puede caracterizarse por el esfuerzo en conciliar, por una parte, la fidelidad a esa rica herencia y, por otra, la oferta a nuestra sociedad de los valores que cualificadamente representáis, y que invitáis a todos a compartir y vivir, en el respeto a las legítimas opciones que cada ciudadano toma o puede tomar libremente».

Y el cardenal Rouco subrayaba la gratitud a los Reyes de España, que «se extiende al mostrar, en la práctica de todos los días, que no sólo no son irreconciliables la tradición católica, la profesión de fe católica de la inmensa mayoría de los españoles y los principios de la libertad política, social y cultural formulados en la doctrina conciliar sobre la libertad religiosa, sino que, por el contario, con su conciliación sale favorecido el bien común».

Hoy, ciertamente, en España, y en toda la Europa de raíces cristianas, no resplandece especialmente ese bien común. No podía ser de otra forma dejando de ejercer la libertad que se nos ha dado a los hombres, justamente, para el bien, y no para el mal. Que ésa es la libertad verdadera, la que brota del Evangelio de Jesucristo, y que la feliz coincidencia del anuncio de la abdicación del Rey con la presentación de la biografía autorizada del cardenal arzobispo de Madrid, pone en primer plano sus palabras al tomar posesión -pronto hará ya los 20 años- de la archidiócesis madrileña: «El obispo no tiene otro mensaje, ni otros bienes, ni otra propuesta de vida que ofrecer que la que se desprende del Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo».

Son las palabras de la libertad, de Quien es la Luz del mundo, las únicas que llevan la vida verdadera a los hombres, las que los mismos Vicarios de Cristo que han visitado España durante el reinado de Don Juan Carlos nos han proclamado, con su voz y con su vida. Las últimas nos las dejó Benedicto XVI, al llegar al aeropuerto madrileño para la Jornada Mundial de la Juventud, el 18 de agosto de 2011, momento que evoca la foto que ilustra este comentario. Dijo así el Santo Padre, tras saludar a los Reyes de España que le habían dado la bienvenida:

«Vengo aquí a encontrarme con millares de jóvenes de todo el mundo, católicos, interesados por Cristo o en busca de la verdad que dé sentido genuino a su existencia. Llego como sucesor de Pedro para anunciar que Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida». Sí, para anunciar la verdadera libertad.