Arzobispo Víctor Manuel Fernández: «Este Papa nos desestabiliza a todos» - Alfa y Omega

Arzobispo Víctor Manuel Fernández: «Este Papa nos desestabiliza a todos»

Cuando un periodista encara un reportaje ante una personalidad determinante en su ámbito, una de las expectativas de máxima está puesta en que cuando hable «tire títulos». Esos contenidos sutiles, agudos, claros, los que nos hacen detenernos, los que nos indican por dónde va la nota, esas instancias inesperadas en las que el entrevistado afiata con el probable lector y con el ocasional interlocutor. Esta expectativa está más que cumplida con el arzobispo Víctor Manuel Fernández, rector de la Universidad Católica Argentina (UCA)

Colaborador

Acaba de publicar un nuevo libro —es un prolífico autor desde hace muchos años: ¡300 títulos!—: Guía Breve para aplicar Evangelii Gaudium, de editorial San Pablo de Argentina. Buen libro, pero vayamos al diálogo.

¿Cómo se le ocurrió escribir esta guía tan, tan clarita sobre la primera encíclica (completa) del Papa Francisco, Guía Breve para aplicar Evangelii Gaudium? ¿Y cómo hizo para lograr —en esos 16 puntos— que nada de lo esencial haya quedado afuera y apto para todo lector?
Hay una gran dificultad para aplicar los documentos de la Iglesia, porque muchas personas se quedan en detalles secundarios y no terminan de captar los ejes, las líneas principales y el mensaje fundamental de un documento. Así, la mayoría de los grandes documentos quedan sin aplicación concreta. Esto se vuelve más grave con Evangelii Gaudium, porque el Papa lo presentó como el «programa» de su pontificado. El riesgo es que muchos amen a Francisco, pero no terminen de aplicar lo que él propone, y todo siga igual. Por eso me pareció urgente ayudar a captar los temas centrales de Evangelii Gaudium sobre todo para mostrar cómo se los puede aplicar en las diócesis, parroquias, movimientos, comunidades e instituciones católicas.

¿Piensa que el mundo está listo para comprender el mensaje de vida cristiana que ofrece y propone este texto?
El mensaje del Papa es claro, pero hay tres problemas: algunos dicen que no saben concretamente cómo aplicar lo que él pide, y a ellos ese librito que escribí puede ayudarles. Otros no aplican las líneas del Papa por otra cuestión, muy posmoderna: sencillamente porque no tienen ganas, están cómodos con su estilo de vida y no les interesa gastar energías ni tiempo en algo que nos les traiga un beneficio inmediato. En tercer lugar, otros no las aplican porque se encierran en su propia ideología y sólo están esperando que Francisco muera pronto para no sentirse interpelados a un cambio.

Por extensión, ¿qué entiende Ud. que les pasa a las personas, instituciones, líderes de distintos ámbitos cuando irrumpe en el plano global Jorge Mario Bergoglio, Papa Francisco?
Este Papa nos desestabiliza a todos, también a los que pensamos como él. Porque nos exige sobre todo un nuevo estilo de vida, con otros objetivos, un cambio exigente en nuestro modo de utilizar el tiempo y las energías, y una capacidad de romper los esquemas personales y de ponerse en el lugar de los que están peor que uno. Porque no se trata sólo de decir que nos gusta lo que dice el Papa. El asunto es, como el lo pide constantemente, vivir más desprendidos de nuestro ego y de nuestros intereses personales, vivir con más generosidad, atrevernos a tomar contacto con las distintas periferias que no forman parte de nuestro círculo cerrado, etc. Si estamos aferrados a nuestras comodidades, eso en el fondo nos inquieta, nos perturba. Yo mismo, que estoy profundamente de acuerdo con sus líneas de pensamiento, sin embargo estoy lejos de ser un ejemplo de lo que él propone. Porque el gran problema actual es el de traducir el pensamiento a estilos de vida coherentes. Ese es el drama de la Iglesia actual, que no termina de reaccionar.

El año pasado, Ud. escribió en el diario argentino Página/12 un artículo titulado «La violencia de no saber leer». Interesante y aguda crítica a los medios de comunicación y su capacidad de interpretación de los textos eclesiales. ¿Cómo se lleva con los medios de comunicación, el periodismo? ¿Cómo pondera la comunicación de la Iglesia argentina tanto con medios confesionales como con medios no confesionales?
Te pido que me permitas detenerme en esta respuesta, porque es de vital importancia. La cuestión de los medios es en realidad parte de un problema más amplio, que afecta a la cultura actual en general. Pero no estoy diciendo que haya que criticar la cultura de los pobres o de menos instruidos. Al contrario, me refiero a la cultura de los sectores intelectuales, profesionales, que se consideran a sí mismos los auténticos intérpretes de la realidad. ¿Por qué? Porque pocos se toman el trabajo serio y profundo de tratar de comprender al otro en sus preocupaciones, de entender su punto de vista.

En la mayoría de las notas periodísticas uno advierte que se busca algún detalle que sirva a la línea editorial o a las directivas de los dueños del propio medio, o a un determinado interés político, económico, etc. Lo que el otro quiere transmitir realmente, la parte de verdad que hay en sus palabras, lo que él busca aportar a la sociedad, interesa poco y a veces nada. De esa manera, no se ofrece una información adecuada que sirva a la sociedad para formarse su propia opinión. A los miembros de la Iglesia nos preocupa que los titulares no reflejen lo que buscamos aportar, o que sólo se comuniquen algunos detalles pero no el fondo.

Sin embargo, la Iglesia en Argentina no tiene problemas con los medios, no está directamente enfrentada con ellos. La relación de los obispos con los periodistas es, en general, excelente. Yo me siento a conversar frecuentemente con periodistas, tratando de analizar a fondo alguna cuestión, y nos entendemos. Creo que el problema no está en los periodistas, sino en el filtro de información que imponen los intereses editoriales, de tal manera que se ha vuelto normal que las cosas se saquen de su contexto, se parcialicen, se distorsionen según la conveniencia del momento. ¿Tenemos que resignarnos a que esto sea así? ¿No es posible otro tipo de periodismo?

También hay que reconocer que hay un punto esencial que los demás no suelen comprendernos: un obispo o un sacerdote normalmente evita ser identificado como oficialista o como opositor, porque un pastor se debe a todos, e intenta no espantar a ninguno, porque así perdería la posibilidad de ayudarlo. Si se coloca demasiado del lado de un sector político, o en contra, termina cerrando las puertas a quienes tienen otra opción política, puede provocar que se alejen de la Iglesia, e incluso que no pidan el acompañamiento pastoral cuando se acerque la muerte, por ejemplo. Soy testigo de muchos casos de estos. Cuando un pastor realiza un reclamo a la acción política (sea nacional, provincial o local) jamás lo hace como opositor político, sino como un pastor que, viviendo la dimensión social del Evangelio, defiende la dignidad del pueblo y los grandes principios sociales. Del mismo modo, si un obispo acompaña alguna iniciativa de un político, lo hace porque lo considera un bien para su gente y no porque esté apoyando la campaña personal del político. Y lo hace sabiendo que nadie es perfecto y que el trigo suele venir entreverado con la cizaña.

Por otra parte, si un laico o un grupo de laicos hace una opción partidaria y opina a favor o en contra de un partido, está en todo su derecho, pero no se puede decir que «la Iglesia dijo…». Ni siquiera cuando habla algún obispo suelto o un grupo de obispos, o una Universidad católica, se puede decir que «la Iglesia dijo». Si en alguna ocasión se quiere emitir una opinión como Iglesia en Argentina, los obispos se reúnen, discuten varios días palabra por palabra, se van poniendo de acuerdo poco a poco en el tono del texto y en sus acentos, y finalmente votan.

Los medios no suelen entender todo esto, y a veces se intenta forzar una palabra o una frase para que se la interprete en la línea de un determinado interés político partidario. Eso dificulta enormemente que los ministros de la Iglesia hagamos llegar a la sociedad nuestro aporte específico.

Muchos indican que su principal objetivo como rector es acercar la Universidad a los sectores más humildes de la sociedad, generando sinergias de superación y mutuo conocimiento. ¿Esto es así?
Desde que llegué a la UCA, además de ocuparme de las múltiples exigencias de la gestión ordinaria (revisión de las carreras, salarios docentes, mejora de los procedimientos, promoción de la investigación, etc.) tuve cuatro preocupaciones que conversé varias veces con el entonces Cardenal Bergoglio.

Una es la de profundizar la vida espiritual en la comunidad universitaria, y en este sentido la inauguración de la iglesia mayor de la Universidad (con cinco Misas diarias y adoración continua a Jesús Eucaristía) fue una gran alegría.

Otra preocupación es acentuar la dimensión social de la vida universitaria, comprometida con los pobres. Esto se fue concretando en varios programas de compromiso social que desarrollamos especialmente en la villa 1-11-14 de Buenos Aires, pero también en las Sedes de Rosario y Paraná. El año pasado hubo un hecho muy elocuente en esta línea: los alumnos de la facultad de Música enseñaron a tocar diversos instrumentos a adolescentes de la villa (violín, oboe, etc.) y se formó una orquesta juvenil que tocó en un salón de la UCA, incluyendo piezas de Mozart. También tocaron una pieza de Piazzola acompañados por un bandoneonista profesional del Teatro Colón. Ver el resultado de ese esfuerzo, la alegría de los padres y el sentimiento de dignidad que esto despertaba en esos adolescentes fue uno de los mejores momentos que pasé en la UCA.

Una tercera preocupación es la de la presencia pública de la UCA: que sea un espacio de diálogo con la sociedad y sus problemas. Para ello quise fortalecer el ODSA (ampliando el número de casos, desarrollando nuevas temáticas, situándolo en un diálogo interdisciplinario, etc.). En esta misma línea quise que el rectorado fuera un espacio de conversación sobre la sociedad, recibiendo constantemente a políticos, sindicalistas, empresarios, profesionales, artistas.

Finalmente, una cuarta línea de trabajo fue promover la integración: el diálogo entre las distintas ciencias, carreras, facultades, etc. Esto se plasmó, por ejemplo, en algunos cursos y jornadas que organizaron y ofrecieron cuatro o cinco facultades conjuntamente. Y en esta misma línea, procurar que las materias teológicas y filosóficas estén mejor conectadas con el pensamiento propio de cada facultad y lleguen realmente a penetrar el pensamiento de los alumnos en lugar de ser un peso o una molestia.

Usted está considerado uno de los hombres de más confianza del Papa Francisco, persona de consulta por sus múltiples experticias teológicas, eclesiales, pastorales y de trabajo codo a codo. ¿Cómo vive esta instancia de servicio a un Papa al que conoce mucho y desde hace tanto tiempo? Y, casi de entre casa, ¿cómo vivió aquel ya mítico 13 de marzo de 2013?
Creo que, como todo obispo, tengo que ayudar a comprender las propuestas del Papa, porque desde mi fe católica estoy convencido de que él tiene una iluminación especial del Espíritu y creo que él es la persona que la Iglesia necesita hoy. Lo mismo hemos hecho con Benedicto XVI: hicimos el esfuerzo de comprender lo que él nos pedía y de aprovechar su aporte específico. El problema es que algunos escuchan a un Papa sólo si coincide con sus ideas o con su propia estructura mental. Estos, aunque parezcan muy conservadores en la doctrina, en el fondo parecen no tener fe en la asistencia especial del Espíritu Santo que Jesús prometió al Papa. Tu pregunta es muy personal. Yo creo entender lo que Francisco está proponiendo, pero sería un grave error pedir que me escuchen a mí en lugar de ayudar a que se comprenda y aplique lo que este gran pastor nos está proponiendo. Vivo con mucha gratitud la paternidad del Papa. No me puedo presentar como amigo sino como hijo y testigo de la inmensa misericordia de este gran hombre que nos refleja la cercanía y la generosidad de Jesucristo.

Y aquel 13 de marzo del 2013 quedé pasmado. Algunos dicen que lo habían anunciado. Yo no lo esperaba. Puedo decirte con toda sinceridad que estaba convencido de que la misma renuncia de Benedicto XVI expresaba la necesidad de comenzar una etapa muy diferente en la Iglesia, que se estaba alejando de la gente. Pero ignoraba quién podía ser la persona adecuada para conducirla. Cuando vi a Bergoglio en el balcón me dije a mí mismo: «¿Cómo pude ser tan corto e incrédulo? Si estaba claro que ésta era la persona para este momento de la Iglesia y del mundo». Todo lo que pasó después, y el lugar que tiene la palabra del Papa en el corazón de la gente y en los debates internaciones, lo confirmó.

¿Le gustaría compartir alguna experiencia personal con el cardenal Bergoglio en aquellos días de Aparecida en Brasil?
Escribí un libro sobre Aparecida, que incluye un diario donde narré detalladamente lo que iba pasando y donde expliqué el sentido de lo que se decidía. Pero vos me preguntás por alguna experiencia personal relacionada con el Papa Francisco.

Te cuento lo que vi en él durante ese mes. Me admiró su inmensa paciencia, como si estuviera completamente liberado de la ansiedad y la obsesión (defectos que yo poseo). No tenía el proyecto de imponer determinadas ideas ni de lograr resultados deslumbrantes. Le interesaba que la gente se expresara, dialogara mucho, debatiera, y fuera encontrando poco a poco grandes consensos. Él presidía la comisión de redacción del documento y yo participaba. Iban pasando peligrosamente los días y no se perfilaba que pudiéramos llegar a redactar un documento. Se corría el riesgo de que se acabara el tiempo y no tuviéramos un texto terminado. Pero él se empeñaba en no precipitar ni forzar las cosas. Por eso los últimos tres días fueron una loca carrera para lograr cerrar el texto. El mismo Bergoglio se quedaba hasta las 3 o las 4 de la mañana (cuando su hábito era el de irse a dormir a las 21.00). Terminamos como pudimos, y él mismo el último día me dijo: «Nos habría hecho falta un día más».

Por eso —él lo sabe— ese documento no es una joya literaria ni un modelo de orden y armonía textual. Pero tiene un inmenso valor, que es el que quiso darle Bergoglio: expresa consensos reales, forjados en un intenso, paciente y prolongado diálogo. Esto permitió que la Iglesia en América Latina recuperara un sentimiento de identidad propia, de libertad y de entusiasmo. La anterior Conferencia de Santo Domingo se había sentido como excesivamente conducida por la Curia vaticana, que quería evitar que se dijeran cosas que consideraba inconvenientes. Por eso Bergoglio quería que Aparecida devolviera a la Iglesia de América Latina una experiencia de responsable libertad, y cuyo documento expresara realmente las inquietudes de los participantes.

¿Podría hacer algún comentario sobre la nueva encíclica que está preparando el Papa acerca del medio ambiente?
Supe que la encíclica del Papa sobre el ambiente será un aporte diferente al de Evangelii Gaudium. Porque se tratará de un texto mucho más reflexivo, que ayudará a comprender la profundidad del pensamiento de Francisco. Se sabe que fue elaborada consultando a cientos de personas, y que significa un gran esfuerzo interdisciplinario, para que el pensamiento cristiano muestre su fecundidad en el diálogo con las ciencias y con las preocupaciones de la sociedad. En ese sentido intuyo que será una encíclica muy novedosa y enriquecedora, por su estilo, por su forma de encarar la temática, por su metodología, por su lenguaje. Por supuesto, no creo que le falten esas frases punzantes y exhortativas que caracterizan a este Papa. Escuché que saldrá hacia fines de mayo, y de ese modo se anticipará a las reuniones de julio que prepararán la Cumbre de fin de año sobre medio ambiente (París). Esto nos lleva a pensar que planteará fuertes exigencias a la política internacional.

Y la última pregunta ya sobre el estribo. Trascendió que se está trabajando en el ámbito universitario (varias universidades, incluida la UCA) en un proyecto sobre drogas/narcotráfico por pedido del Papa Francisco.
En realidad sólo hay un espacio de diálogo entre algunas Universidades y otras instituciones, pero eso está in fieri, todavía no es algo acabado desde un punto de vista académico y profesional. Con respecto al Papa Francisco, él no acostumbra solicitar este tipo de cosas. Lo que hace siempre, cuando alguien le comenta un proyecto, es decir: «¡Adelante!». Eso no significa estrictamente que él lo solicite. La UCA participa de esas reuniones porque a todos nos interesa intercambiar opiniones y pensar en posibles proyectos.

Por otro lado, la UCA ya tiene un Barómetro de drogadicción y adicciones, que trabaja con parámetros científicos, y que hará su primera presentación a mediados de mayo. Incluye un estudio cuantitativo sobre drogadicción en Argentina basado en 5.700 casos, más una profundización sobre la ciudad de La Plata, además de un complemento cualitativo basado en lugares del Gran Buenos Aires.

El gran valor de este Barómetro es que cada año presentará un informe que permitirá comparar con los datos del año anterior y advertir la evolución. A esto lo he hablado con el Papa, en orden a acompañar su preocupación por esta cuestión, y como siempre me dijo: «¡Adelante!».

Virginia Bonard y Natalia Ramil / CELAM