Igualdad y trabajo decente para las mujeres - Alfa y Omega

El Día Internacional de la Mujer se celebra el 8 de marzo como reivindicación de la lucha de las mujeres por la igualdad. La igualdad de género forma parte de la Agenda para el Desarrollo Sostenible, que la incluye como quinto objetivo: Lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas. Este objetivo está también presente en el octavo, referido al trabajo decente y el crecimiento económico, donde establece metas como:

–8.5. De aquí a 2030, lograr el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todas las mujeres y los hombres, incluidos los jóvenes y las personas con discapacidad, así como la igualdad de remuneración por trabajo de igual valor.

–8.8. Proteger los derechos laborales y promover un entorno de trabajo seguro y sin riesgos para todos los trabajadores, incluidos los trabajadores migrantes, en particular las mujeres migrantes y las personas con empleos precarios.

Según datos de Naciones Unidas, a nivel global, los hombres ganan 12,5 % más que las mujeres en la mayoría de países. La tasa de participación de la mujer en la población activa es del 63 %, frente a la del 94 % de los hombres. Y, a pesar de su creciente presencia en la vida pública, las mujeres se siguen haciendo cargo del trabajo doméstico y de cuidados, 2,6 veces más que los hombres.

Igualmente, en España, los datos de la OIT muestran que la diferencia salarial entre mujeres y hombres se sitúa de media en el 15 %. Pero la discriminación en el trabajo va mucho más allá reflejando los datos como se ven afectadas por mayores tasas de precariedad, sueldos más bajos, peores condiciones laborales, contratos temporales y trabajos a media jornada. Y, mientras que, según datos del INE de 2016 sobre los usos del tiempo, las mujeres españolas se encargan diariamente de las tareas del hogar y cuidados durante casi cuatro horas y media, los hombres que lo hacen, solo les dedican dos horas y media de su tiempo.

La reivindicación de los derechos de la mujer ha estado siempre presente en la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente. Ya Benedicto XVI en su exitosa definición del trabajo decente en Caritas in veritate indicaba:

«Significa un trabajo que, en cualquier sociedad, sea expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer: un trabajo libremente elegido, que asocie efectivamente a los trabajadores, hombres y mujeres, al desarrollo de su comunidad; un trabajo que, de este modo, haga que los trabajadores sean respetados, evitando toda discriminación…» (n. 63).

La Conferencia Episcopal Española en su Instrucción Pastoral Iglesia, servidora de los pobres destaca las discriminaciones sufridas por las mujeres en España:

«Nos aflige el incremento del número de mujeres afectadas por la penuria económica pues, no sin razón, se habla de ‘feminización de la pobreza’. Algunas de ellas incluso son víctimas de la trata de personas con fines de explotación sexual, particularmente las extranjeras, engañadas en su país de origen con falsas ofertas de trabajo y explotadas aquí en condiciones similares a la esclavitud» (n. 7).

«Nos preocupan las desigualdades que sufren las mujeres en el ámbito familiar, laboral y social. Es preciso aceptar las legítimas reivindicaciones de sus derechos, convencidos de que varón y mujer tienen la misma dignidad. Debemos reconocer que la aportación específica de la mujer, con su sensibilidad, su intuición y capacidades propias, resulta indispensable y nos enriquece a todos» (n. 51).

La igualdad promueve el empoderamiento y el desarrollo pleno de todas las personas. En el ámbito laboral significa acabar con la brecha salarial y romper el techo de cristal, que la OIT define como «situaciones en las que el ascenso de una persona cualificada dentro de la jerarquía de una organización se detiene en un nivel determinado a causa de alguna forma de discriminación, casi siempre por sexismo o racismo».

Las reivindicaciones alcanzan a la doble jornada, situación en que tantas mujeres además del tiempo dedicado al trabajo asalariado, continúan siendo ellas, mayoritariamente, quienes hacen las tareas del hogar y cuidan de la familia. La conciliación debe ser una demanda de todas las personas, hombres y mujeres, en cuanto a la compatibilidad de los tiempos dedicados a la familia y al trabajo.

En definitiva, hoy, igualdad significa corresponsabilidad, responsabilidad compartida, un reparto equitativo de tareas en la familia y en la sociedad. Y dentro de la familia, las tareas del cuidado de la vida y de las personas deberían ser asumidas por quienes conviven en un hogar. Supone que hombres y mujeres acepten el compromiso de conocer las necesidades cotidianas de las personas con quienes se comparte la vida y ponerse en disposición de ayudar a solventarlas.

Todos estos son motivos suficientes para reivindicar el trabajo docente para las mujeres, para todas las personas.

Tamar Arranz y Javier Alonso
Iglesia por el Trabajo Decente