«Si yo, Pedro, me encuentro con los pobres, debéis hacerlo vosotros» - Alfa y Omega

«Si yo, Pedro, me encuentro con los pobres, debéis hacerlo vosotros»

Rino Fisichella se presenta en cada destino de los Viernes de la Misericordia 15 minutos antes que Francisco. Estas visitas –subraya el presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización– son «un signo con el cual el Papa dice a los obispos, a los sacerdotes y a los laicos: “Mirad: si yo, Pedro, voy a una casa a encontrarme con los enfermos, con los pobres, también es importante que lo hagáis vosotros”»

María Martínez López
Monseñor Rino Fisichella, a la derecha, con el Papa Francisco durante su visita a la Fundación Santa Lucía, en Roma, Italia, el 22 de septiembre de 2017. Foto: EFE/Patrizia Tocci/Fundación Santa Lucía

Si una iniciativa del Año de la Misericordia quedó grabada en las retinas de gente de todo el mundo, fueron las visitas sorpresa del Papa a diversas situaciones de pobreza y vulnerabilidad en los llamados Viernes de la Misericordia. El propio Francisco se refirió a ellas en su carta conclusiva Misericordia et misera, subrayando cómo le habían servido para darse cuenta de que, «aunque no llegan a ser noticia, existen muchos signos concretos de bondad y ternura dirigidos a los más pequeños e indefensos. Existen personas que encarnan realmente la caridad y que nos llevan continuamente a la solidaridad con los más pobres e infelices».

Encuentros en el día a día

Un «testimonio tan profundo» no podía caer en el olvido, y por ello el Santo Padre y el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización decidieron seguir adelante con las visitas. Son además –explica en entrevista con Alfa y Omega el arzobispo Rino Fisichella, presidente de este dicterio– «un signo con el cual el Papa dice a los obispos, a los sacerdotes y a los laicos: “Mirad: si yo, Pedro, voy a una casa a encontrarme con los enfermos, con los pobres, también es importante que lo hagáis vosotros”».

La frecuencia de estos gestos, eso sí, se ha ido reduciendo. Ya no son mensuales, pero no faltan en los tiempos litúrgicos fuertes. Y esta Cuaresma no iba a ser una excepción, según adelantó a este seminario Fisichella, durante una reciente visita a la Universidad Eclesiástica San Dámaso de Madrid.

El factor sorpresa es una de las claves de estos encuentros, distintos a otros que protagoniza el Papa por ejemplo durante sus viajes. Frente a ellos, los Viernes de la Misericordia se distinguen por ser «visitas verdaderamente privadas, en las que el Santo Padre quiere encontrarse directamente con las personas en su día a día. Por eso nadie sabe dónde va a ir el Papa salvo él y yo mismo. Ni siquiera las propias instituciones».

15 minutos de preaviso

Lombardo de nacimiento, Fisichella lleva prácticamente medio siglo viviendo en Roma; la mayor parte como sacerdote. Esto le ha permitido conocer bien la Ciudad Eterna y su Iglesia. Así va seleccionando «las situaciones en las que me parece importante que el Papa participe. Yo voy 15 minutos antes que él, y aviso de que en un cuarto de hora va a llegar. Por eso, muchas veces cuando llegamos nos encontramos con una incredulidad que luego se transforma en entusiasmo».

Habiendo vivido todos estos momentos en directo, el responsable de Nueva Evangelización del Vaticano destaca que no se desarrollan como una acción unilateral de Francisco. En Misericordia et misera él mismo cedía el protagonismo a quienes trabajan cotidianamente en estas realidades. «Y también –añade el arzobispo– quienes reciben su visita están haciéndole misericordia al Papa, con su sonrisa y su palabra, permitiéndole conocer la situación que viven. Por eso se puede decir que los pobres nos evangelizan: porque nos muestran el verdadero rostro del Evangelio».

Un semblante que ha tomado los rasgos de mujeres esclavizadas en la prostitución, de exsacerdotes casados, de enfermos y personas en estado vegetativo, de jóvenes que intentan superar una drogadicción… Y ahora, un pueblo creado a la medida de los enfermos de alzheimer. «El rostro de la pobreza es infinito». Y nos recuerda que «todos nosotros somos pobres. La experiencia de la pobreza es algo existencial, universal, no solo social. Forma parte de la condición del hombre», siempre mísero y necesitado de misericordia.

El corazón del pontificado

Dos años después de la clausura del Jubileo de la Misericordia, Rino Fisichella ve en él la fuente de la que «brotan todas las demás iniciativas de Francisco». Incluida otra, íntimamente conectada con los Viernes de la Misericordia: la institucionalización de la Jornada Mundial de los Pobres, el último domingo antes de la solemnidad de Cristo Rey, que se le ocurrió «de manera profética» durante la celebración del Jubileo de los Pobres, el 13 de noviembre de 2016.

«Todo su pontificado se explica a la luz de la misericordia, que es el corazón de toda la revelación de Jesús. Y Él, a su vez, nos revela a Dios». Una misericordia que, para el Pontífice, «no es algo pasivo, sino una acción. De ahí que haya inventado el verbo misericordiar, que no existe ni en español ni en italiano. Es una dinámica continua, en la que cada uno se compromete» con toda su persona. «Por eso dice Francisco que las obras de misericordia son infinitas; porque cada persona puede hacer la misma obra de una manera diferente».