Un beso - Alfa y Omega

Un beso

Ricardo Ruiz de la Serna
Foto: AFP/Vincenzo Pinto

Esta foto es del viaje que el Papa hizo el pasado mes de febrero a los Emiratos Árabes Unidos. El sucesor de Pedro besa al Sheikh Ahmed Al-Tayeb, gran imán de la milenaria Universidad de Al-Azhar y autoridad religiosa del islam suní.

La imagen tiene su importancia por lo que simboliza, el beso de los creyentes, pero también por lo que sucedió en este viaje. Francisco y Al-Tayeb firmaron el Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial. Es un texto muy profundo que hunde sus raíces en la tradición bíblica y que, tas el prefacio, comienza así: «En el nombre de Dios que ha creado todos los seres humanos iguales en los derechos, en los deberes y en la dignidad, y los ha llamado a convivir como hermanos entre ellos, para poblar la tierra y difundir en ella los valores del bien, la caridad y la paz». En algunos de sus pasajes, resuena la voz del Talmud: «En el nombre de la inocente alma humana que Dios ha prohibido matar, afirmando que quien mata a una persona es como si hubiese matado a toda la humanidad y quien salva a una es como si hubiese salvado a la humanidad entera». El documento aspira a ser «una invitación a la reconciliación y a la fraternidad entre todos los creyentes, incluso entre creyentes y no creyentes, y entre todas las personas de buena voluntad”.

El pasado 15 de marzo un terrorista supremacista blanco cometió sendos atentados contra dos mezquitas en Christchurch (Nueva Zelanda). Mató a 50 personas e hirió a otras 50. El asesino retransmitió su crimen en directo a través de Facebook Live. El mundo tuvo oportunidad de asistir a una acción atroz intrínsecamente maligna gracias a la tecnología digital. El Mysterium Iniquitatis se manifiesta así de un modo novedoso. El encuentro de Francisco y Al-Tayeb marca un camino para todos los hombres y mujeres de buena voluntad en el tiempo en que vivimos. Decía Jonathan Sacks, que fue gran rabino de Inglaterra, que «cuando la religión convierte a los hombres en asesinos, Dios solloza». Parte del misterio y del escándalo de la cruz es la muerte injusta del radicalmente inocente. El documento condena el terrorismo en términos muy severos: «El terrorismo execrable que amenaza la seguridad de las personas, tanto en Oriente como en Occidente, tanto en el Norte como en el Sur, propagando el pánico, el terror y el pesimismo no es a causa de la religión –aun cuando los terroristas la utilizan–, sino de las interpretaciones equivocadas de los textos religiosos, políticas de hambre, pobreza, injusticia, opresión, arrogancia; por esto es necesario interrumpir el apoyo a los movimientos terroristas a través del suministro de dinero, armas, planes o justificaciones y también la cobertura de los medios, y considerar esto como crímenes internacionales que amenazan la seguridad y la paz mundiales. Tal terrorismo debe ser condenado en todas sus formas y manifestaciones».

En el rostro del Crucificado, se reflejan los rostros de todos los crucificados en la historia. Tal vez sea que solo así, como en un reflejo, puede contemplarse el mal y seguir confiando en el ser humano, esa criatura cuyo pecado es tan grande que solo Dios, que es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad, puede limpiarlo.