Santos del día a día - Alfa y Omega

Santos del día a día

El magisterio de Juan Pablo II sobre el amor humano no se queda en teorías, sino que se concreta en cada vez más aplicaciones pastorales: matrimonios que se juntan para compartir experiencias, centros de orientación familiar, movimientos eclesiales de espiritualidad familiar, médicos que reconocen la validez de la enseñanza de la Iglesia para iluminar la ciencia… El amor humano es un camino de santidad cotidiana

José Antonio Méndez

La pastoral de la tortilla

Rafa y Lola son padres de 5 hijos y un matrimonio feliz, creyente y muy comprometido con la Iglesia y con la defensa de la vida. Hace un par de años, dieron un paso más e hicieron el Máster en Pastoral Familiar, del Instituto Pontificio Juan Pablo II. Algo que «nos ha cambiado la vida, y no es una forma de hablar». Porque «una cosa es tener un encuentro personal con el Señor, y otra, recibir su luz para entenderte como un nosotros, para vivir a fondo nuestra llamada al amor y a la felicidad como matrimonio». Gracias al magisterio de Juan Pablo II, «hemos entendido que fecundidad no es sinónimo de fertilidad, sino que es estar abierto. La fecundidad de una familia católica no se queda en tener hijos y encerrarte luego en lo bien que estás, como un síndrome Gollum de quedarte con mi tesoro, sino que es abrir las puertas y la familia a tu entorno. Y podemos llegar muy lejos: a través de nosotros, a nuestros compañeros de trabajo, a nuestra familia y amigos; a través de nuestros hijos, a todo su entorno. Y el círculo siempre va creciendo». Así empezaron a practicar «la pastoral de la tortilla de patatas: invitábamos a nuestra casa a amigos, a parejas, a familias…, sacábamos una tortilla y unas cervezas, y hablábamos de Dios, de la familia, de sus problemas…». Desde hace 7 meses, dirigen el Centro de Orientación Familiar Juan Pablo II, en Madrid, donde «cada vez ayudamos a más familias con problemas diferentes: sexualidad; problemas con los hijos; falta, no ya de comunicación, sino de conocer al otro…». La conclusión es que «las personas, al conocer el amor de Dios a través del amor humano, comprenden mejor sus problemas para solucionarlos y, además, se sienten consoladas».

La Medicina, iluminada

La doctora Inés García es psiquiatra especializada en niños y adolescentes, en la consulta del doctor Carlos Chiclana. Por experiencia, sabe que el magisterio de Juan Pablo II sobre el amor humano «responde a la realidad y a los sufrimientos de mucha gente», relativos a la afectividad y a la sexualidad. Y da ejemplos: «Algunos adolescentes sufren mucho porque no han descubierto el inmenso valor de su cuerpo y la íntima relación que existe entre su cuerpo y su mundo emocional y afectivo. Este desconocimiento puede conducirles a una ruptura interior, a no dar a su cuerpo el trato y cuidado que merece y, en algunos casos, a desarrollar patologías». Sin embargo, el cuerpo está llamado a ser «nuestro gran aliado para ser libres, no esclavos, para desarrollar nuestro potencial, identificar nuestras emociones y sentimientos, y transmitir los afectos a los demás». García explica que la Teología del cuerpo no sólo no es contraria, sino que ilumina «la terapia del cuerpo, porque hemos sido creados bien, y cuantos más casos trato, más compruebo que Cristo es quien mejor conoce al ser humano y lo que necesita para ser feliz». Por eso, ayuda a niños y jóvenes «a escuchar y valorar su cuerpo, sanar heridas y descubrir su dignidad».

Las familias invencibles

En los últimos años, se han multiplicado los movimientos y grupos que viven una espiritualidad familiar. Uno de ellos es la Fraternidad de las Familias invencibles, ligada a la Renovación Carismática Católica. A través de encuentros periódicos, dan «respuesta a la insistente llamada de Juan Pablo II en favor de la evangelización de y desde las familias», como explican en su web. En esos encuentros, a través de la formación, la oración, la convivencia y el testimonio, «la acción del Espíritu en nuestras familias va regalando sus dones, con frutos como la oración familiar diaria, la creación de un lugar de oración en cada casa, la hospitalidad entre familias, la activación de la gracia matrimonial, y la evangelización y el servicio a la Iglesia» en parroquias y COF. Porque la Teología del cuerpo no sólo habla de fecundidad, sino que es fecunda.