A propósito de una entrevista - Alfa y Omega

¿A quién sorprende que el Papa, en este caso Francisco, defienda el derecho a la vida humana? A los cristianos en general y a los católicos en particular no debería sorprendernos lo más mínimo. Y, sin embargo, vamos de sorpresa en sorpresa. La famosa entrevista que el Papa concedió el pasado domingo a Jordi Évole en el programa Salvados ha causado mucho revuelo. No solo por el medio y el entrevistador escogidos, sino por las respuestas de Francisco.

Vaya por delante que lo que el periodista quería saber de Francisco es el abc. Y ahí reside, en mi humilde opinión, el gran mérito de esta entrevista. Hemos descubierto, a través de la nutrida audiencia que el Papa convocó, que habitamos una sociedad que desconoce el significado del lenguaje cristiano.

Hace unos meses escribí en esta misma columna acerca de la creación de un servicio pastoral para la educación y la información que la diócesis de París había puesto en marcha. Conscientes de que la Iglesia en Francia era más desconocida que combatida y que los ciudadanos desconocían el significado del lenguaje cristiano, había llegado la hora de hacerse entender de nuevo. Algo parecido podría colegirse de los comentarios, loas, exabruptos y consideraciones que ya desde la misma noche del domingo, mientras se estaba emitiendo la entrevista, han llenado las redes sociales y algunas páginas de la prensa.

La sociedad española, creo no equivocarme, desconoce el vocabulario y los códigos lingüísticos con los que los católicos nos expresamos. Y si esto es grave, porque es imposible hablar con quien no te entiende, más grave me parece el nivel de desconocimiento profundo que los propios católicos tenemos del significado social del lenguaje cristiano.

La formación de la conciencia social del catolicismo español sigue siendo, no sé hasta cuándo, una asignatura imposible de aprobar. Se desconoce el lenguaje y la gramática y se ignora la dimensión social de la fe. No se trata de si el Papa nos gusta o nos disgusta, nos confirma o nos legitima cuando habla de vida humana en términos de justicia social. Se trata de que ser humano no es lo mismo que vivir humanamente, y que esto último solo es posible si las condiciones materiales y espirituales favorecen la humanización. Seguir discutiendo acerca de los vínculos indisolubles entre evangelización y promoción humana ya suena a mala fe.