Un barroco singular - Alfa y Omega

Un barroco singular

Málaga y Granada acogen una exposición sobre la obra de Pedro de Mena, un artista barroco que plasmó con detalle los elementos más cercanos y humanos de la fe

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Ecce Homo. Iglesia de San Luis de los Franceses, Sevilla. A la derecha: Soledad. Convento del Corpus Christi, Alcalá de Henares (Madrid). Fotos: José Luis Gutiérrez

Pedro de Mena, granatensis malacae es el nombre de la exposición que acoge hasta el 14 de julio el centro de arte del Palacio Episcopal de Málaga, una muestra de uno de los escultores más sugestivos del Barroco, que sin ser un imaginero al uso supo hacer llegar al pueblo los detalles más humanos de Jesús, la Virgen y los santos.

La exposición alberga la sillería del coro de la catedral, que realizó el escultor entre 1658 y 1660, además de otras 63 piezas procedentes de colecciones privadas y espacios públicos nacionales e internacionales, entre las que destacan imágenes de la infancia de Jesús con su Madre y con san José, además de varias escenas de la Pasión y las dos estrellas de la muestra: Magdalena Penitente y san Francisco de Asís.

En todas ellas, Mena logra plasmar los presupuestos espirituales y teológicos de la Contrarreforma, que en lo cultural abogaría por unas imágenes más cercanas y más humanas, subrayando emociones y sentimientos en los que el espectador se pudiera sentir más reconocido, y acercar así la humanidad de las figuras sacras a la comprensión visual de los fieles. Y todo ello para, al fin y al cabo, fomentar la vida de piedad del pueblo.

De este modo, Mena se convirtió en un maestro de la naturalidad espiritual, gracias a la expresividad de las manos y rostros de sus figuras, y en especial de sus miradas, dirigidas al Cielo o bien en meditada introspección. El cuidado del detalle llega en este escultor a trabajos de auténtica filigrana, como el trenzado de palma que viste a la Magdalena o el hábito del santo de Asís.

Cristo del Perdón. Capilla de San Sebastián. Catedral de Málaga. A la derecha: San Francisco de Asís. Catedral de Toledo. Fotos: José Luis Gutiérrez

Humanidad y ternura

Juan de Mena es un escultor poco dado a realizar pasos procesionales. Sus imágenes son más bien de pequeño tamaño, con alguna excepción como el Cristo del Perdón que alberga la catedral malagueña, o el Cristo de la Buena Muerte que originalmente sale en procesión el Jueves Santo a hombros de la Legión Española. Sin embargo, se trata de una talla distinta a la original del escultor, que fue destruida y reducida a cenizas en 1931, durante la persecución religiosa desatada en la ciudad durante la Segunda República.

Este interés por resaltar la humanidad de las figuras llega también hasta las imágenes sobre la infancia de Jesús, y así en la muestra se pueden observar detalles de ternura como los que protagonizan la Virgen con el Niño, o la sencillez de un Jesús de pocos años agarrado a la túnica de san José, o el Jesús recién nacido que duerme plácidamente en una cuna.

La iniciativa de Málaga se completa con una sección en el edificio de la curia metropolitana de Granada, ciudad natal del escultor, con el nombre Pedro de Mena, granatensis, centrada en los orígenes del escultor y que contará con obras de quienes tuvo como maestros, como su padre Alonso de Mena y los artistas Bernardo de Mora y Alonso Cano.

Entre dos ciudades

Granadino de origen y malagueño de adopción, Pedro de Mena creció entre las gubias y la madera que trabajaba su padre, Alonso de Mena, en el taller que heredó a su muerte, en 1646. Cuatro años después, trabajaba allí codo a codo con Alonso Cano, figura indispensable del Barroco español, que ayudó a su socio a afinar su estilo, dotándole de más realismo y mitigando la rigidez.

En 1658, el entonces obispo de Málaga, Diego Martínez de Zarzosa, le llama a realizar la sillería de la catedral, iniciando así una próspera carrera en la ciudad malagueña, donde instaló un taller y recibió numerosos encargos, sobre todo por parte de congregaciones religiosas. Pronto su buen hacer se conoció en toda la geografía nacional y no hay lugar de España que no albergue alguna obra salida de su taller.

Casado con Catalina de Vitoria, juntos tuvieron 14 hijos, de los que sobrevivieron cinco. Cuatro de ellos hicieron votos religiosos, y fue precisamente en el císter de Santa Ana, donde vivían consagradas tres de sus hijas, donde Mena pidió ser enterrado en una caja de pino bajo la entrada de la iglesia, para ser pisado por aquellos fieles a los que había servido acercándoles los elementos visuales más sencillos de nuestra fe.