El Papa de los presos - Alfa y Omega

Es Jueves Santo. ¿A dónde irá esta tarde el Papa? Naturalmente, a alguna cárcel. Para celebrar con los presos la Misa de la Cena del Señor y lavar los pies –arrodillado en el suelo a pesar de sus 82 años y su ciática– a doce de ellos. Y secárselos con cuidado. Y besárselos al terminar, mirando después hacia arriba a cada uno con una sonrisa antes de levantarse.

Visitadas ya todas las cárceles de Roma, esta vez se acercará a la de Velletri, donde le recibirán la directora, la subdirectora y la comandante de la Policía penitenciaria, tres mujeres que han logrado crear un clima de humanidad y respeto mutuo en un penal diseñado para menos de sus 600 presos, muchos de ellos extranjeros.

En su primera Semana Santa, la de 2013, Francisco sorprendió a los romanos yendo a la cárcel juvenil en lugar de la basílica de San Juan de Letrán, su catedral como obispo de Roma, que visita con frecuencia. En el penitenciario, lavó los pies a diez chicos y dos chicas, una de ellas musulmana.

Después ha repetido el gesto en las cárceles de Rebibbia y Regina Coeli, incluyendo entre medias un asilo de personas con discapacidad y un centro de acogida de refugiados, la mayoría provenientes de África, en las afueras de Roma.

Entre los 800 internos dominaban los rostros marcados por la adversidad. También entre los doce hombres y mujeres de varias religiones que participaron en la ceremonia de lavado. En algunos pies se veían las heridas de las caminatas o quizá de malos tratos en las cárceles de los traficantes.

Al terminar la Misa, mientras sonaban canciones eritreas y de otros países, Francisco no hacía ademán de irse. Sonriente y, sin prisas, fue saludando uno a uno, hasta el anochecer, a los 770 hombres, 33 mujeres y siete niños a la espera de que Italia juzgase su petición de estatuto de refugiado.

El Papa ha visitado muchas cárceles en ciudades italianas y en sus viajes internacionales. Alguien le preguntó una vez por qué lo hacía. «Porque me lo van a recordar en el juicio final: si estaba en la cárcel y viniste a verme». Cada año acuden a encuentros con el Papa millones de personas. El Jueves Santo, Francisco visita a algunos que no pueden hacerlo.