Una Pascua para «darle un vuelco a tu vida» - Alfa y Omega

Una Pascua para «darle un vuelco a tu vida»

Los salesianos han puesto en marcha un itinerario pascual de tres años para los chicos y chicas que participan en sus grupos juveniles. Se trata de un tiempo fuerte para la convivencia y la introspección en el que cada joven conecta la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús con su propia vida personal

Ricardo Benjumea
Vigilia pascual de jóvenes salesianos en Mohernando (Guadalajara)

El sacerdote lavó los pies de los animadores, y entonces –una licencia litúrgica– la celebración de la Misa de la Cena del Señor se interrumpió durante varios minutos. Los chicos se dispersaron en pequeños grupos, «y cada uno de los animadores les lavamos los pies, se los besamos, se los secamos… Todo esto les impresionó mucho. Se sintieron como los discípulos. Yo les dije: “Si conmigo, que soy una mindundi, os habéis quedado así, imaginaos si os lo hubiera hecho Jesús. Pues así es como lo vivieron los discípulos”».

Un año más, Leticia Monzón, Leto (39 años), pasó la Semana Santa como animadora en una de las tres pascuas juveniles que organizan los salesianos de la inspectoría Santiago el Mayor, la de Arévalo (Ávila), dirigida a chicos y chicas de entre 16 y 18 años. Se trata de la primera de las tres etapas pascuales que la congregación ofrece a quienes habitualmente participan en sus grupos juveniles. El itinerario se articula en torno a toda una pedagogía acerca del sentido de la Semana Santa en particular, y del compromiso cristiano del joven en general.

En Árevalo, la primera estación, hubo algo menos de 150 participantes. En La Adrada (también en Ávila), el nivel intermedio, alrededor de 100. Mientras que la tercera y última etapa, en Mohernando (Guadalajara), dirigida a jóvenes de a partir de 20 o 21 años, está enfocada a grupos más reducidos, de poco más de 50. Una norma general es que no es posible repetir. «Lo que queremos es que celebren la Pascua en sus parroquias, en sus comunidades… Esto se hace de para ayudarlos a comprender mejor el significado de estos días y para que crezcan en su fe», explican desde la inspectoría Santiago el Mayor, que abarca territorialmente toda la cornisa cantábrica, Navarra, La Rioja, más las dos Castillas y Madrid.

«Ya no tenemos secretos»

Leto llegó a Arévalo con cuatro de los chicos y chicas a los que acompaña habitualmente en Carabanchel (Madrid). El trabajo con ellos, en realidad, había empezado varias semanas antes, durante la Cuaresma: «Reflexionamos sobre el sentido del ayuno, la oración, la limosna…».

Pese a toda esta preparación, para la mayoría resulta un impacto grande encontrarse en el retiro con otros jóvenes de otros lugares de España, especialmente si acuden de localidades pequeñas. Se genera una convivencia muy intensa, en la que el recorrido de la pasión, muerte y resurrección de Jesús se va conectando de diversos modos con la propia vida.

El Viernes Santo toca reflexionar sobre la cruz. Y sobre las cruces que uno debe cargar en su vida. «Se abren en canal», cuenta la monitora. «Hablan sobre lo que no les gusta en sus vidas y quieren cambiar; sobre sus problemas familiares (algunos realmente dramáticos)… Ves que, de una estación a otra, se va produciendo un salto en el tipo de relaciones que hay entre ellos. Como si pensaran: “Te he contado algo dramático. Ya no tenemos secretos entre nosotros”».

Hay momentos de introspección, meditación y silencio. Otros son para compartir. Y también hay ratos en los que deben preparar las celebraciones, lo que les permite después vivirlas con mayor intensidad.

De cara a la Vigilia Pascual, «cada grupo escribe su propio credo» y «todos asumen públicamente unos compromisos», tanto a nivel personal como comunitario.

Leticia Monzón, con un grupo de jóvenes en la Pascua de Arévalo (Ávila)

El Gran Silencio a la espera de la resurrección

Celia García viajó desde Salamanca a Mohernando con 20 años y ha regresado con 21. Buena parte de su cumpleaños, el Sábado Santo, lo pasó sin abrir la boca ni poder recibir las felicitaciones de los demás, puesto que desde la tarde del viernes hasta la comida del sábado se celebra El Gran Silencio, que ayuda a ponerse en la piel de quienes lloraban la muerte de Jesús y esperaban (con más o menos dudas) su resurrección. «Esa parte me daba un poco de respeto», confiesa. «A nivel personal, la parte en la que más flaqueo es en buscar más momentos de interioridad y de oración, y ese es el objetivo que me llevo», afirma.

De las tres pascuas juveniles de los salesianos de la inspectoría Santiago el Mayor, no duda de esta última es la que más le ha marcado. «La intensidad es mucho mayor», cuenta esta animadora en un centro juvenil de Salamanca. «En los dos primeros niveles, te dan un cuaderno con pautas para las celebraciones, los momentos de reflexión, las dinámicas… Aquí, en cambio, recibes un cuaderno en blanco y un bolígrafo: tú te haces la Pascua, la conec-tas con tu realidad personal y tus circunstancias».

También hay un salto cualitativo en «el tipo de conversaciones» con los animadores y entre los propios jóvenes, muchos viejos conocidos de diversos encuentros y convivencias. En los momentos para los testimonios, a Celia le impactó especialmente escuchar a un antiguo animador suyo, que conoce desde los 14 años y ahora está en el prenoviciado. «Enriquece mucho ver cómo han ido creciendo en su fe personas cercanas a ti, personas que son tus iguales y a las que tratas de tú a tú», dice. «Todo esto te hace tomarte mucho más en serio tu propia vida y darle un vuelco a muchas cosas de tu vida que detectas que debes cambiar».

«Ah, y me lo he pasado de lujo», añade al final de la conversación. «Ir a rezar no impide pasártelo bien».