Amor, liberación y encuentro - Alfa y Omega

En enero compartía mi experiencia de Dios hecho humanidad, la experiencia del Dios cercano que se deja tocar, y se hace visible en la vida de cada una de las mujeres con las que comparto la vida; mujeres víctima de la trata con fines de explotación. Hoy, en plena Pascua de Resurrección, al escribir estas líneas me brota el «¡Aleluya!» por lo acontecido estos días, una Semana Santa llena de sentido, con mujeres que han experimentado que sus vidas han pasado de la cruz del dolor, la angustia y la soledad, a la Vida llena de sentido y futuro.

«Nunca pensé que volvería a reír con tantas ganas», compartía una de las mujeres mientras jugamos a las cartas después de cenar. Risas, bromas y gestos de complicidad se van sucediendo partida tras partida.

En estos espacios informales cotidianos, otra de las mujeres decía a sus compañeras: «Qué bien me siento y qué alegría me da poder comenzar un curso que me permita un trabajo en España, levantarme a las siete cada mañana para llegar a tiempo… Doy gracias a Dios».

Ya en la habitación, a mí también me brota una oración de agradecimiento. ¡Cuántas semillas de resurrección de un Dios que sale al encuentro en el acontecer de cada día!

Delante del ordenador rememoro la experiencia de anoche, de cada noche, de cada día, y con una sonrisa doy gracias a Dios por el regalo de mi vocación adoratriz, por permitirme experimentar en el día a día los misterios de su Vida. Descubro que vivir desde los tres pilares que M.ª Micaela encarnó en su modo de vivir, y desarrolló en su modo de hacer, me llenan de sentido: «Amor, Liberación y Encuentro».

Un amor vivido desde la acogida a cada mujer como es, con lo que tiene y con lo que trae; cuidando el cuidado, haciéndolo sentir, nombrando el reconocimiento de cada superación.

Una liberación, ellas con nosotras, nosotras con ellas, que nos hace mirarnos, y las ayuda a mirarse, que nos hace ser protagonistas de nuestras vidas tanto a las mujeres como a las hermanas que formamos la comunidad, y una vida llena de sentido.

Vivir el encuentro, cada encuentro, como un proceso paulatino, generando experiencias significativas, y una relación que recrea vínculos.