«Con el juego no se juega» - Alfa y Omega

«Con el juego no se juega»

Redacción
Foto: Guillermo Navarro

En su última carta dominical, el cardenal Juan José Omella advierte del riesgo que suponen las casas de apuestas para los jóvenes. Haciéndose eco del lema de una empresa dedicada a las apuestas deportivas, ironiza: «Todos llevamos un jugador dentro… que puede apoderarse de nosotros, condicionar nuestra voluntad y convertirnos en ludópatas».

Las apuestas deportivas se han convertido en la principal causa de caída de los jóvenes la ludopatía. «Con 12 años muchos adolescentes ya han hecho su primera apuesta. ¿Cómo hemos podido llegar hasta aquí?», se pregunta Omella. La facilidad para acceder al juego a través de teléfonos móviles, la posibilidad de apostar de forma anónima (aun siendo un menor) y la ilusión de ganar dinero fácil son algunos de los factores que explican este fenómeno, pero no todos.

El arzobispo de Barcelona también denuncia la proliferación de locales de apuestas y «la avalancha» publicitaria. Elementos que según Omella, se han instalado en las calles debido a «una falta de conciencia de nuestros gobernantes que les ha llevado a ceder ante las presiones de un sector económico que mueve mucho dinero».

«Esta atracción por el juego se ha convertido en un negocio que enriquece a unos cuantos y empobrece a muchos», denuncia el cardenal. Y aunque la ludopatía se pueda curar, insiste en que, «sobre todo, se debe prevenir». Una labor que requiere la implicación de los padres de estos jóvenes en edad de riesgo y la colaboración activa de toda la sociedad. «Conviene recordar a nuestros jóvenes que la verdadera felicidad no la da el dinero. Les tenemos que explicar que el trabajo y el ahorro son una opción de vida que permite generar progreso y estabilidad. Debemos incentivar la cultura del esfuerzo y desaconsejar falsos atajos que prometen una riqueza material, que nunca llega y que nunca nos llena. Sobre todo, hay que transmitir a nuestros jóvenes que con el juego no se juega», sentencia.

Por último, llama a los cristianos a resistir la tentación de enriquecerse de manera rápida. «No nos dejemos deslumbrar por el dinero fácil. Abramos los ojos y el corazón y dejémonos seducir por el brillo de lo que nos lleve a un enriquecimiento interior. En ello hallaremos fuente de paz, de felicidad y también de convivencia familiar», culmina.