Y ahora, ¿qué? - Alfa y Omega

Conocidos los resultados electorales del 28A y el 26M, seguimos sin estar representados. Me refiero a los católicos. Lamento la frustración de quienes, convencidos de su derecho a exigir la representación de sus intereses de parte, andan ahora predicando las bondades del repudio. Nada sería mejor para la pureza de la fe que reprobar cualquier forma de colaboración entre la Iglesia y el mundo para que libres de contagio pudiéramos conservarnos al interior de nuestras ciudadelas asediadas. Colegios solo para católicos, parroquias solo para asistentes a la Misa dominical, centros de ocio y cultura solo para nosotros y, si es preciso, comunidades de vecinos y barrios donde poder ser auténticamente nosotros. No sé si Jesucristo podría vivir en ese mundo.

Las relaciones entre la Iglesia y el mundo han sido, son y seguirán siendo complicadas, especialmente en democracia. Las dictaduras y su lógica amigo-enemigo nos atrincheran. En democracia todo es más complicado. Y lo es porque la democracia es, entre otras cosas, un modo de discusión libre sobre problemas políticos. Lo que significa que, con errores y aciertos, es un sistema de gobierno y un ideal de vida que busca responder a la pluralidad social y al pluralismo de las ideas.

No negaré que la democracia es pura tensión. Y que en esa tensión a veces hay codazos y zancadillas, además de oportunismos y exclusiones injustificables. Pero si a los católicos nos corresponde algún lugar entre tantas tiranteces este es el propio de ciudadanos adultos, capaces de hacer frente a los desafíos del mundo sin caer en el estéril espíritu polémico e inquisitivo que tantas antipatías despierta.

El mundo en el que vivimos no cree en la verdad cristiana, algo que no justifica que nos echemos en brazos de quienes bajo lo promesa de restaurar la unidad de fe perdida no anhelan otra cosa que el triunfo de la revancha. La fe no puede caer en manos de la ideología. Ya pasó en el período contrarrevolucionario. ¿No hemos aprendido nada? Fue León XIII quien optó por lo que magisterialmente llamaba acuerdo práctico de voluntades. Quizás a los autores del artículo «Apología del Papa eléctrico» (redescristianas.net) no les convenza que les use como espuela, pero a mí leerles me ha confirmado en la convicción de que solo hay una salida: ponernos de acuerdo en cuestiones prácticas más allá de los fundamentos de nuestras convicciones últimas.