Monseñor Ciriaco Benavente: «Al Papa le preocupa lo que pasa en las costas españolas» - Alfa y Omega

Monseñor Ciriaco Benavente: «Al Papa le preocupa lo que pasa en las costas españolas»

Monseñor Ciriaco Benavente, obispo de Albacete y presidente de la Comisión Episcopal de Migraciones, ha sido el anfitrión de la Reunión bianual de la Comisión Mixta de Obispos del Norte de África y Sur de Europa celebrada del 3 al 5 de mayo en Madrid, con representantes de los episcopados de Italia, Francia, España, Portugal, Argelia, Túnez y Marruecos. Atiende a Alfa y Omega durante un receso de las sesiones de trabajo

Ricardo Benjumea

¿En qué mejora la percepción de la inmigración al contemplarla desde las dos orillas del Mediterráneo?
Es muy interesante. Los obispos del norte de África describen cuál es la situación allí, de todas esas personas que huyen del hambre, de la violencia, de la guerra… Alguien decía que el infierno es lo más parecido a un edificio que está en llamas, y en el que uno no pierde nada por tirarse por la ventana. Lo estamos viendo con tantas personas ahogadas en el Mediterráneo.

¿Cómo califican ustedes la respuesta de los Gobiernos y de las comunidades católicas de Europa?
Seguimos clamando para que Europa afronte de una vez, de una manera eficaz, este problema sangrante. Europa, que ha sido pionera de los derechos humanos, tendría que demostrar que realmente cree en ellos, por encima de otros intereses de tipo económico o político. El Papa Francisco ha dicho que la globalización de la indiferencia nos ha hecho perder la capacidad de llorar, de sufrir con estas personas. Nosotros queremos ponerles rostro a estas personas, y que nuestras sociedades —también nuestras comunidades cristianas— se conmuevan y se unan a esa voz pidiendo soluciones, que deben comenzar por intensificar la cooperación con los países de origen. Los problemas no se solucionan a base de asegurar las fronteras. Ya el Imperio Romano llenó de torretas buena parte de Europa, intentando contener a los bárbaros, pero aquello no funcionó. Tampoco vamos a ser capaces de contener a los inmigrantes y refugiados hoy, porque el hambre y la desesperación no conocen fronteras ni alambradas.

La nueva Instrucción pastoral de la CEE no sólo pide acoger con humanidad a estas personas, sino valorar su aportación a la sociedad.
Claro. Los inmigrantes nos han venido muy bien cuando los hemos necesitado como mano de obra barata, especialmente para aquellas tareas que no queremos hacer nosotros. Y hay otro aspecto importante: la formación de una persona que nace en España, su escolaridad, la atención médica, etc., hasta que llega a tener capacidad de trabajo, supone un gasto enorme para nuestro país. Estas personas que han venido no nos han costado nada, y llegan con una formación bastante equiparable a la de los españoles, según algún estudio que se ha hecho.

Usted estuvo con el Papa en diciembre. ¿Está informado de la situación de la inmigración en España?
No hablamos en concreto sobre España, pero sí, él conoce de sobra la situación y está muy preocupado; él tiene información directa y actualizada de lo que está pasando en Lampedusa, en las costas de Sicilia y también de lo que sucede en las costas españolas. Está bien informado. Y lo vive con mucha pasión. Cuando el Papa habla de estos temas, se le nota en la cara que lo que dice le nace de un profundo dolor.

El acompañamiento a los catecúmenos de origen musulmán es uno de los grandes temas de este encuentro de obispos de África y Europa.
Son realidades que se van dando, y que afrontamos con sentido de profundo respeto a las creencias del otro y sin proselitismo, pero cuando se dan los hechos, hay que afrontarlos. Vemos también situaciones que no son sencillas, como los matrimonios mixtos, pero que tienen también su lado positivo, porque obligan a marido y mujer a ser más fieles a su propia fe, y a comprender la religión del otro. Esto es enriquecedor para todos, porque, a veces, entre las religiones han funcionado mucho los prejuicios, el desconocimiento y los prejuicios.

En Europa, en un momento en el que los estereotipos negativos hacia los musulmanes han aumentado, ¿cómo piden ustedes, por un lado, a la sociedad y a las comunidades católicas que acojan a las personas musulmanas, y por otro, a las comunidades musulmanas que aíslen a aquellos fundamentalistas que enturbian la convivencia?
Yo creo que hay que agradecer mucho que, en este momento –quizás en otras épocas no se podía decir esto–, esté habiendo una reacción por parte del mundo musulmán moderado frente al integrismo. Esta mañana, nos repartían en el encuentro una meditación preciosa de un imán, hablando de la paz y la humildad, y denunciando el odio y la violencia. Eso son hechos.

En España, en cualquier caso, yo creo que no hemos tenido especiales problemas con los musulmanes, aunque existan ciertos estereotipos injustos. La mayoría ha venido aquí buscando un trabajo, un futuro mejor, y lo que piden es simplemente que se les permita practicar su fe. Estamos lejos de Francia, con cerca de 5 millones de musulmanes, pero tenemos un número importante, de alrededor de un millón, y no habido posturas agresivas, aunque, naturalmente, nos preocupa y debe interrogarnos como sociedad el hecho de que algunos jóvenes musulmanes nacidos en Europa estén adoptando posturas radicales. Tenemos que preguntarnos qué está fallando en esta sociedad nuestra que a veces pierde valores a chorros.