El cardenal que creía en el diálogo - Alfa y Omega

El cardenal que creía en el diálogo

En 1998, el entonces arzobispo de Buenos Aires escribía un libro en el que presentaba el diálogo como camino inexorable para el futuro de Cuba. Ahora que Estados Unidos establece relaciones con la isla y que el Papa se dispone a visitarla, ese libro se convierte en premonitorio, casi una profecía…

Jesús Colina. Roma

Francisco prepara su viaje a Cuba, mientras Washington y La Habana avanzan en las delicadas negociaciones que llevarán al establecimiento de relaciones diplomáticas, con la apertura de sendas embajadas en las dos capitales. La visita, que tendrá lugar antes de que el Papa pise Estados Unidos (el viaje debería realizarse del 23 al 27 de septiembre, aunque las fechas están por confirmar), constituye un empujón decisivo del Pontífice a tumbar el muro, edificado por ladrillos de ideología y heridas históricas, que separa a los dos países desde hace más de 55 años.

La labor de Francisco no ha estado exenta de críticas. Particularmente en Miami, y en pasillos de Washington, hay quien considera que la apertura de relaciones diplomáticas constituye una rendición de la diplomacia estadounidense ante la arrogancia de los hermanos Castro. Quien quiera comprender por qué este Papa ha promovido con tanta convicción el deshielo con Cuba podrá encontrar su respuesta en un breve libro que escribió cuando todavía no era cardenal, en julio de 1998. En esa obra, el recién nombrado arzobispo de Buenos Aires comenta y recoge los grandes discursos de la visita de Juan Pablo II a Cuba entre el 21 y el 26 de enero de ese año.

El valor del diálogo

En el libro Diálogos entre Juan Pablo II y Fidel Castro (editado por Ciudad Argentina), hoy agotado, el nombre de Jorge Mario Bergoglio aparece en la portada como coordinador, pues el volumen publica el trabajo del grupo de reflexión Centesimus Annus, que era dirigido y coordinado por él mismo. El primer capítulo, El valor del diálogo, presenta abiertamente la visión de Jorge Bergoglio sobre Cuba, que ahora ha quedado plasmada y reconocida oficialmente tanto por Barack Obama como Raúl Castro. En ese apartado se puede leer: «El Papa no sólo cumple el rol de portavoz, de transmisor de la palabra de Cristo, sino que también se convierte en receptor de la voz del mundo, de la sociedad humana. La misión de la Iglesia, y en especial del Vicario de Cristo, es la de liberar, dialogar y participar, para construir la comunión entre los hombres y la Iglesia».

En estas palabras, puede verse un auténtico programa que hoy está inspirando el pontificado de Francisco. «La importancia y el valor del diálogo radican, precisamente, en que por su práctica es posible arribar a la verdad fundamentada en el Evangelio –escribía Bergoglio–. El diálogo se contrapone a la expresión monologada y subordina al espíritu en la búsqueda de la verdad».

El antiguo embajador de los Estados Unidos en el Vaticano, nombrado por Barack Obama, el teólogo Miguel Díaz, actualmente titular de la cátedra de Servicio Público John Courtney Murray, en la Universidad Loyola, de Chicago, recalca lo que el Papa Francisco escribió en aquel libro: «El diálogo como un encuentro con la verdad que implica relación, apertura mutua, conversación, respeto a la dignidad de cada ser humano».

Jorge Bergoglio, quien quiso participar en este viaje de Juan Pablo II, pero que por motivos que desconocemos tuvo que cancelar su programa (de hecho, había pedido el visado para visitar Cuba), saca una lección principal del viaje apostólico de Karol Wojtyla: el diálogo es el único camino cierto y duradero para convivir en armonía y colaboración, aunque entre las partes haya opiniones o puntos de vista diferentes.

Críticas al embargo y al marxismo

Siguiendo las enseñanzas del Papa Juan Pablo II y de los obispos estadounidenses y cubanos, en el libro también aparecen duras críticas tanto al marxismo como al embargo económico impuesto por Estados Unidos a la isla. De hecho, advierte, el bloqueo sólo castiga al pueblo, especialmente a los más débiles. Pero la apuesta por el diálogo no le impide expresar las propias convicciones.

En varios momentos del breve libro, se critican aspectos importantes de la Revolución cubana y del sistema socialista, especialmente todo aquello que, por una opción ideológica, programa político o disposición administrativa constituye un obstáculo para «la dignidad trascendente de la persona humana».

Miguel Díaz, que nació en La Habana, y que a los nueve años viajó a España para después emigrar a Florida, constata: «Una de las tantas cosas interesantes del libro es que monseñor Bergoglio expuso con claridad su crítica al neoliberalismo capitalista y también al marxismo, en una manera muy equilibrada».

El teólogo y antiguo diplomático añade: «Y este tema ha sido central en su papado: él habla de la economía que mata y de las fuerzas económicas que reducen el ser humano a básicamente las fuerzas del mercado –una crítica a esta dimensión que se enfoca solamente en la ganancia del capital–, pero por otra parte también critica la visión socialista-marxista de la pérdida de la singularidad humana, donde la persona es valorada únicamente en términos de su función social».

Éste es el motivo por el que el Papa Francisco visitará, esta vez sí, Cuba en septiembre. Su mensaje será probablemente el mismo que el de san Juan Pablo II: «Que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba». El contexto, sin embargo, 17 años después, es nuevo y más esperanzador.