Hipócrates. Un homenaje realista a la profesión médica - Alfa y Omega

Hipócrates. Un homenaje realista a la profesión médica

El director francés Thomas Lilti dedica su segundo largometraje al mundo de los médicos. Y lo hace con inteligencia y soltura, sin duda influenciado por tantas series de televisión hospitalarias, a las que por cierto se hace un homenaje en el film con alusiones a House

Juan Orellana
El protagonista de Hipócrates (el actor Vincent Lacoste, doctor Benjamín en la película), en una escena del film

El protagonista de Hipócrates, de Thomas Lilti, es Benjamín (Vincent Lacoste), que sería el equivalente a un médico residente en España. Con veintipocos años, está destinado en el departamento de Medicina interna del Hospital Universitario Poincaré, de París, departamento del que su padre, el doctor Barois (Jacques Gamblin), es el jefe. Sus pacientes son en general ancianos con pronósticos complicados. Entre sus compañeros hay un argelino, Abdel (Reda Kateb), con el que en seguida experimenta una cierta complicidad en su forma de entender la profesión.

La película no debe ser entendida como un ataque al sistema sanitario –aunque se ponen de manifiesto sus graves deficiencias–, o una denuncia de la irresponsabilidad médica –a pesar de mostrar conductas moralmente dudosas de algunos facultativos–. Más bien es un canto al realismo que debe estar en la base de cualquier vocación sanitaria: un hospital no es un lugar idílico donde ejercer una de las profesiones más benefactoras del mundo; es un lugar constituido por seres humanos, con todas las limitaciones y defectos de cada uno, y sometido a unas condiciones económicas y de gestión que vienen impuestas desde arriba. Y con eso hay que hacer lo que se pueda, sin perder de vista nunca el bien del paciente.

Y ése es precisamente el otro punto de interés de la película: cuando la necesidad humana del paciente no coincide con lo que marcan los protocolos sanitarios establecidos. El caso de la paciente anciana señora Richard (Jeanne Cellard) es claro: metástasis, dolores, rotura de la rodilla y un deterioro irreversible. Ella pide que la dejen evolucionar naturalmente –es decir, que si se va a morir no obstaculicen la llegada de la muerte–. Su familia piensa lo mismo. Y nuestros protagonistas, Benjamín y Abdel, también. Pero el protocolo dice otra cosa. En un momento en que se hunden las constantes vitales de la anciana, Benjamín y su compañero se plantean la disyuntiva: dejarla en paz y que sea lo que tenga que ser, o dejar al equipo de reanimación que haga su trabajo y «le devuelvan a la vida». Conflicto moral muy interesante y que muestra el equilibrio que el médico debe buscar entre la norma y su conciencia, y qué hacer en caso de que ese equilibrio sea imposible.

Después de pasar por los tragos difíciles por los que pasa Benjamín a lo largo de la película, y al ver el desenlace final, el espectador puede preguntarse si el protagonista se ha convertido finalmente en un cínico o no. Pero creo que el film da suficientes pistas para concluir que, por el contrario, Benjamín ha encontrado el verdadero sentido de su vocación, que nada tiene que ver con un cuento de hadas, y que precisamente por eso tiene algo de heroico, como reza la canción final de Herman Dune, Tell Me Something I Don’t Know.

Una película muy interesante, ideal para el debate. Únicamente descoloca al espectador español ver los espacios privados donde comen los médicos y duermen cuando están de guardia: sucios, abarrotados de pintadas obscenas, como las paredes de un urinario de carretera. Creo que, al menos en eso, nuestra sanidad no tiene nada que envidiar a la francesa.

Hipócrates
Director:

Thomas Lilti

País:

Francia

Año:

2014

Género:

Drama

Público:

+12 años