Ni siquiera la lluvia baila tan descalza - Alfa y Omega

Ni siquiera la lluvia baila tan descalza

Maica Rivera

El chico de la última fila es una obra maestra, escrita por el mejor dramaturgo español contemporáneo. Se trata, en justicia, de la más popular y representada de Juan Mayorga, llevada espléndidamente al cine por Françoise Ozon, y, que, además, acaba de confirmarse como una de las joyas de la pasada edición de la Feria del Libro de Madrid, caseta de la editorial La Uña Rota, en la última versión del texto publicada recientemente junto a un ensayo del filósofo Carlos Thiebaut.

El protagonista es Claudio, un estudiante de 17 años que se sienta en la última fila, y no habla, no participa, no es problemático, y apenas destaca ni por arriba ni por abajo. Hasta que Germán, el profesor de Lengua y Literatura, manda a la clase una redacción sobre su fin de semana y Claudio escribe con un nervio insólito. A partir de aquí, el alumno empieza a agigantarse como creador nato, revelándose como alguien con una sensibilidad especial que observa, imagina y escribe la vida de otros en un relato por entregas para un solo y ávido lector, Germán. La dinámica de maestro y discípulo llega a invertirse y el proceso creativo acaba cruzando demasiados límites al interferir sin pudor en la intimidad de otras personas, por su propia inspiración y beneficio, en concreto la de la familia de otro alumno, Rafa, en cuya casa el aprendiz de narrador se infiltra aprovechando las grietas superficiales y también las más profundas del hogar. Partiendo de que Claudio procede de una familia desestructurada y Germán es un escritor frustrado, este polvorín emocional acaba generando un juego cada vez más inquietante, incluso peligroso, en los límites de la moralidad, entre la vida y la literatura.

Marca la pauta una de las primeras enseñanzas del profesor, que instiga a reflexionar sobre la gran responsabilidad que conlleva la escritura, de la que, a menudo, no somos conscientes: «Es muy fácil sacar a la luz lo peor de cualquiera, para que la gente mediocre, sintiéndose superior, se ría de él. Es muy fácil agarrar a una persona y mirarla por su lado más ridículo. Lo difícil es mirarla de cerca, sin prejuicios, sin condenarla a priori. Encontrar sus razones, su herida, sus pequeñas esperanzas, su desesperación». El enigmático Claudio aprende esta lección regalándonos el punto culminante de la historia, de impresionante belleza poética y metafórica, el de su propia transfiguración artística y humana: cuando es capaz por primera y única vez de contemplar con amor y compasión, haciendo suyo el sufrimiento más privado de la madre de su compañero Rafa, hasta quererla sin concesiones. Todo eso Mayorga es capaz de concentrarlo magistralmente en un inolvidable verso del adolescente para ella: «Ni siquiera la lluvia baila tan descalza» (con raíces en el soberbio «Nadie, ni siquiera la lluvia, tiene las manos tan pequeñas», de E. E. Cummings).

Como apunte final, no olvidemos que el propio Mayorga, dedicado durante años él mismo a la docencia, nos deja este mensaje en el libro: «Es una obra sobre la escuela, y en la escuela nos lo estamos jugando todo, como qué sociedad y qué mundo queremos».

El chico de la última fila
Autor:

Juan Mayorga

Editorial:

La Uña Rota