Obispos de EE. UU.: «¿Quién puede ver esta imagen y no ver el fracaso de todos?» - Alfa y Omega

Obispos de EE. UU.: «¿Quién puede ver esta imagen y no ver el fracaso de todos?»

Francisco ha trasmitido su «inmensa y profunda tristeza» por la muerte de la pequeña Valeria y su padre en la frontera entre México y Estados Unidos. «Otra familia herida para siempre que recuerda tantas otras muertes», fruto «del recrudecimiento de las políticas migratorias», denuncian desde la CEE

Redacción
Foto: AFP/STR

«El Papa siente una inmensa y profunda tristeza por la muerte de Valeria y su papá. Reza por ellos y por todos los migrantes que perdieron la vida tratando de escapar de la guerra y la pobreza». Alessandro Gisotti, director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, ha transmitido estas palabras del Papa a los periodistas, tras ver la foto que ya ha dado la vuelta al mundo para ilustrar el infierno centroamericano.

La foto «silencia la política»

Los obispos de Estados Unidos se han sumado al dolor del Papa. En un comunicado hecho público el miércoles, el cardenal Daniel N. DiNardo, presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, y monseñor Joe S. Vásquez, presidente del Comité de Migración, han pedido al Gobierno de Donald Trump que escuche los gritos de los más vulnerables.

«¿Quién puede ver esta imagen y no ver los resultados de los fracasos de todos nosotros para encontrar una solución humana y justa a la crisis de inmigración?», se preguntan. Se trata, añaden, de una foto que «silencia la política». El grito de desesperación que supone «no solo llega al cielo. Nos alcanza. Y ahora debe llegar a nuestro Gobierno federal».

El comunicado critica también las condiciones de los menores inmigrantes detenidos dentro del país. Según un equipo de abogados que tuvo acceso a algunos centros de Texas donde se custodia a los niños, hay muchos más menores de lo que permite la capacidad del centro. Además, no tienen cepillo de dientes, jabón ni, los bebés, pañales. Los de 7 u 8 años se ocupan de los más pequeños. Algunos llevan allí más de un mes, aunque la ley ordena que sean entregados a los servicios sociales en un plazo máximo de tres días. Esta denuncia desencadenó el martes la dimisión de John Sanders, jefe interino de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP).

«Tales condiciones no deben ser utilizadas como herramientas de disuasión —subrayan los obispos—. Podemos y debemos seguir siendo un país que da la bienvenida y brinda refugio a los niños y las familias que huyen de la violencia y persecución». Para ello, piden que el Congreso aporte fondos adicionales para atender a estos niños bajo custodia federal.

Solidaridad desde España

También han mostrado su «tremendo dolor por esta otra familia herida para siempre» desde la Comisión Episcopal de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española. «La imagen es espeluznante, con el papá protegiendo a su pequeña dentro de la camiseta; imagen que nos recuerda a tantas otras muertes: la de un bebé hace poco en Canarias, la de Samuel, la de Aylan… la de tantas familias que se quedan por el camino. Muertes que son fruto del recrudecimiento de las políticas migratorias no solo en México, sino en todo el mundo», denuncia Mónica Prieto, miembro del departamento de Inmigración de la CEE, quien asegura que la Iglesia es muy clara ante el drama migratorio. «En primer lugar, se tienen que poner los medios ante la violencia brutal que hace que estas personas huyan de países como El Salvador, Nicaragua, Honduras, Guatemala… Hay que promover el desarrollo humano integral para Centroamérica y el sureste mexicano; es la solución para frenar este horror».

En segundo lugar, añade Prieto, «Las personas tienen derecho al libre tránsito. Lo dice el Papa en los 20 puntos de acción propuestos de cara a los pactos de la ONU. Y también lo aseguran los obispos mexicanos. Es esta falta de tránsito libre y legal el que produce estas muertes». Algo, recalca, que no es «contradictorio con el derecho a la seguridad de los países. Pero siempre tiene que estar por encima la dignidad de las personas».

«Escucho historias como esta en cada rincón del país»

Para el jesuita Alberto Ares, director del Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones de la Universidad Pontificia Comillas, «Valeria y Óscar Martínez se han convertido lamentablemente en otro icono de la tragedia y el drama que viven millones de personas en el mundo. Familias que se ven obligadas a dejar su hogar por razones de violencia, necesidad económica, conflictos, buscando un futuro para los suyos». Lamentablemente, afirma, «esta historia se repite día a día, pero seguimos mirando para otro lado, utilizando la inmigración como un chivo expiatorio en nuestros contextos políticos, reforzando muros cada día más altos o deliberando sentados en un sillón mientras cientos de miles de personas pierden sus vidas en los caminos del mundo».

De viaje en El Salvador, «escucho historias como la de esta familia en cada rincón del país. Como la de un amigo salvadoreño que había sido deportado de nuevo a su país de origen, separado de su familia en Estados Unidos, con una pequeña de 3 años y un niño de 6. Impactado por el drama de haber estado encerrado en un centro de detención (él me decía una prisión) por meses hasta que finalmente fue deportado: “Yo no he hecho algo malo como para que me encierren así. Siempre trabajé, fui útil a la comunidad, iba a la iglesia… No puedo vivir con el eco de mi hija taladrándome en mi cabeza y diciéndome que por qué les he abandonado”».