Una monitora de Siria en mi campamento - Alfa y Omega

Una monitora de Siria en mi campamento

Siete jóvenes sirios y uno español participan este verano en un intercambio de animadores salesianos. Es la última apuesta del proyecto Suriya, que busca hermanar a los niños y jóvenes de los centros juveniles de ambos países

María Martínez López
Rita, con los niños de los que es monitora en el oratorio Don Bosco de Alepo. Foto: Rita Shenekji

Durante la batalla de Alepo, Rita Shenekji tuvo suerte. En los enfrentamientos por el control de la ciudad entre el Ejército sirio y los rebeldes, que se prolongaron entre 2012 y 2016, su familia salió ilesa. Y eso, a pesar de que «al principio de la guerra los terroristas estaban a 100 metros y había un francotirador encima del edificio de enfrente. Hasta que llegó el ejército sirio a nuestro barrio no podíamos salir de casa. Oíamos las bombas y los disparos, y algún proyectil cayó en nuestro balcón».

El centro salesiano Don Bosco, al que acudía desde los 9 años, se convirtió más que nunca en su segundo hogar. «Siempre ha sido un lugar donde expresarme, que ha influido mucho en mi vida y me ha hecho ser lo que soy ahora. Pero durante la guerra, además, era un lugar seguro en el que podía olvidar mis problemas».

Por eso en 2013, cuando tenía 16 años y después de un año de guerra, decidió convertirse en animadora. Quería ayudar a los salesianos, que «han estado haciendo un gran trabajo –subraya–. El oratorio era casi el único sitio de la ciudad que siguió abierto para que los niños pudieran ir. Y yo he intentado con todas mis fuerzas contribuir a que los niños se olvidaran de la guerra y aprendieran a confiar en Dios, que siempre cuida de todos y cada uno». Desde hace tres años Rita es catequista, y lleva dos al frente de una fraternidad.

Su experiencia es similar a la de Anna Bedros, de 23 años. Su familia y ella tuvieron que dejar varias veces su casa, «porque estaba en un último piso y era muy vulnerable a las bombas». Pero nunca se plantó dejar su labor como animadora en el Don Bosco, a pesar de que «era muy peligroso». «Al salir de casa no sabíamos si regresaríamos, o si una bomba nos mataría antes».

Respuesta con sabor salesiano

Estos días, mientras se presentan a los exámenes finales de la universidad (estudian 4º y 5º de Medicina respectivamente), las dos jóvenes preparan la maleta para viajar a España con otros cinco jóvenes de Alepo y Damasco. Durante el mes de julio, participarán como animadores en las actividades veraniegas de varios centros juveniles salesianos. Fruto del acuerdo de intercambio, un joven español pasará el verano en Damasco.

La acción se inscribe en el Proyecto Suriya (Siria en árabe), que lanzó hace tres años la coordinadora de los centros juveniles salesianos en España. No es una simple iniciativa solidaria, matiza Santi Domínguez, su responsable. En plena crisis de los refugiados –narra– «empezamos a preguntarnos qué podíamos hacer para ayudar». Acoger sería muy complejo y hay entidades mejor preparadas. «Así que pensamos en promover el hermanamiento entre ambos países» desde su propio carisma; es decir, mediante el trabajo con niños y jóvenes.

Buscando una acción integral, Suriya se construye con varios ingredientes muy distintos. Además de la concienciación con unidades didácticas, se invita a todos los grupos a incluir la oración por Siria en sus celebraciones. De hecho, la presentación en sociedad del proyecto fue la vigilia por la paz simultánea que se celebró, en diciembre de 2017, en varios templos salesianos.

Otro pilar de esta iniciativa es la ayuda económica. Desde la coordinadora se ha animado a cada grupo a poner en marcha campañas para recaudar fondos para enviar a Siria. Mediante festivales, mercadillos o fiestas del bocadillo solidario, los niños y jóvenes han enviado a Siria, en tres años, unos 20.000 euros. Con ese dinero, los salesianos sirios han podido comprar material escolar y organizar actividades, como sacar a los niños unos días de la ciudad en verano, para alejarlos del envenenado clima de Alepo y Damasco.

Una carta por Navidad

Los responsables de los salesianos en España, con todo, veían que estas acciones no bastaban para dejar una huella duradera en las personas. «Queríamos fomentar un mayor conocimiento mutuo y una relación entre los chicos» de ambas orillas del Mediterráneo, explica Iñaki Echevarría, coordinador de pastoral del colegio y del centro juvenil de los salesianos en Deusto (Vizcaya). La coordinadora empezó a invitar a los grupos a enviar cartas a sus congéneres en Siria. Los niños de Deusto lo hicieron en el campamento de 2017.

«Dedicamos todo el día a Alepo y Damasco –continúa Echevarría–, también la Eucaristía. La reacción de los 90 niños (desde 4º de Primaria a 2º de ESO) fue más positiva de lo que esperábamos, porque ponerse a escribir en un campamento y en vacaciones no es lo que más puede apetecerles». Los monitores los habían preparado bien antes. «Saber que chavales de su edad y que también van a un centro salesiano están viviendo una situación de guerra es una forma estupenda de ayudarlos a poner rostro a situaciones complicadas que se viven en el mundo».

Lo que ocurrió después de recopilar y enviar las cartas de toda España lo cuenta Rita desde Alepo: «Las repartimos en los grupos de catequesis en torno a Navidad. Al principio los niños no entendían qué estaba pasando, pero entonces les explicamos que eran mensajes de niños como ellos de España, que pensaban en ellos y rezaban por ellos. Se les iluminó la cara, y durante un rato estuvieron como levitando de alegría. Estaban muy agradecidos, y en seguida nos dijeron que también ellos rezarían por los niños españoles. Fue un gesto precioso que los hizo sentir queridos e importantes».

Así lo expresaban en un vídeo de agradecimiento que enviaron, y que en Deusto todavía utilizan en todas las actividades relacionadas con Proyecto Suriya. Después de un verano de descanso, quieren volver a escribir cartas en el campamento de este año. Y ahora, con la esperanza de que al estar más avanzado el proyecto «podamos llegar a establecer algún tipo de relación entre los chicos –apunta Echevarría–. Nos parece importante que también desde allí nos cuenten cosas, que esa algo bidireccional».

Los niños del campamento del centro juvenil de los salesianos en Deusto escriben cartas para los niños de Alepo. Foto: Centro Juvenil Salesianos de Deusto

¿Y después, qué?

Esta bidireccionalidad, clave en Suriya, es precisamente uno de los objetivos que busca el intercambio de animadores. Anna y Rita esperan el momento de llegar a España con «muchísima ilusión», además de con la «determinación de hacer que sea una experiencia útil. Es una gran oportunidad –confiesa la segunda– de intercambiar experiencias y aprender cosas nuevas» que, «con la guía y la fuerza de Dios, podamos aplicar al volver a casa». De hecho, ambas están ya intentado aprender algo de español, para superar en lo posible la barrera lingüística y poder relacionarse con los niños de los grupos que visiten. Tienen, además, la confianza de que «aunque hablemos un idioma distinto, Jesús y don Bosco nos unen», subraya Anna.

Después de esta experiencia veraniega, Domínguez espera que Suriya reciba un nuevo impulso. Y no solo porque el intercambio vaya a contribuir a la concienciación de los jóvenes: «Queremos reorganizar el proyecto para apoyar un plan de emprendimiento juvenil que han puesto en marcha los salesianos de allí. Así, cada centro de España (o de dos en dos) se comprometería a financiar el plan de negocio de un joven en Siria. De este modo, podría haber un contacto más directo entre los centros y los jóvenes a los que ayudan».

Ese plan de emprendimiento juvenil ya está en marcha, y Rita es testigo de primera mano de su importancia. Entre los beneficiarios hay dos amigos suyos, que «sin esa ayuda económica no habrían podido poner en marcha sus pequeñas empresas y hacer que salieran adelante. Estas cosas nos animan a quedarnos en el país e incluso a ser parte de su desarrollo y reconstrucción».