Los pasajeros del Aquarius, al borde de convertirse en ilegales - Alfa y Omega

Los pasajeros del Aquarius, al borde de convertirse en ilegales

A pesar de la gran expectación con la que se recibió este buque el año pasado, la saturación de la Oficina de Asilo y Refugio provoca que aún no hayan sido reconocidos como refugiados. En el peor de los casos, podrían ser expulsados del país

Rodrigo Moreno Quicios
Foto: Kenny Karpov/SOS Mediterranee/Reuters

Un año después de la llegada del Aquarius a las costas valencianas, la vida sigue para sus 630 ocupantes aunque ya no sean blanco de los focos. «La recepción y la acogida fue una buena decisión, pero no ha ido acompañada de una resolución tan rápida como parecía que iba a ser», cuenta Noelia López, una trabajadora de Cáritas Diocesana de Valencia especialmente volcada en su inserción.

Tras cumplir los trámites pertinentes, la mayoría de ellos forman hoy parte del sistema oficial de asilo y refugio. Además, están trabajando o formándose para conseguir un empleo. Es algo a lo que les autoriza la tarjeta roja, el documento que los acredita como solicitantes de asilo. «Después del año se supone que ya tienen que ser autosuficientes», explica López. No obstante, esto no es siempre posible para los perfiles más vulnerables. «Hay personas que llegan con cierta formación, pero otros son analfabetos y tienen más dificultades en el aprendizaje del idioma y una profesión», matiza la trabajadora de Cáritas.

También tienen resueltas, de momento, sus necesidades residenciales. «El camino que tienen todos los solicitantes de asilo es seis meses de estancia en un centro con los gastos cubiertos por la Oficina de Asilo y Refugio. Después, pasan otros seis meses con ayudas económicas para el pago del alquiler y la manutención», explica Noelia López. Los pasajeros del Aquarius, actualmente en la segunda fase de este proceso, viven en alquileres sufragados por Cruz Roja.

Pero esta ayuda no es eterna y, dentro de unos meses, deberán buscar contratos por su cuenta, lo que puede ser especialmente difícil. «A la hora de alquilar, el documento con el que se identifican es la tarjeta de solicitante de asilo, que tiene una validez de 6 meses. Están en una situación muy precaria. Si el propietario ve que el permiso tiene una fecha límite y no tiene la certeza de que después vayan a estar de forma legal en el país, se piensa dos veces alquilarles el piso», advierte López.

Una desventaja para acceder a una casa que se prolonga durante el tiempo. Debido a la saturación de la Oficina de Asilo y Refugio, estas personas normalmente tienen que esperar entre dos y tres años para obtener la resolución del Ministerio del Interior, por lo que siempre están a un paso de convertirse en inmigrantes ilegales. Para evitarlo, lo único que pueden hacer es renovar su tarjeta roja religiosamente cada seis meses a la espera de que se acabe reconociendo su estatus.

Apoyados en las entidades benéficas

Aunque su desembarco se anunciara a bombo y platillo, los pasajeros del Aquarius han pasado por las mismas dificultades que cualquier otro solicitante de asilo, quienes no son célebres por regularizar fácilmente su situación. «El tema está bastante complicado porque, en cuanto llegan a España, tienen un tiempo de espera de entre 4 y 6 meses para poder declarar en la Oficina de Asilo y Refugio», recuerda Noelia López, trabajadora de Cáritas Diocesana de Valencia.

Recién llegados y a la espera de realizar una entrevista que los reconozca como solicitantes de asilo, estas personas no pueden acceder a ninguna ayuda pública y dependen del apoyo de entidades benéficas. En el caso de los pasajeros del Aquarius, la ayuda que han recibido proviene de instituciones como Cáritas, el Servicio Jesuita a Migrantes, Cruz Roja, la Comisión de Ayuda al Refugiado o Accem.

Cada uno les ha aportado lo que mejor sabe hacer. Así, mientras la Comisión Española de Ayuda al Refugiado les prestó asistencia jurídica para regularizar su situación, los voluntarios de Cáritas dedicaron el verano a darles clase de español. «Lo más importante es el idioma, es tu primera herramienta para integrarte en un país», apunta López. Su institución también alojó a 17 de estos migrantes en cuatro viviendas de su propiedad hasta que accedieron al sistema oficial de asilo y refugio.

También han recibido un acompañamiento muy intenso en el que han aprendido a hacer la compra en el supermercado, usar el transporte público o qué es una radiografía. «Eran personas recién llegadas y pasas con ellos por muchos trámites burocráticos ansiosos, pero también muchos momentos de la cotidianeidad. Te das cuenta de que hay lenguajes que son universales y, cuando estas personas llegan a un entorno seguro, hacen verdaderos avances», sentencia Noelia López.