Siete presos en Lourdes con la Hospitalidad: «Es la primera vez en la vida que ayudo a alguien» - Alfa y Omega

Siete presos en Lourdes con la Hospitalidad: «Es la primera vez en la vida que ayudo a alguien»

Entre los peregrinos que viajaron a Lourdes con la Hospitalidad de Zaragoza había siete internos en las diferentes cárceles aragonesas. Su misión, asistir a los enfermos. «En cuanto llegaron, cogieron los carros de los enfermos, les acompañaron a rezar, a procesionar, a las eucaristías, a los baños de agua fría de la roca, a visitar todo, a hacer compras… Eran «su enfermo», su amigo…», afirma Isabel Escartín, delegada de Pastoral Penitenciaria de Zaragoza

Iglesia en Aragón
Foto: Iglesia en Aragón

Cerca de 400 personas, con el arzobispo de Zaragoza, Vicente Jiménez a la cabeza, participaron entre el sábado 29 de junio y el martes 2 de julio en la peregrinación organizada por la Hospitalidad de Lourdes de Zaragoza. Entre ellos, había siete internos de las cárceles de Teruel, Zuera y Daroca, que han vivido una de las experiencias más edificantes de su vida. «Los enfermos y la Virgen nos han hecho mejores personas», cuentan.

Asegura el presidente de la Hospitalidad de Lourdes de Zaragoza, José Luis Sánchez, que «aunque a Jesús lo podemos encontrar en todas partes, el santuario del sur de Francia reúne una serie de cualidades que facilitan el acercamiento al cielo». Un ascenso reconfortante, casi meteórico, del que dan fe los siete reclusos de las cárceles de Aragón –tres de Zuera, uno de Teruel y tres de Daroca– que han llevado sus inquietudes, alegrías y penas a los pies de la Madre de Dios.

«Allí, junto con su hijo Jesús, estaba esperándonos«, recuerda Isabel Escartín, delegada de Pastoral Penitenciaria de Zaragoza, agradecida por la oportunidad brindada: «La dirección de las cárceles facilitó los trámites y permisos que resultan necesarios para sacar del país a los internos, lo que ha permitido vivir una experiencia muy enriquecedora para todos».

Si bien al principio pudo haber cierta susceptibilidad o miedo por compartir peregrinación con personas privadas de libertad, el grupo acogió a los reclusos de un modo «ejemplar», valora Escartín, al tiempo que recuerda la buena actitud de los presos: «En cuanto llegaron, cogieron los carros de los enfermos, les acompañaron a rezar, a procesionar, a las eucaristías, a los baños de agua fría de la roca, a visitar todo, a hacer compras… Eran «su enfermo», su amigo…».

Días de paz y gozo

El sentimiento gratitud es compartido por los internos, como muestran las reflexiones de su cuaderno de viaje a las que ha tenido acceso ‘Iglesia en Aragón’. A continuación, se reproducen -con el permiso de sus autores y bajo el anonimato- diez de esas observaciones escritas a corazón abierto:

«Vivo estos días como una acción de gracias a Dios por el tiempo de cárcel, que me ha hecho crecer, reflexionar, estudiar. Estoy reforzado como persona. Estos días han sido una experiencia vital, una plenitud de amor».

«Es la primera vez en la vida que ayudo a alguien y ni me imaginaba que olvidaría mis males de preso, lejos de la familia, condenado, para ayudar a otros que están peor. No me gusta la comercialización del dolor».

«Me he sentido muy a gusto. Los enfermos me han enriquecido, porque el enfermo es el corazón de Lourdes. Me he tenido que superar porque no me gustaba ver el dolor, pero así he podido ver la presencia de Dios».

«Pese a su mala salud, el matrimonio que he acompañado tiene fe y la ha compartido. Me siento flotando».

«Estar con las personas que nos necesitan me ha dado dignidad, respeto, solidaridad, me ha hecho poner en mi acompañamiento alegría y calor. Estos días, he hecho amigos de los de verdad, de los que están ahí desinteresadamente».

«Tengo experiencia de trato con enfermos y sé que son momentos muy delicados. Hay que poner mucha delicadeza. Todas las celebraciones litúrgicas han llegado a lo más hondo de mí».

«Ya había estado en Lourdes, pero esto ha sido distinto. Estoy en la cárcel y me siento muy mal. Venir aquí ha sido una oportunidad que Dios me ha dado. Los enfermos me han marcado y me siento como si estuviera curándome».

«Mi enfermo me ha abierto los ojos. Creo en Dios, pero no practico. La convivencia del grupo nuestro fue inolvidable».

«He vivido una experiencia de comunidad en torno a Jesucristo. Doy gracias a Dios por la salud al ver cuánto sufren los enfermos».

«Doy las gracias a la Virgen, a la que le prometí cuando estaba enfermo que vendría a verla. Yo voy a Dios a través del hombre, de cada persona».

José María Albalad / Iglesia en Aragón