Cuando Ratzinger profetizó a Francisco - Alfa y Omega

Cuando Ratzinger profetizó a Francisco

Asumir la realidad, rechazar el mito de la excepcionalidad española, es el primer paso para hacer frente a la secularización

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Foto: Cathopic

«A la Iglesia le aguardan tiempos muy difíciles», vaticinaba en 1969 Joseph Ratzinger en una célebre alocución radiofónica, respondiendo a la pregunta «¿Bajo qué aspecto se presentará la Iglesia en el año 2000?». La Iglesia, decía, «perderá adeptos y, con ellos, muchos de sus privilegios en la sociedad». La secularización llevaba ya tiempo propagándose en Europa, con la notable excepción de España, bajo un régimen confesional. El proceso empezó aquí más tarde, pero fue más pronunciado. A la pérdida de apoyo institucional se sumaron en distintos momentos leyes sobre el aborto o el matrimonio que cuestionaron las bases morales de la sociedad española. Cada una de esas leyes acentuó el desapego religioso, y dejó a muchos católicos en estado de «confusión», según el diagnóstico de Fernando García de Cortázar. A diferencia de otros países que ya tocaron fondo, la pregunta en España es cuándo se detendrá la sangría.

Asumir la realidad, rechazar el mito de la excepcionalidad española, es el primer paso para hacer frente a la situación. Nada nuevo bajo el sol: desde la «nueva evangelización» lanzada por Juan Pablo II a la «Iglesia en salida» de Francisco que rompe con estériles inercias está firmemente asentado el convencimiento de que se necesita un cambio en profundidad. Cosa distinta es que esa mentalidad llegue a donde debe llegar: a la base, a los fieles de las parroquias. Solo así el modelo piramidal y jerarquizado irá dejando paso a una Iglesia más viva y participativa. Es la línea que quieren promover los obispos españoles, con la celebración en 2020 de un Congreso de Laicos como referente en el horizonte. Lo que falta todavía es dejar de ver esa nueva condición de minoría de los católicos en la sociedad como una tragedia, para comprender que se trata de una oportunidad providencial para recuperar la autenticidad y el espíritu evangélico. Porque esta Iglesia diezmada, vaticinaba Ratzinger, «se presentará de un modo mucho más intenso que hasta ahora, como la comunidad de la libre voluntad», y «reclamará con mucha más fuerza la iniciativa de cada uno de sus miembros». Ya no suspirará «por su mandato político», puesto que será consciente de que su lugar está junto a «los pequeños». Con los pobres, con los migrantes, con los sencillos… Hace 50 años, Ratzinger profetizó a Francisco.