La archidiócesis de México pide «abrir la mano» en vez de «señalar» a los migrantes - Alfa y Omega

La archidiócesis de México pide «abrir la mano» en vez de «señalar» a los migrantes

El mandato evangélico de acoger al forastero «es una invitación para sanar una globalización enferma de miedo», afirma el último editorial del semanario católico mexicano Desde la fe

Redacción
Foto: CNS

«Las políticas antiinmigrantes no solo van en abierta oposición al Evangelio. Estos caminos nos encierran en nuestro propio egoísmo disfrazado de seguridad y nos amarran en el desprecio». El semanario católico Desde la fe, de la archidiócesis primada de México, ha criticado en un editorial la nueva política migratoria del país.

En un editorial de su último número, la publicación subraya que «puede ser fácil señalar con un dedo a quienes dejan su lugar de origen, pero ¡qué difícil es abrir la mano completa para darle la bienvenida y después abrazarlo!». No en vano, el texto se titula Apuntar con el dedo vs. tender la mano. «Este camino sí es humano, este camino genera riqueza cultural, crecimiento social, crea puentes y supera abismos».

La archidiócesis de México se suma así a una serie de críticas al Gobierno desde la Iglesia mexicana. En junio, por ejemplo, la Conferencia Episcopal hizo público un mensaje denunciando el despliegue en la frontera de miles de efectivos de la Guardia Nacional para contener el flujo migratorio y evitar con ello la imposición de aranceles a los productos mexicanos por parte de Estados Unidos. «Si hemos rechazado como mexicanos la construcción de un muro no podemos convertirnos nosotros mismos en ese muro», afirmaban.

Además, según datos de su Instituto Nacional de Migración, México ha triplicado las deportaciones en los primeros meses de Gobierno de López Obrador. De 5.717 de diciembre de 2018, han pasado a 14.970 en abril, hasta sumar un total de 45.370 personas.

«Una globalización enferma de miedo»

Las migraciones —apunta el editorial de Desde la fe— han formado parte de toda la historia de la humanidad. «Sin duda el inmigrante siempre genera problemas y retos», reconoce. Pero recuerda que «quien deja su lugar de origen jamás lo hace por mero gusto y placer».

Lo empujan más bien conflictos locales, persecución, inseguridad u otros problemas persistentes que afectan a su vida y les empujan a buscar mejores condiciones. Y acogerlo, además de un desafío, «también da origen a oportunidades y riquezas que trascienden la geopolítica».

Dentro de estas oportunidades, el semanario afirma que el mandato evangélico de acoger al forastero «es una invitación para sanar una globalización enferma de miedo, para seguir creciendo en la oferta y en la aceptación de lo ajeno». Y concluye que «nadie es tan humano como cuando se abre a la humanidad del otro: he aquí una gran ventaja de la migración, sea cual sea su origen, sea cual sea su futuro».