El cura de los brasileños de Madrid - Alfa y Omega

El cura de los brasileños de Madrid

José Ruy Correa es un sacerdote brasileño que estudia en Pamplona y que, una vez al mes, viaja a Madrid para atender las necesidades de la comunidad católica brasileña en la capital

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Foto: Comunidad Católica Brasileña en Madrid

Hace unos meses, el sacerdote brasileño José Ruy Correa recibió una llamada de un matrimonio de compatriotas afincado en España desde hace 17 años: necesitaban un cura que les presidiera el fin del novenario de la Navidad, una tradición muy arraigada en su país. Así entró en contacto con la comunidad de católicos brasileños que se reúne una vez al mes desde hace cuatro años en Madrid, para juntos compartir la fe y la vida.

«Presido las celebraciones, pero en realidad soy yo el que ha sido acogido por esta comunidad, que empezó a caminar tres o cuatro años antes de que la conociera. Empezaron organizando encuentros para matrimonios y para rezar el rosario, y luego para celebrar la Eucaristía juntos en lengua portuguesa, y así fue creciendo este grupo», afirma José Ruy, que una vez al mes viaja desde Pamplona, donde está estudiando, a Madrid, para celebrar la Eucaristía, confesar, celebrar matrimonios y llevar la dirección espiritual de algunos miembros de esta comunidad.

«He comprobado que fuera de su país la gente refuerza su fe y quiere formar grupos de amigos en torno a ella. Hay una sed de Dios tan grande que yo no podría hacer menos», señala.

Foto: Comunidad Católica Brasileña en Madrid

Para Ruy, la fe de los católicos brasileños no es tan distinta de la de los españoles, porque «cada uno la vive en las dificultades propias del hombre moderno, marcada por una vida dividida por el trabajo, las obligaciones diarias, la familia… El desafío es que el Evangelio llegue allí, a la vida ordinaria. Dios no se aparta de lo más sencillo de nuestra vida». Además, ellos han venido a España «a trabajar», y «son gente honrada que quiere sacar adelante a su familia. Madrid es una ciudad muy dinámica, y el reto es meter a Dios en todo esto. Por eso es bueno encontrarnos y compartir dificultades, cambiar experiencias, ayudarnos y rezar unos por otros», algo para lo que cuentan también «con la acogida de los españoles. Necesitamos que la gente nos ayude, como hermanos. Eso es lo que queremos encontrar en la Iglesia: una hospitalidad sin prejuicios».

Un mes sin Misa, origen de su vocación

La dedicación pastoral de José Ruy a sus compatriotas en la capital tiene una motivación similar a la que originó su propia vocación sacerdotal: ante una necesidad, Dios llama. «En mi pueblo había Misa solo una vez al mes –recuerda–. En el año 97, mientras me preparaba para mi Primera Comunión, recibí una primera llamada del Señor mientras el sacerdote preparaba las ofrendas. “¿Por qué tú no podrías hacer lo mismo?”, sentí en mi corazón. Pero poco después de recibir por primera vez la Eucaristía me alejé de la Iglesia, porque tenía verdadero pánico a que fuera una llamada del Señor. Con 15 años volví con un grupo de jóvenes de la Renovación Carismática. Aprendí a rezar y supe mejor qué es la Eucaristía. Y al rezar decía al Señor que quería que en mi pueblo hubiera más Misas durante el mes, y un sacerdote para confesarme, porque si quería confesarme tenía que salir de mi pueblo y hacer una hora de autobús. En estos diálogos el Señor empezó a decirme de alguna manera que yo podía ser la solución a este problema. A los 17 ya tenía seguro que mi vocación era el sacerdocio».

La primera parte de su formación la realizó en su país, y la segunda parte en España gracias a instituciones como el Centro Académico Romano Fundación CARF: «Mi obispo consiguió una plaza en el seminario internacional Bidasoa para cursar Teología en la Universidad de Navarra. Me ordené diácono en Pamplona y sacerdote ya a mi vuelta a Brasil. La posibilidad de hacer estos estudios durante aquellos cuatro años fue gracias al CARF y a la Fundación Vasconia. Por todo eso estoy muy agradecido».

Foto: Comunidad Católica Brasileña en Madrid

Ahora ha vuelto a Pamplona estudiar Teología histórica, con vistas a inaugurar un instituto de Teología en su diócesis. Todo ello de nuevo gracias al CARF: «Yo lo agradezco muchísimo y rezo cada día por los benefactores. Me siento con ganas de responder a toda esta generosidad con mi testimonio sacerdotal y la entrega de mi vida. Me siento parte de esta familia».

El CARF tiene como objetivo promover la formación integral de seminaristas y sacerdotes «para que muchos sacerdotes de fuera podamos formarnos con el objetivo de servir mejor al pueblo de Dios. Ellos han hecho posible que yo pueda donar mi vida por amor a la Iglesia y a Jesucristo».