El nacionalismo «siempre acaba mal» - Alfa y Omega

El nacionalismo «siempre acaba mal»

El Amazonas y la crisis del Open Arms han enfrentado dos visiones del mundo opuestas. «El soberanismo es cerrazón», ha dicho el Papa

Alfa y Omega
Foto: REUTERS/Guglielmo Mangiapane

A los 80 años del comienzo de la II Guerra Mundial, el Papa ha expresado su preocupación por el resurgir de los nacionalismos. «Se escuchan discursos que se parecen a los de Hitler en 1934: “Primero nosotros, nosotros, nosotros”. Son pensamientos que dan miedo», decía en agosto una entrevista con La Stampa. Hoy la gran batalla política en el mundo se libra entre sociedades abiertas y cerradas, entre los populismos nacionalistas y la democracia liberal. Los incendios en el Amazonas y la crisis del Open Arms han enfrentado este verano estas dos visiones del mundo. El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, levanta la veda a las restricciones a la minería y la agroindustria al grito de «el Amazonas es nuestro», mientras el todavía ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, pretende sellar los puertos e impedir el desembarco de cualquier migrante subsahariano rescatado en el mar. Enfrente, Bolsonaro se ha encontrado la reacción de varios países europeos, que le recuerdan que un desastre medioambiental en la principal biosfera del planeta tiene repercusiones universales, del mismo modo que las ONG le recuerdan a Salvini (y a toda la UE) que la vida de las personas es un valor superior a la protección de las fronteras.

Francisco ha hablado claro: «El soberanismo es cerrazón. Un país debe ser soberano, pero no cerrado», decía en la entrevista, en la que, de paso, salía también en defensa del proceso de integración europeo, cuestionado por el brexit. El bien común de la humanidad, en definitiva, está por encima de los intereses particulares. Pero esto en absoluto supone promulgar una homologación capitalista global en el que queden disueltas las tradiciones y particularidades de los pueblos, como algunos insisten en caricaturizar cada intervención en este sentido del Pontífice. Francisco simplemente está recordando la doctrina social de la Iglesia, muy clara en su juicio acerca de los nacionalismos. Es cierto que, en las últimas décadas del siglo XX, se hizo una lectura algo más benévola, al considerarse el nacionalismo un dique de contención frente al comunismo, pero hoy las circunstancias no dejan margen de duda, y por eso el Papa advierte que «el soberanismo es una exageración que siempre acaba mal: lleva a las guerras». Con el recuerdo de la invasión de Polonia como telón de fondo.