Mirar atrás - Alfa y Omega

Silos. 14:30 horas de un viernes. Terminada la comida me acerco al padre Mariano, el decano del monasterio, con 92 años, y le comento que empezaré a colaborar con Alfa y Omega. Me mira sorprendido. Más se sorprende cuando le digo que escribiré sobre él. Se emociona y yo con él. El padre Mariano, fray Florentino (Flo Flo, como yo le llamo –aunque no le gusta nada–), el padre Bernardo, fray Longinos y fray Domingo, son monjes que acumulan años y daños (como dice fray Longinos), pero que han hecho y siguen haciendo camino; monjes que dejarán una huella imborrable en Silos. Si miramos atrás podemos ver sus pasos y sus sueños; si prestamos atención, percibimos su voz en los muros del monasterio.

Quizá nadie mejor que ellos ha comprendido –y encarnado– el pasaje de la viuda de Sarepta. Cada segundo han dado lo que tenían para vivir: su harina y su aceite. Y se han hecho pan que se parte y reparte: sus vidas son Eucaristía. Todo lo han hecho con amor: con un gran sentido del amor… y del humor. Somos lo que somos por ellos. Y al verlos me pregunto lo que queremos dejar a las generaciones venideras. Quizá pensemos en grandes logros, publicaciones numerosas o tal vez obras monumentales. Todo eso está muy bien. Pero no hemos de olvidar que si nuestra vida deja entrever el Evangelio y es capaz de ilusionar, nadie se convertirá en estatua de sal cuando, tras el paso de los años, mire hacia atrás y contemple lo que hicimos, vivimos y, al fin, lo que fuimos.

Así son nuestros monjes mayores. Ellos son quienes nos hacen ver que, con frecuencia, buscamos hacer cosas grandes sin caer en la cuenta de que las cosas importantes son las pequeñas: pequeñas cosas que hacen grandes a los hombres. Ellos son la sabiduría que orienta, nosotros el impulso de los comienzos; ellos la suave brisa donde encontrar a Dios, nosotros el huracán que tantas veces remueve todo; ellos la fidelidad, nosotros el proyecto en desarrollo; ellos el rostro pacificado, nosotros el mar inquieto que busca la calma; ellos, pilares vivos, nosotros, pequeños tabiques. Y ahí están: caminando, viviendo, soñando.

Gracias.